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Los cineastas que participaron en Historias breves, más otros que debutaron casi al mismo tiempo, siguieron filmando con el mismo espíritu de autonomía y encontraron en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), creado en 1999, la mejor ventana de exhibición de su trabajo. Hoy, a trece años de distancia, la mayoría goza de reconocimiento internacional. Basta con mencionar a Daniel Burman (El abrazo partido), Adrián Caetano (Crónica de una fuga), Pablo Trapero (El bonaerense) y Lucrecia Martel (La Ciénaga), quienes, en buena medida, son los responsables de la actual internacionalización del cine argentino. LA ENCUESTA A principios de octubre, durante el Primer Congreso de la Cultura Iberoamericana celebrado en Ciudad de México, Lucrecia Martel acudió a la Cineteca Nacional para presentar La Ciénaga, primera de sus tres películas realizadas a la fecha (las otras dos son La niña santa y La mujer sin cabeza), que se exhibió en el marco de un ciclo de cine iberoamericano. Mientras La Ciénaga corre en una sala medio llena de la Cineteca, la cineasta argentina acepta de buena gana la invitación a dialogar sobre su obra. Tras una breve presentación de la película, Lucrecia Martel recibe de mi parte un ejemplar del libro 50 cineastas de Iberoamérica. Generaciones en tránsito 1980-2008, volumen editado por la Cineteca , que presenta una lista de los cincuenta cineastas iberoamericanos más destacados en la actualidad. La realizadora se alegra al ver su nombre y el de nueve de sus compatriotas en el índice. Entonces le explico que el libro fue producto de una encuesta aplicada a catorce especialistas de diversas nacionalidades, quienes entregaron un listado con cincuenta nombres de cineastas de la región que iniciaron sus carreras a principios de los ochenta o después. Los que obtuvieron un mayor número de menciones son los que conforman el cuerpo de semblanzas del libro. Lucrecia Martel pasa de la alegría al asombro cuando le digo que su nombre fue el segundo con mayor número de votos (empató con Pedro Almodóvar y Alejandro González Iñárritu), sólo detrás del brasileño Walter Salles. “Mira qué interesante, y qué miedo también”, suelta como primera reacción. Martel se muestra intrigada con la lista. Repasa los nombres y alza las cejas de vez en cuando. “Según este grupo de especialistas –se le interrumpe– eres la directora argentina más importante en este momento. ¿Qué te parece? –No sé, es raro, porque tengo la sensación de que mis películas no se han visto tanto, así que sinceramente no sé, tal vez sea una coincidencia. Aquí hay un montón de directores cuyas películas me gustan muchísimo, aunque sean mucho más accesibles que las que hacemos Carlos Reygadas, Lisandro Alonso y yo misma. A veces, mira, ¿te digo la verdad? Me parece que en estos casos es fácil sumarse a opiniones que se han escuchado en otros lados. ¿Me explico? Jugar a lo seguro, aunque no se conozca. Ese suele ser el camino más sencillo para sacar este tipo de listas. DECADENCIA Y ESPERANZA La Ciénaga se estrenó el 12 de abril del 2001 en Argentina, justo cuando el país se hundía en una severa crisis económica y política, misma que, ocho meses después, provocó la renuncia del presidente Fernando de la Rúa. Su sucesor, Eduardo Duhalde, declaró sólo a unos días de haber asumido la presidencia: “Argentina está hoy en una ciénaga, pero todavía hay escalones hacia abajo.” La ópera prima de Lucrecia Martel retrata la mezquina estancia veraniega en la casa de campo de una familia clasemediera del noroeste de Argentina, cuyos integrantes, sumidos cual bestias en el fango pantanoso, se revuelcan en el lodo y salpican su mísera humanidad ante el hastío provocado por la hostilidad del entorno. Los personajes creados por Martel son apáticos, sin expectativas en la vida, desesperanzados. Todos, hasta los niños, están inmersos en una vorágine decadente sin posibilidad de liberación. – ¿Tuviste la intención de hacer una metáfora de la realidad que vivían los argentinos en ese momento? – Quedó así, pero no fue mi intención. Como el estreno coincidió con la debacle de toda esa jauja menemista, con la ruina del neoliberalismo argentino, se le asoció con esa decadencia. Pero eso fue coyuntural. De lo que trata la película, en todo caso, trasciende ese momento histórico preciso. De cualquier manera, los que vivimos aquellos años, entre 1995 y 2001, teníamos una sensación fuertísima de que la cosa se venía abajo. La Ciénaga conectó con un sentimiento generalizado en un momento preciso de nuestra historia. Pero existe también otra sensación de derrumbe, una mucho más profunda y antigua, que tiene que tiene que ver con la historia de los países latinoamericanos; me refiero a las enormes diferencias entre las clases sociales. Yo me siento identificada con esa preocupación, con esa otra sensación de derrumbe, de injusticia a largo plazo, que con cualquier asunto político coyuntural. La Ciénaga es una metáfora política, sí, pero una que trasciende a la crisis de su año de estreno. – Sus personajes me parecen decadentes y patéticos. –La clase media que retrato es una con pretensiones, pero con un deterioro económico y moral notable. El punto es este: para mí la esperanza del mundo está precisamente en la decadencia de valores, en la debacle del sistema económico y de instituciones como la familia y la Iglesia. Cuando me dicen que La Ciénaga es una película opresiva, pienso que no me di a entender bien o que no transmito bien mis ideas, porque para mí la decadencia es la esperanza. Yo espero que las cosas se derrumben por completo, que se colapse el sistema de servilismo imperante. Saber que eso está sucediendo me hace muy feliz.
LOS INÚTILES LIBERADOS La tesis de Martel comienza a tomar forma: para liberarse primero hay que decaer. Esto aplica tanto al sistema neoliberal como a nivel personal. Lo interesante es que tanto en La Ciénaga como en La niña santa, la liberación, aunque nunca consumada, se presenta como alternativa sólo en los personajes femeninos. Y Martel comenta: – Es más fácil que la esperanza esté en los personajes femeninos, porque son los que tradicionalmente ocupan el lugar de fracaso en la sociedad. Es más fácil que alguien se escape, se libere, estando en la zona del fracaso, que es la que generalmente ocupan las mujeres, que estando en la zona que te exige éxito a toda costa, sabes, la del hombre que vive con la presión laboral, económica y social, y que debe mantener a su familia. – Entonces, ¿por qué presentar a los hombres como unos inútiles? – Hay una cosa que me pasa a mí: me encantan los personajes masculinos que han quedado afuera de ese lugar de éxito. En La niña santa, el hermano de la madre de la protagonista es un hombre inútil. Y a mí los hombres inútiles me apasionan, porque se liberaron de toda esa presión social y viven con fragilidad y locura, sin pretender nada. Son como niños que juegan a vivir. La esperanza está en ellos y en las mujeres en general. CINE DE GÉNERO, MI VERDADERA VOCACIÓN Hace unos meses, Lucrecia Martel declaró que estaba interesada en adaptar al cine El Eternauta, una novela gráfica de ciencia ficción escrita por Héctor Germán Oesterheld (desaparecido durante la dictadura) e ilustrada por Francisco Solano López, que fue publicada por primera vez a finales de los cincuenta en la revista argentina Hora Cero. El Eternauta narra la invasión a Buenos Aires por seres extraterrestres y la lucha de resistencia encabezada por Juan Salvo, a quien apodan El Eternauta. – ¿Lucrecia Martel, referente del Nuevo Cine Argentino (bueno y barato) quiere hacer una película de ciencia ficción tipo La guerra de los mundos? – Sí, por supuesto que voy a hacer El Eternauta. Llevo más de un año trabajando en el guión, desde que estaba filmando La mujer sin cabeza, y ya no puedo hacer nada sin pensar en este proyecto. Quiero terminar de escribir en abril y luego ya veremos qué dicen los productores. – Es algo completamente distinto a lo que has hecho. Estamos hablando de una producción carísima, del uso de tecnología digital, etcétera. – Sí, pero piensa: ¿es en verdad tan diferente? En primera, siempre me gustó mucho el cine de género: el fantástico, de terror, el Western. El Eternauta trata de una sociedad invadida por un poder de destrucción imposible de vencer. Sin embargo, los ciudadanos que han sobrevivido al primer ataque, aun a sabiendas de que no pueden ganar, deciden combatirlo. Me parece que eso es algo grande. Yo lo veo mucho más por ese lado que por la acción y los grandes efectos especiales. Es la persona común que está en una ciudad invadida y se convierte en ciudadano sobreviviente. Esa metamorfosis me encanta. Además, Buenos Aires es una locación fantástica para mí, porque es a donde me mudé a inventar mi vida; es una ciudad que la siento inventada por mí misma. Por eso me da mucho placer el poder hacer una película de ciencia ficción en un lugar que para mí es de ciencia ficción. – ¿Y habrá muchos efectos especiales? – Sí, todo eso, pero usado en la manera que a mí me parece correcta. El asunto es saber qué es lo que quieres lograr con los efectos especiales. Si en El Etarnauta Buenos Aires queda completamente destruida, pues voy a tener que acudir a la tecnología digital para filmarlo, si no imagínate, ¿cómo lo resuelves? – Es un cambio radical. – Sin duda. Pero es un cambio del que nunca me sentí muy lejos. De hecho mis primeros trabajos estaban mucho más cerca del cine de género que mis tres largometrajes. Quién sabe, igual con el tiempo resulta que esta trilogía fue una desviación de mi verdadera vocación, que en realidad es el cine de género. Mira, cuando terminé La mujer sin cabeza sentí que debía cambiar el rumbo, como si ya estuviera tranquila respecto a algo. Tuve una sensación de paz y me dije: “Ya está algo terminado y ahora voy a ir para otro lado.” Y la verdad no siento a El Eternauta tan extremadamente lejos de lo que hago, o por lo menos de lo que pienso. De hecho, el procedimiento que estoy usando para trabajar en el guión es muy similar a lo que hacía antes, aunque en pantalla el resultado será muy diferente. Te puedo decir que será una película de género, cuyo objetivo será llegar a la mayor cantidad de público. – ¿Cómo identificas tu participación en el cine? – Para mí, hacer películas es una manera de presentar un discurso público, en el sentido de compartir lo que pienso con mis contemporáneos. Y eso, si lo piensas, es política, pero en el sentido clásico de la palabra. |