Directora General: CARMEN LIRA SAADE
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Domingo 13 de diciembre de 2009 Num: 771

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HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Julio Ricci: narrador y personaje
ALEJANDRO MICHELENA

Cuentos chinos, bestsellers y utopías en la Feria del Libro de Frankfurt
ESTHER ANDRADI

El esperanto
RAÚL OLVERA MIJARES

La obra de Paz en Cuba
GERARDO ARREOLA entrevista con RAFAEL ACOSTA DE ARRIBA

Trieste, ciudad multiétnica
MATTEO DEAN

La Risiera de San Sabba
MATTEO DEAN

Respirar la pintura
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La obra de Paz en Cuba

Gerardo Arreola
entrevista con Rafael Acosta de Arriba

La Habana. Una pequeña librería del barrio del Vedado estaba repleta cierta tarde de junio de 1998. Ante un público mayoritariamente joven, los escritores cubanos Rafael Acosta de Arriba, Víctor Fowler Calzada y Antonio José Ponte y el diplomático mexicano Miguel Díaz Reynoso, hablaban en un panel sobre la obra de Octavio Paz, quien había muerto dos meses antes. La sesión hubiera sido una más de las que el mundo dedicaba entonces al poeta, pero en Cuba era todo un acontecimiento. Más precisamente: era la primera vez que en la isla se realizaba un homenaje al autor de Árbol adentro.

Antes de esa tertulia, literalmente se contaban con los dedos de una mano las conferencias sobre el escritor mexicano: una en la provincia de Matanzas en 1991 (de Acosta), dos más en 1992 (Enrique Saínz y Ponte), una en 1994 (Acosta y Saínz) y otra en 1996 (Acosta), todas estas últimas en La Habana.

SILENCIO SEPULCRAL

En aquel homenaje póstumo en la librería Ateneo, uno de los cubanos describía detalladamente el vacío que existía en Cuba sobre Paz y se preguntaba: “¿Cuál es la causa de tanto silencio alrededor de una obra tan trascendente en las letras contemporáneas, al punto de ser honrado el autor con el prestigioso Premio Nobel de Literatura? La respuesta es sencilla: las posiciones políticas del mexicano, sus opiniones severamente críticas en relación con la Revolución cubana.”

El comentario era de Acosta (La Habana, 1953), crítico, poeta y ensayista, entonces vocero del Instituto Cubano de Artes e Industrias Cinematográficos, más tarde presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas y quien años antes ya había escrito que en la Isla “un silencio sepulcral, elusiv o e injustificable ha condenado al poeta a un olvido injusto aunque imposible”.

En el panel de aquella tarde, Acosta daba algunos pasos hacia adelante, al invitar a los escritores cubanos a que dejaran de eludir el tema, para entrar de lleno a la polémica.

Y atendiendo de inmediato su propio consejo, empezaba por recordar la trayectoria política de Paz, desde el congreso de intelectuales antifascistas en Valencia, durante la Guerra civil española, hasta la impugnación al socialismo real. Tras la caída del Muro de Berlín, apuntaba Acosta, un momento trascendental fue el encuentro de escritores El siglo XX: la experiencia de la libertad, patrocinado por Televisa. “Nunca como antes se mostró Paz como un hombre poseedor de una intolerancia colosal, de una virulencia inapropiada para un poeta de exquisita sensibilidad […] sus compromisos con Televisa y su complacencia con el pri restaron fuerzas a sus lúcidas y afiladas observaciones sobre el Estado, al que dedicó un interesante libro: El ogro filantrópico.”

Simpatizante con la Revolución que triunfó en Cuba en 1959, Paz se distanció luego de La Habana, primero, por el apoyo a la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 y tres años más tarde por el “caso Padilla” (la hostilidad oficial, el encarcelamiento y el posterior discurso de autoinculpación del poeta Heberto Padilla, que provocaron la protesta de decenas de intelectuales en el mundo). En El ogro filantrópico, Pequeña crónica de grandes días y Tiempo nublado, decía Acosta, “las referencias a la Revolución cubana y a Fidel Castro fueron de gran virulencia”.


Foto: Manuel Álvarez Bravo, Octavio Paz,1978

Las críticas de Paz, resumía el investigador, se centraban en su visión de la Isla como una réplica soviética, su idea de que no hay un verdadero sistema político, sino un “caudillismo de herencia hispano-árabe con mezcla del burocratismo stalinista” y la conclusión de que en Cuba se rompió una tradición democrático-liberal de América Latina.

Acosta consideraba que una debilidad de Paz como ensayista político “fue su tendencia a omitir datos que desafiaran o matizaran la hipnótica transparencia de sus juicios […], su recurrente sistema de generalizaciones que lo condujo con mucha frecuencia a numerosas inexactitudes”. Estimaba que el Nobel mexicano había emparentado con el liberalismo de Karl Popper o Isaiah Berlin, pero incurría en una intolerancia incapaz de aceptar la recomendación de este último: “Ser liberal es no sólo aceptar las opiniones divergentes, sino admitir que quizás sean tus adversarios los que tienen la razón.”

Acosta concluía que, con todas sus objeciones al discurso político, “soy un convencido de la condición oracular de Paz, de su influjo poderoso como polemista apasionado, de su honestidad personal aun en sus posiciones más virulentas, de la fibra moral que lo distinguió como hombre de ideas y nadador a contracorrientes. Fue un testigo de su tiempo, poseedor de una inteligencia excepcional y nos legó esa voluntad de opinar con firmeza sobre todo cuanto rodea y concierne al hombre de letras”.

Paz, deploraba el escritor cubano, es “un virtualmente desconocido” en Cuba. “Más denostado que leído, más desdeñado que comprendido…lo primero que aconsejo es su lectura, pero, como en todos los casos, y como él mismo también propondría, una lectura crítica.”

EL SURREALISMO, EL ENSAYO Y EL ARTE EN PAZ

Corte directo a la Sala Manuel Galich de la Casa de las Américas. La escena transcurre en septiembre de 2009. El poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, presidente de la institución, encabeza el jurado que discernirá el doctorado en ciencias para Rafael Acosta de Arriba, quien ahora es investigador del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello. Una Comisión Nacional de Grados Científicos entrega ese reconocimiento a quien realiza un segundo doctorado, aunque la materia sea, como en este caso, humanística. El aspirante, que ya era doctor en ciencias históricas, ha publicado ensayos sobre Paz en El signo y la letra (Centro Juan Marinello, 2001), ha escrito artículos y dictado conferencias sobre el poeta mexicano y ahora defiende su tesis Los signos mutantes del laberinto, dedicada a la crítica artística en la obra paciana.

Acosta explica la relación de Paz con el surrealismo, “la corriente estética que le fue más afín”, pero con la que tuvo un “vínculo complejo que sufrió mutaciones”, y desempolva una carta de Paz a Fernández Retamar, cuando el poeta cubano hacía una encuesta por los cuarenta años del primer manifiesto (1924) de André Bretón.

En ese texto, dice Acosta, “se encuentra la ver-dadera esencia de lo que significó” el surrealismo para Paz. Hasta el final de sus días, agrega el investigador, el Nobel mexicano siguió pensando que esa corriente fue “una rebelión vital que intentó unir en una sola las dos consignas de Marx y Rimbaud: cambiar al mundo/cambiar al hombre”.

La tesis continúa con el análisis del ensayismo crítico de Paz. Acosta sostiene que el escritor practicó el género como forma artística, regido por pautas como “ser diverso, penetrante, agudo, novedoso, dominar el difícil arte de los puntos suspensivos, no agotar el tema, explorar más que sistematizar, no ser categórico, introducir pequeñas dosis de duda, o lo que es sinónimo de todo esto, ensanchar”.

Luego el investigador explora la producción paciana sobre arte, dos temas particulares (la “fascinación” por la obra de Marcel Duchamp y el arte tántrico) y concluye con una reseña de lo que el autor considera ideas cardinales del Nobel en la materia.

Integran el jurado nueve miembros, todos con grado de doctor: Luis Alvarez, Aurea Matilde Fernández, Ana María González, Magui Mateo, María de los Ángeles Pereira, Rogelio Rodríguez Coronel y Luis Suárez, además de Fernández Retamar y el secretario, Alberto Prieto.

Fernández Retamar se congratula de que este acto académico se celebre en la Casa de las Américas. Recuerda que Paz colaboró con Orígenes, la revista de José Lezama Lima, Gastón Baquero y Eliseo Diego, entre otros. Trae a la discusión el dato de que en una carta de 1968 a Cintio Vitier, uno de aquellos origenistas, el mexicano reconoce no haber leído a José Martí, “una extraña ausencia en la vasta cultura de Octavio Paz”.

Cita el caso excepcional de que unos poemas de Paz aparecieron en la revista Casa en 1965. Agrega a las referencias recientes en la Isla a Raúl Hernández Novás, “el cubano que más a fondo estudió la poesía” del Nobel y uno de los autores del número 211 (abril-junio de 1998) de la propia publicación de la Casa de las Américas, un monográfico que fue un homenaje póstumo al mexicano.

PRIMERA TESIS SOBRE PAZ EN CUBA

El jurado concede el doctorado, que semanas más tarde tiene la confirmación oficial de la Comisión. Acosta dialoga entonces con La Jornada Semanal.

–En un artículo de 1994 usted decía que “en los últimos treinta y cuatro años sólo tres breves reseñas” había en la prensa cubana sobre el poeta, lo cual significa que el silencio existía desde antes de la ruptura…

–El silencio editorial ya venía desde los sesenta, antes desde luego de la ruptura de Paz con la Revolución cubana, que se produce a consecuencia de lo de Padilla. Es decir, no se le publicaba inicialmente por otras razones ajenas a la política, como los derechos de autor. Después de 1994 casi no existen registros bibliográficos sobre Paz. En todo caso, opiniones adversas de los escritores cubanos que participaron en el evento en que Paz y otros intelectuales de derecha decretaron la muerte del socialismo, posterior a los sucesos del '89 y el '90 en la urss y Europa del este. No tengo actualizada la bibliografía, pero he estado al tanto y no ha habido mucho. Además de lo que he publicado, hay un texto de Jorge Fornet en la revista Revolución y cultura en 2004, por el noventa aniversario de Paz y el dossier de la revista Casa (1998) como homenaje póstumo.

–Parte de ese silencio es la propia negativa de Paz a ser publicado en Cuba…

–Paz se negó a que se le publicara en Cuba en la década de los noventa, cuando sus críticas a la Revolución eran muy fuertes. Casa de las Américas le envió un emisario y se negó. Ahora se está comenzando a realizar una valoración múltiple de su obra por la misma Casa, que está a cargo de Enrique Saínz y al que le estoy ayudando con bibliografía y alguna que otra sugerencia.

–¿Esta es la primera tesis académica sobre Paz en Cuba o hay otras?

–Mi tesis es la primera en el ámbito académico. El dato me lo aportó la doctora María de los Ángeles Pereira, quien ha sido docente por décadas en la Facultad de Historia del Arte de la Universidad de La Habana. En los estudios superiores no se le lee mucho, pero supe recientemente que en esa facultad los textos recogidos en El signo y la letra sobre Paz tienen cierta acogida por los alumnos.

–¿Cómo llegó a Paz, dado que ha sido un autor desconocido para el común de los lectores cubanos?

–Como muchos cubanos, por un amigo que me prestó un libro (Libertad bajo palabra), y después, ya enganchado, seguí mis búsquedas en la Biblioteca Nacional , en la que trabajé casi tres años (1990-1992). Allí devoré todo lo que existía en los fondos, y conocí a estudiosos de su obra que pasaron por esa institución (Monique Lemaítre, Julio Ramos y otros, además de largas conversaciones con Cintio Vitier).

–¿Algo ha cambiado en la forma de aproximarse a la obra de Paz en Cuba? ¿Se mantiene la resistencia? ¿Hay nuevas actitudes?

–No puedo contestar con certeza. No tengo elementos objetivos para ello, solo sé que se le está haciendo la valoración múltiple, y que mi tesis se aceptó para el ejercicio académico. Eso es algo. Desde luego que no llega a ser una figura cómoda para muchos intelectuales por lo que sabemos, pero los que lo leen comienzan un proceso de interacción muy interesante, que sólo tiene que ver con la inteligencia.