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Mientras la influenza (II Y ÚLTIMA)
La participación del fiscalista Augusto Fernández Sagardi en la Mesa “Estímulo fiscal 226” en el Foro Presente y Futuro del Cine Mexicano en el más reciente Festival de Cine en Guadalajara no tuvo desperdicio. Fue él quien pormenorizó, clarificó y estableció cuál es la situación actual en torno a una figura fiscal sin la que, bien se sabe, la producción cinematográfica nacional continuaría viviendo una época de vacas aún más flacas, como la que experimentamos durante largos años antes de que el 226 viniera en auxilio de una (aspirante a) industria siempre exigua.
Entre muchas otras cosas, Fernández Sagardi habló particularmente de los que él mismo definió muy bien como “los principales escollos” contra los cuales hoy está luchando el 226 o, mejor dicho, la comunidad cinematográfica necesitada de que dicho estímulo no fenezca. Dichos escollos son la existencia misma del Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU), así como la interpretación que “los técnicos” del Sistema de Administración Tributaria (SAT) hacen de dicho estímulo fiscal.
SIN FISURAS
Por su concepción misma, el IETU se convirtió en uno de los peores enemigos no sólo de los estímulos a la producción cinematográfica, sino de cualquier otra actividad que, en mayor o menor medida, dependa del apoyo brindado por personas físicas o morales que hayan decidido aplicar parte de sus impuestos bajo la figura de deducibles. El IETU fue creado para acabar con los “agujeros” fiscales, que como tales el SAT considera todo aquello que imposibilite la llegada de dinero a sus arcas. En ese sentido –como más adelante lo comentó el senador Carlos Sotelo,l presente en la mesa–, hay especialistas que prevén “que el Impuesto Sobre la Renta (ISR) se extinguirá”. No puede ser de otro modo, si se toma en cuenta que la ley fiscal ordena que, hoy en día, el contribuyente debe pagar ISR o IETU, “lo que resulte mayor”, y si el primero es menor al segundo, debe enterarse “la diferencia”.
El fiscalista explicó que sólo quienes pagan más de ISR que de IETU pueden estar interesados en aplicar el 226, ya que si alguien paga más del segundo que del primero, deducir el 226 no sirve para nada en términos fiscales, y menos aún a consecuencia de la retorcida, incomprensible y sibilina interpretación de la ley que el SAT ha venido aplicando: según la oficina del Dr. Catarrito, el estímulo fiscal ¡es también un ingreso! y, como tal, ¡causa impuestos! (sic y recontrasic).
Fernández Sagardi aclaró –y el senador Sotelo se hizo eco de dicha aclaración– que se trata de una interpretación errónea de la ley, y dijo también que “el criterio del fisco no puede prosperar en tribunales”. En resumen, y puesto que el dinero involucrado en la aplicación del 226 “no es un regalo ni una donación para los productores”, recomendó a éstos que no registren esos recursos como un ingreso sino como la “administración de recursos ajenos”, debidamente consignado en el contrato de coproducción que debe elaborarse entre inversionista y productor de una cinta. Asimismo, y en respuesta a lo que planteara Carlos Bolado, sostuvo que “si algunos vivos se están enriqueciendo con ese dinero [proveniente del 226], si están buscando una participación, cuidado: con el fisco no se juega”, ya que el SAT puede auditar tanto al inversionista como al productor, y si éste incurre en administración fraudulenta de recursos ajenos, no sólo adiós película, sino también adiós casa productora y puede que incluso adiós a la luz del sol un rato...
A VER SI SÍ
“Necesitamos ajustes legislativos”, concluyó Fernández Sagardi, y el senador Sotelo tomó la estafeta, hizo a un lado el discurso que llevaba impreso y fue al grano: comenzó recordando datos básicos como que el 226 tiene un monto máximo de 500 millones de devaluados, que por contribuyente y por proyecto el máximo autorizado es de 20 millones de ídem, que el tope por contribuyente es de 10 por ciento de su ISR, así como que de veintisiete producciones que se lograban a principios de este milenio, en virtud del 226 pasamos, en 2006, a sesenta y cuatro largometrajes producidos, y a más de setenta en 2007, cuando el 226 fue aplicado en su totalidad.
Sotelo dijo que “hay un acuerdo de los grupos parlamentarios, y espero que lo sostengan [y no sólo él sino quienes les dimos chamba, cabe agregar], para que el SAT modifique sus criterios”, es decir, la franca chingadera de hacer que la inversión hecha en una película en calidad de apoyo vía 226 sea considerada “ingreso acumulable” causante de impuestos –nomás 28 por ciento, imagínese–, tanto para quien lo entrega, como para quien lo recibe.
Dijo Sotelo que en los “próximos días” habría una plática de legisladores con el SAT y que, de no prosperar un cambio, se presentaría una iniciativa formal en la legislatura. Pues bien, estos ya son los “próximos días”; habrá que estar pendientes, mientras la influenza, epidémica o no, por fin se va.
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