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Hugo Gutiérrez Vega
ESTHER SELIGSON Y EL TEATRO
Mucho le debe a Esther Seligson el teatro universitario. Sus reseñas, recuentos, ensayos sobre la tarea teatral de la UNAM, fueron y son orientadores y, lo que es mejor, humildes en el mejor sentido de la palabra, pues Esther establecía con las puestas en escena un juego dialéctico: se dejaba orientar por ellas y, posteriormente, sus opiniones nos orientaban a los que caminábamos por los escenarios. Recuerdo especialmente su reseña de Tío Vania dirigida por el maestro inolvidable, Ludwick Margules. Vio la obra varias veces (yo sabía dónde se sentaba y en más de una ocasión le dediqué la callada estridencia de mi Serebriakov, así como sus pomposos juegos y su hipocondría bajo la lluvia artificial que controlaba con mano maestra Alejandro Luna). Los actores sabíamos que Esther era y es una persona justa y sincera, alejada de las mafias y camorras teatrales. Por eso leíamos con avidez sus reseñas y nos sentíamos confortados, mientras que sus recomendaciones nos obligaban a reflexionar y a replantear algunos aspectos de la composición de nuestros personajes.
En este libro (El teatro en México, UACM) que mucho aporta a la historia del teatro en México, aparecen reseñas en las que se tratan todos los aspectos de las puestas en escena y se les ubica en su momento histórico y en el clima espiritual de su tiempo. Se asoma, además, a otras latitudes y nos habla de Rajatabla de Venezuela y del teatro Stu de Polonia.
Pero no sólo es un libro que reúne reseñas, sino un conjunto de reflexiones sobre el teatro en México. Recuerdo con especial entusiasmo sus crónicas tituladas Un año de teatro. En ellas está el material que de tanta utilidad será para el análisis histórico, pues Esther opinaba según se lo dictaban su “leal saber y entender” y, a fe mía que mucho sabía y mucho más entendía.
Sus radio days están presentes en su nostalgia radiófila y analiza las perspectivas para un teatro popular. Ese tema apasionó a Lunacharsky y fue liquidado por completo por el realismo socialista predicado por el siniestro Dzjanov en los inicios del estalinismo. Su prédica, no hay que olvidarlo, se convirtió en censura autoritaria (como todas las censuras) y estableció un régimen de terror que hizo un daño mortal al teatro y a la cultura en general.
Visita el festival de Cali, reflexiona sobre el teatro infantil y se lanza contra la censura.
Este libro contiene las reseñas de lo mejor que ha sucedido en el teatro mexicano de los últimos tiempos. La labor desarrollada por Esther Seligson en la revista Proceso y la edición de este libro que debemos a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, son momentos fundamentales de nuestro teatro. Para Esther, Proceso y la Universidad nuestro agradecimiento y nuestra admiración.
Leyendo el libro (perdón por la autorreferencia) sentí la nostalgia del camerino y de la posibilidad de ser otro en cada puesta en escena. Recordé mis días en Tío Vania, en La hija de Rapaccinni, en Lástima que sea puta y en Sabaoth. Recordé al Gurrola de Los exaltados, de Musil y de Roberte ce soir, de Klossowsky, al Margules de Vania, a Nancy Cárdenas y su Misterio bufo, de Dario Fo, a Nacho Hernández y su Rapaccinni paciano, al Leñero de Los albañiles y de La mudanza, al Héctor Mendoza de In memorian, al Juan Ibañez de Divinas palabras, a Nicolás Nuñez y Eduardo Ruiz Saviñón en su Sabaoth, en fin... recorrí varias décadas de teatro mexicano y gocé la prosa directa y clara de Esther así como su apasionado conocimiento del teatro en México.
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