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Javier Sicilia
Elsa Cross, el más allá del acá
La poesía de Elsa Cross no es sólo una de las más sólidas, sino de las más profundas –si entendemos por profundidad la exploración de la vida del alma– que se está escribiendo en México. Su más reciente libro, Bomarzo (Era, 2009), semejante al primero, Naxos (1966), se refiere a un sitio: el jardín italiano, cuyas fantásticas esculturas fueron realizadas, a petición de su dueño, el duque Pier Orsini, por Pirro Ligorio, quien concluiría la basílica de San Pedro a la muerte de Miguel Ángel. Aunque Manuel Mujica Láinez publicó en 1962 una novela con el mismo título, sus diferencias son absolutas. Mientras el argentino nos narra la vida del duque de Orsini y a través de ella nos deja un fresco del Renacimiento italiano, Elsa Cross logra, a través de Bomarzo , algo muy difícil no sólo en la poesía, sino en nuestra época: la narración poética de un viaje espiritual y su revelación mística.
Semejante a San Juan de la Cruz que utiliza las figuras de la noche y del Eros para mostrárnoslo, Elsa lo hace con el jardín y los monstruos de Bomarzo . Bomarzo en este sentido no es un lugar; es, en sus figuras fantásticas que intentan ser la traducción en piedra de los estados internos por los que Orsini pasó después de la muerte de su esposa, un pretexto. ¿Cuál?: el viaje que Elsa hace a través del mito como la forma fundamental en que la cultura ha traducido y explorado la dimensión oculta del ser. Si el mito, que se ha expresado a lo largo de la historia humana a través de múltiples y distintas formas culturales, ha sido el lugar que vincula lo interno con lo externo o, mejor, el lugar en el que el sentido oculto de lo real, lo inefable, se revela a la condición carnal del hombre, quizá Bomarzo sea –después de que el cristianismo los domesticó y antes de que la modernidad comenzara a desalojarlos de su experiencia– su última expresión. Por ello, pienso, Elsa lo eligió como la metáfora de su decir (“En Bomarzo –escribe– terminaban nuestros sueños.”)
Así, viajando a través de ese último remanente de la gran cultura occidental, Elsa revisita los mitos antiguos para decirnos que el pharmakos –esos “remedios [...] probados” por los antiguos– ya no alivian, que ya no hay siquiera un “Crucificado/ entre esos puntos cardinales de lo real [para salvarnos] ahora de nuestro desastre”. Y, sin embargo, regresa a ellos, los revisita, los interroga y vuelve a interrogarlos para encontrarse, como el hombre moderno, extraviada en la ausencia de la significación: “Los senderos se bifurcaron./ Las frases se bifurcaron ./ Las palabras rompieron con su raíz,/ volviéndose borboteos, borborigmos, barbarismos./ Aquello que era lo mismo significaba otra cosa,/ imponía su poder de opresión,/ sus caóticos ídolos de la sangre.” Pero Elsa se empeña: si hemos perdido el nexo entre el adentro y el afuera o, mejor, si los mitos, a causa de la razón instrumental y sistémica que ha velado lo real, han dejado de ser el puente entre el exterior y el interior, queda, sin embargo, la contemplación que, repentinamente, en donde menos lo esperábamos, “en mitad de un acto intrascendente/ [...]/ mientras sonaban bocinas”, hace reaparecer la presencia en lo cotidiano y con ella la palabra poética que, ya ajena al mito, lo revela, no porque lo diga, sino porque lo indecible en cuanto tal, dice José Ángel Valente, “aparece o se muestra en el poema, lugar o centro o punto instantáneo de la manifestación” de lo contemplado que se vive siempre como una experiencia de amor. Elsa, evocando a san Gregorio de Nicea y al poeta sufi Halah, lo dice deslumbrantemente al final de su viaje por Bomarzo : “Había llegado ya,/ me encontraba donde estuve desde el comienzo./ Todo estaba ya hecho,/ todo era perfecto en medio del torrente./ Iba sin ir a ningún lado,/ y no caminaba en el temor de/ sino en el amor de,/ bajo la sombra de,/ desde la luz de Eso,/ Eso, Tú,/ sin nombre/ [...] El mundo era el mismo,/ era sólo el mundo/ y a un tiempo eras Tú.”
Para quien sabe mirar, el Otro está siempre aquí y tiene el sabor de una presencia amada que hace cesar el tiempo en el destello de un puro presente.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva , esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la appo , y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.
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