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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
José Emilio: el lector está contigo
ABELARDO GÓMEZ SÁNCHEZ
Eurídice
YORGOS YERALIS
Memorable cuerpo
JOCHY HERRERA entrevista con LUIS EDUARDO AUTE
El día que el teatro perdió su magia
JOSÉ CABALLERO
La guerra perdida de Calderón
ROBERTO GARZA
Una Ajmátova de Modigliani en México
JORGE BUSTAMANTE GARCÍA e IRINA OSTROÚMOVA
Porchia: un sabio ermitaño en Buenos Aires
ALEJANDRO MICHELENA
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LA HUMANIDAD INMEDIATA
RICARDO GUZMÁN WOLFFER
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Esclavos,
Alberto Chimal,
Edit. Almadía,
México, 2009.
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Una productora de pornografía nihilista se combina con su actriz-esclava enclaustrada para iniciar un texto donde las estampas se van sucediendo como una suerte de minificciones y crear así una proyección en un literario super 8 mm que lentamente va taladrando la superficie perceptiva del lector, hasta llevarlo a un nivel insospechado de empatía con los dos personajes que, de tan bien armados, dejan de ser ficticios para asimilarse a alguna parte del espectador interactivo en que nos convertimos. El negocio de producción cinematográfica va quedando a un lado, como un trabajo más, pero en el que actriz y directora muestran su verdadera cara, para evidenciar no sólo una de las causas del reconocimiento de Chimal como constructor de mundos, al caso el de dos seres tal vez más logrados que nuestros sosos vecinos del transporte público o de la pasarela política, sino incluso que aquellas actividades que suponemos despersonalizadas e inocuas intelectualmente también son parte de la esencia humana, al menos literariamente. La Yuyis y la Marlene irán seccionando su historia para sorprender al lector en una trama que tiene un dejo de género negro, pero que apuesta más al interiorismo que se deja transparentar con una narración aparentemente ligera y sencilla de tan clara, pero que no puede ocultar la notable manufactura del autor. Además, Chimal presenta otras formas de sumisión y control, como sucede con los personajes de las siguientes estampas: Golo y Marco. El primero tiene una peculiar manía por sus mascotas: son humanos sin voluntad, vueltos animales. Para poder romperlos interiormente, ha tenido maestros que le han enseñado a someter a esas mascotas, primero a golpes y luego blanqueándoles el cerebro.
Los esclavos de Chimal sufren la pérdida de identidad, pero ganan en obtener un lugar en el peculiar y torcido mundo que habitan. Están a merced de sus dueños, pero gustan de buscar significados en los desplantes o golpes recibidos, pues para esos esclavos son un punto de contacto: “nunca ha de subestimarse la importancia de los gestos arbitrarios”.
Como una metáfora de la sociedad actual, donde a veces somos sometidos y a veces somos despiadados dueños de nuestros esclavitos anímicos, Chimal recrea de nuevo a la humanidad inmediata, ésa que está a nuestro alcance y que a veces preferimos no ver, como las casas paupérrimas junto al cementerio, o ese pueblo fantasma creado por políticos ladrones. Pero hay que leer con cuidado; que no nos confundan las situaciones que Chimal narra con pequeños capítulos numerados consecutivamente: al final todos somos esclavos. Al menos como lectores de este narrador que sigue presentando a “gente del mundo”: del mundo que Chimal percibe, del mundo que percibe a Chimal, del mundo que todos vivimos.
Un muy entretenido libro para comprender uno de los caminos de la actual literatura mexicana.
CRÓNICAS DE LA CIUDAD
RAÚL OLVERA MIJARES
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Del Zócalo a La Castañeda,
José Lara,
FCE,
México, 2008.
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Madre de todas las especies periodísticas, la crónica en su pureza prístina está a punto de extinguirse de los diarios y revistas. Las razones son múltiples: desde la exigencia de concentración intelectiva en una cadena causal de eventos, hasta los espacios cada vez más reducidos para el texto ante el omnipotente peso de la imagen. Recuento de acontecimientos en una sucesión temporal, la crónica fue el vehículo para la memoria escrita a partir de la maestra de la vida, la Historia , hasta llegar a sus pupilas más inquietas y originales, las ciencias y las artes.
Una tentativa por recuperar la crónica urbana es el concurso Salvador Novo que se viene celebrando en el Distrito Federal. La edición de 2005 tocó en suerte ganarla al periodista y guionista José Lara (Ciudad de México, 1973), quien con su libro Del Zócalo a La Castañeda no sólo hace un recorrido en el espacio desde el Centro Histórico hasta Mixcoac y Lomas de Plateros, sino en el tiempo, desde principios del siglo xx en pleno Porfiriato, hasta la actualidad, pasando por los antecedentes prehispánicos y virreinales de rigor.
Puede avizorarse la hipótesis de que algún día el periodismo escrito pase a ser uno de los géneros amenazados, protegidos bajo la denominación de literatura o bellas letras, confinado únicamente a libros codiciados por unos cuantos. Edición, por cierto, bastante cuidada la del Fondo de Cultura Económica, que en su colección Cenzontle, con un formato de 17 x 11 cm y tiraje de mil ejemplares, saca a la luz una serie de trabajos de extensión variable y desigual calibre, en cuanto a lo cuajado de cada pieza (todas comienzan bien pero pocas terminan así). A diferencia de la noticia o nota, que obedece a una estructura piramidal a la inversa, primero lo más relevante y al último el puro relleno, la crónica, como cualquier relato literario, debe empezar con punch y terminar igual. El remate es por tanto decisivo. Pero ¿quién puede responsabilizar a los jóvenes de hoy si se han hecho pergeñando notas, mini entrevistas y reportajes bon size ?
La primera crónica se titula “¡Aquí, mi buen, aquí puro payaso!”, mientras que la última es “Los hijos del mais”, en medio quedan tres de los trabajos más destacables, uno sobre un artesano que trabaja los judas, otro sobre un mujer taxista y el tercero, que aclara el título del libro, sobre un manicomio de beneficencia llamado La Castañeda. Una de las reclusas (más bien pacientes) aún viva, Chuchita, ingresada a la edad de doce años (ahora tiene noventa) con sus palabras cierra el trabajo: “Tengo sentimiento porque nadie me viene a ver.” El tiempo parece haber borrado el recuerdo de los malos tratos recibidos de sus familiares y de lo asustada que llegó al psiquiátrico. Un día algo así pasará con el género de la crónica, de tan inusitado y poco socorrido entre los autores, hasta va a añorarse.
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