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“Descubrí en 1975, a través de una intuición, que yo era pintor. A partir de ese momento en que asumí mi vocación, fue cuando cambió mi vida, incluso la forma de verla”, confiesa Rafael Cauduro. Nacido en Ciudad de México en 1950, el reconocido pintor, acusado de hiperrealismo, cursó estudios universitarios de Arquitectura y Diseño industrial en Ciudad de México. En 1976 expuso por primera vez y desde entonces sus obras han recorrido grandes museos y galerías de México, Estados Unidos y el mundo. ¿En qué momento te encuentras como creador? –Estoy en un impasse, reto man do una serie de obras tituladas Nacionales de México, una compañía emblemática que es la de los ferrocarriles, actualmente en quiebra. Todas esas máquinas están en los tiraderos, pudriéndose, son hermosísimas. Me siento igual que ellas, soy un nacional de México, siento que estamos en un país que se está quebrando, tenemos un sentimiento de que nos estamos arruinando; nunca creí que el país iba a llegar a esta circunstancia. Estaba recordando un viaje que hice al sur de Italia en el '96; llegando a Nápoles me registré en el hotel, me dieron la llave de la habitación, di mi pasaporte, vieron que era mexicano y me cambiaron a una habitación mucho mejor, pues me explicaron que tenían un sentimiento muy especial por México. Situaciones similares me ocurrieron por toda Europa, donde tenían una muy buena imagen y una buena reputación de mi país. En los últimos viajes que he hecho, las cosas son distintas; ya no hay ningún apapacho, las habitaciones que te dan son de tercera, los mexicanos son considerados turistas de tercera (medio pillos con el asunto de las drogas), pues éramos un país que prometía, la China de entonces, llena de oportunidades. –¿A qué le atribuyes que haya menguado esta fascinación? –Creo que estamos secuestrados por la avaricia, por el arrebato; parece como si se hubiera roto la piñata y todos se estuvieran arrebatando el relleno. No hay siquiera el político que piense en hacer bien su trabajo, sino en estar en el presupuesto, nada más. No veo que se esté haciendo nada; es absurdo ver que la economía no corresponda al tamaño del territorio. Tampoco hay apoyo por parte de los corporativos que son mafiosos, ni de los políticos que se pelean para que se tropiece el otro y así ser el siguiente, la táctica del error del que está arriba. El PAN era un partido que siempre estaba en la oposición; yo me los imaginaba como profesionistas, pero resultaron unos patanes peores (hay el mismo número de diputados en Morelos que en Texas), no hubo una propuesta, que era lo que esperábamos. Por ejemplo, en mis fantasías imaginé que el presidente no se iba a meter a Los Pinos, que se iba a mudar a la residencia presidencial, porque Fox como candidato a mí de veras me encandiló por su actitud espontánea, coloquial, pero después me di cuenta de que no era coloquial, sino realmente es la única forma que conoce. –Pensando en la espontaneidad, ¿cómo logras una obra?, ¿qué necesita un pintor para acaparar la atención de los que no están dispuestos a observar? –Manejo mucho los metales, el jugar con ácidos y óxidos, evidentemente es la acción y lo que queda en la obra. En la obra de acrílicos y óleos es empezarla y hacerla lo más preciso posible y después empezar un proceso de destrucción, o sea, ya que la hice bien la voy a arruinar, la voy a destruir, la voy a forzar, a martirizar, y en ese proceso hay una parte medio loquita que disfruto mucho; habría que preguntarle a un psicoanalista, o mejor no, porque quizá ya no voy a querer seguir haciéndolo. Finalmente empieza a tomar forma y fuerza la obra cuando la empiezo a destruir. Lo que produce una construcción es básicamente destruir todo lo que había de vida en el terreno, después, cuando se termina la construcción, se pinta, se lava, se fumiga y queda perfectamente aséptica, que es un término muy optimista para decir que quedó todo muerto. –¿Cómo convives con aquellos que han tomado o retomado aspectos que tú mismo has abrevado de otras tradiciones? –Hay personas que han tomado su camino propio, hay gente que se dedica a un realismo prácticamente académico, otros que se fueron por el postarte o propuestas más cercanas a nuevas maneras de pintar, a diferentes tradiciones, como la italiana, o el realismo más romántico, y hay muy pocos que tienen un lenguaje propio. Lo que a mí me ocurrió es que de pronto tuve una gran cantidad de seguidores que no aportaban mucho, que sólo repetían la fórmula y eso desgasta las cosas. Algunos que conozco finalmente tratan de salir de eso y creo que vale la pena hacerlo, porque no vale el esfuerzo empeñar tu vida en una carrera artística y que no aportes nada en la parte del cómo, que es donde realmente importa; es como irte por el camino fácil. Y también están los que simplemente lo hacen por el éxito comercial. A ellos, pues que les vaya bien, pero hay otros que sí tienen ganas de tener su propio lenguaje y de pronto se quedan enclochados, o dentro del parámetro y no salen de fórmulas que yo desarrollé. Es la parte triste. Cuando veo que son honestos, platico con ellos y algunos lo superan, pero esto no es privativo de mí, sino de muchos artistas que si tienen cierto éxito hay mucha gente que se va sobre esa fórmula. –¿Cómo se originó la propuesta de trabajar sobre los distintos delitos para la Suprema Corte de Justicia? –La invitación era para concursar, pues por cuestiones de reglamento –es el gobierno–, entran a concurso. Pero si te invitan es mejor que si entras sin invitación; significa que a alguien le interesa que tú lo hagas. Entonces me propusieron un tema que en su momento no me pareció adecuado; era la historia de la justicia en México. El tema puede ser adecuado según juzgues lo que es la historia de la justicia; puede ser una historia de la justicia fallida, pero ellos querían casi una historia de celebración, y verdaderamente creo que no es momento de celebrar. |