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Memorable cuerpo
Jochy Herrera
entrevista
con Luis Eduardo Aute
Foto: Cristina Rodríguez/ archivo La Jornada |
…donde acaba la imagen empieza la palabra,
donde acaba la palabra empieza la música.
A propósito de sus cuarenta años en el mundo del arte, el poeta, pintor, cinematógrafo y cantautor Luis Eduardo Aute acaba de presentar en Madrid Memorable cuerpo , una colección –edición de lujo– de sus mejores creaciones. Cronología, que en siete cedés, resume más de cuatrocientas canciones pobladas de ternura, desamores y tristezas, algunas esperanzas y otras cuantas rabietas de alguien que, como muy pocos, aún cree que “este mundo en crisis está en mutación”. Un autodefinido amateur de las artes que sueña con “canjear la especulación por la solidaridad”. El trabajo incluye un dvd con dos conciertos, un libro de fotos de ochenta y cuatro páginas ilustrativo de una prolija obra pictórica y un dibujo a lápiz –una boligrafía – reveladora de uno de los otros mundos de Aute: las fronteras de la imagen y el poema. En resumen, este es un “álbum-biografía sonoro, vital y sentimental de una generación”, en palabras del poeta Luis Antonio de Villena. Gracias a su incondicional humildad, una vez más he acorralado a Luis Eduardo Aute con preguntas que más que cuestionadoras, desearían ser provocadoras, como su obra.
– ¿Qué da la música?
– Llamo “música”, no a lo que se entiende por melodías, armonías y ritmos que resuenen en los oídos, como tampoco llamo “poesía” a un poema. En ese sentido, Música, Poesía, Magia, Sueños, cruzar al otro lado del espejo, es todo lo mismo. Música es lo que mana de lo inexplicable, como mana el amor del deseo. Eso es lo que da la música, a mi modo de ver.
– En tu relación artista-público, nosotros, los de este lado, hemos vivido en tus canciones las más íntimas historias: Así, estos mandamientos –tus confesiones– han sido credo, pecados aparte. Tu público, ha vivido a Aute con Aute. ¿Qué sientes cuatro décadas después?
– Gratitud infinita y (como ya comentamos en otra pregunta) que no es improbable que “valiera la pena”, aún sin proponérmelo.
– “No conozco otro pan más que tu cuerpo, sólo tu cuerpo”
– El cuerpo fue lugar de estudio a través de las civilizaciones; en Babilonia los arúspices disecaban el hígado, órgano regenerador de vida, a fin de predecir el futuro; Da Vinci, en El hombre de Vitruvio, lo dota de emociones, ya que él es medida de todo lo existente, y hoy el cuerpo continúa formando parte de “todo”: objeto de consumo, subasta, imagen, depositario del deseo, el sexo y la política. En el cuerpo del presente, al artista –su ejecutor– le quedan pocas alternativas; una de ellas es justamente hacerlo campo de batalla. Es decir, tornarlo artificio de mitos, un asunto trasgresor que el espectáculo, la tecnología y la apocalíptica urgencia de lo postmoderno acogen en sí convirtiéndolo en la metáfora memorable. Es el cuerpo, también, el mapa que la poética auteana ha escogido a fin de dibujar alma en mano las disyuntivas del hombre de hoy. Y ahí quizás yace lo memorable.
– Sé que Paul Éluard es culpable del título de este histórico trabajo gracias a Corpse memorable. Su poesía vanguardista es evidente influencia en la creación auteana: el amor, instrumento y hecho liberador, y la sexualidad, su sombra inseparable. En un temprano poema, Éluard contaba lo siguiente: “Creí que me rompería lo inmenso, lo profundo. Con mi pena desnuda, sin contacto, sin eco, me tendí en mi prisión de puertas vírgenes como un muerto sensato que había sabido morir.” Carlos Edmundo de Orly, otro favorito tuyo, dice: “De nuevo en una habitación estamos juntos. Desnudos estupendos cómplices de la Muerte.” En ambos iconos de tu diccionario hay un incuestionable abrazo entre vida, muerte y sexo. ¿Podrías reconciliar el enigma de dos autores tan aparentemente dispares?
– Para ambos no existe otro universo que el cuerpo, que un cuerpo a la búsqueda del alma soñada.
– El cuerpo y el alma, lazos, pacto inseparable entre tus trabajos, ¿dónde andan el uno y otro en este fin de siécle, época donde parece “morir” la historia?
– Pues me temo que “históricamente muertos”. Se asesinaron mutuamente. Sólo queda la experiencia personal y, a veces, muy pocas, transferible.
– Le pides a un cuerpo, clases de poesía. Es más: amenazas hundirte en él ante tanta pesadilla. ¿Cómo sobrevivir entonces (al cuerpo y a las pesadillas)? ¿Será porque después del amor los cuerpos huelen a alma?
– Será, seguramente, porque los cuerpos después del amor, que no del coito, apestan a alma. Con ese perfume se logra sobrevivir, aunque sea muy poco tiempo.
– Leí en un blog chileno que el cuerpo y la desnudez eran aproximaciones a la esencia de la vida, algo que ya has establecido al punto de que consideras al cuerpo un invento maravilloso. En Anda, que es un himno a la persecución de tal esencia, invitas al desnudo; de igual forma, “con un beso por fusil” convidas “a vencer la eterna duda sometiéndote a una piel desnuda”. Cuéntame de esta batalla desnudo-vestido.
– La vida consciente debiera ser un irrefrenable deseo de conocimiento. En el enamoramiento, ese espejismo, los cuerpos sienten un irrefrenable deseo de conocimiento mutuo, hasta ser un solo cuerpo, una sola alma. Ese irrefrenable deseo de conocimiento obliga a desnudarse de todo aquello que nos cerca y no nos acerca.
SI EL AMOR ALGUNA VEZ...
Aute ha sabido entregarnos canciones de amor como muy pocos, es decir, canciones donde el amor es representado a plenitud: como la pasión desesperada de “Mojándolo todo”; como aquel amor escurrido entre las manos que reaparece un tanto tarde, de visita, a las cuatro y diez; como el amor menage a trois; como el que nunca tuvimos; y sobre todo como el des amor, que en el caso de la canción “ De noche todo el día” se escurre entre las esquinas del cuerpo, una vez más, refugio último: “Hace tiempo que tus labios/ me saben a conocido,/ que tus ojos transparentes/ son dos pozos infinitos,/ que mis brazos no te abrigan/ y los tuyos me dan frío,/ que tu voz y mis palabras,/ como torpes adjetivos,/ nada añaden al silencio/ de tu cuerpo junto al mío.”
– Amor y deseo, para muchos, son el valor central de tu obra. ¿Es la vida el deseo del amor?
– Qué curioso, parece que me hubieras hecho esta pregunta conociendo mi respuesta anterior. Allí queda respondido.
LA POESÍA NO ES UN OFICIO DE COBARDES
En su más reciente poemario, Volver al agua, Aute incluye textos que abarcan varias décadas; el epígrafe que acompaña el último capítulo, Templo de carne, es del poeta alemán Novalis, considerado uno de los más ricos expositores del romanticismo del siglo XVIII: “ No hay más que un templo/ en el universo/ y ése es el cuerpo humano./ Nada hay más sagrado/ que esa forma elevada.” Aute, tanto por su profundo conocimiento de la poesía como por sus textos mismos, es un caso excepcional en la cantautoría hispanohablante; nos encontramos frente ante un autor que crea la canción cuya música es el poema, o la canción cuyo poema es la música. Ello sin aludir al otro poema, el que sus lienzos nos entregan.
– Te recuerdo lo que has dicho; que a pesar de cuarenta años de creación, aún no logras la canción más cercana al poema perfecto. Entendiendo, como algunos han afirmado, que la poesía no es un oficio de cobardes... ¿Te atreverías a nombrar tu canción más acabada?
– No me atrevo porque no tengo el más mínimo deseo de que exista, por ahora.
– En tus pinturas, a mi parecer la más lúdica expresión de tus canciones, ¿se te hace más fácil verter la intención creativa?
– Muchísimo más fácil. No existen reglas del juego, y si las hubiera, habría que prescindir de las reglas, nunca del juego.
SE ACERCAN MUJER, TIEMPOS DE MALEZA...
Hemos dicho que el mercado, antiguo dios de la modernidad, hoy agoniza víctima de su propio veneno: la ambición que lo destruye todo. El Estado, “nuevo” administrador de la “colectividad” –es decir, del dinero de los bancos– es el tótem de la fe moderna, la más certera fuente de salvación. Y Aute, que lo predijo todo en 1989 en aquel apocalíptico álbum Segundos fuera , parecería el testigo ocular más adecuado para preguntar si ha valido la pena todo esto.
– ¿Qué se siente haber vivido la agonía del hombre contemporáneo? (por aquello de “Siglo xx, cambalache, problemático y febril...” y por supuesto, el último Aleluya).
– No sé si ha valido la pena; en todo caso nunca me he planteado el valor de las penas, porque si lo hubiera hecho, seguramente nada hubiera hecho. Mejor no hacerse preguntas boomerang. El hombre siempre fue contemporáneo en su tiempo y siempre fue agónico. El hombre (el ser humano, mejor) desde que nació se está muriendo, individual y socialmente. Dicen que la vida es puro aprender a morir. El “hombre nuevo” no existe ni existirá, pero hay que renovarse constantemente, sobre todo para no caer en el tedio de vivir. Lo que sucede es que “nuestra” contemporaneidad es la menos contemporizadora de todas las anteriores, porque habiendo pasado por un trágico y dolorosísimo proceso “civilizador” a lo largo de toda la historia, se obstina en destruir, sistemática y egocéntricamente, todo valor conquistado por la civilización, en nombre, no del valor de los bienes, sino de su precio. Y caiga quien caiga. Así vemos cómo está cayendo, en caída libre y por causa del llamado libre mercado, toda nuestra contemporaneidad.
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