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HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Leandro Corona, juglar
GREGORIO MARTÍNEZ
El poeta
ARIS DIKTAIOS
En honor de un documento no destruido
JELENA RASTOVIC
Alabanza al santo duque Lázaro
MONJA YEFIMIA
Kósovo: un despojo a la vista de todos
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
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En honor de un documento no destruido
Jelena Rastovic
Sólo fueron destruidos unos cuantos adoratorios.
Hari Holkeri,
Comandante en Jefe de la UNMIK
Panorama de desolación en Kosovska Mitrovica |
Lo que para el militar occidental es una cuestión casi baladí, para los serbios forma parte de su historia y su tesoro artístico. El pasado, desde luego, tiende a convertirse en mito, particularmente cuando se trata de los tiempos de la fundación de un Estado nacional. El primer Estado serbio fue una monarquía, fundada por la dinastía Nemanic, que reinó alrededor de doscientos años (los siglos XII y XIII), más que ninguna otra en la historia de Serbia.
En la época del reino del zar Uroš, bajo el reinado del hijo del más poderoso de los Nemanic, el zar Dušan, ocurrió la célebre Batalla de Kósovo (1389), cuando los serbios fueron vencidos y su territorio fue ocupado por un enemigo más poderoso: los islamitas otomanos. Lo más difícil para los esclavizados fue conservar su identidad religiosa y nacional. Esta es la razón por la que el brillante período de los Nemanic y Kósovo se volvieron el mito al que, se dice, los serbios no renuncian. Hoy, esto es una paradoja: ¿el mito es el pasado glorioso, o la libertad y la soberanía de los serbios?
Entre tanto, para los que no experimentan tal afecto por el pasado de Serbia, quiero revelar una visión, no por afectiva, menos dolorosa.
El pasado es un gran cuento contado por los documentos, las escrituras de las personalidades reales de aquel tiempo, así como por las iglesias y los monasterios que levantaron los antiguos señores. En Kósovo, hasta 1999, había decenas de iglesias y monasterios que databan de los siglos XII, XIII y XIV. Los serbios guardaban del olvido estos testimonios de lo que alguna vez fue su pasado. Mientras para muchos sólo se trataba de objetos sagrados y santuarios, estas iglesias y monasterios –con su arquitectura y arte–, contaban cómo fue la gente que alguna vez vivió ahí, qué pensaba, cómo veía la vida y el mundo.
Además de las tentativas de los grandes filósofos y artistas por dar una explicación de lo que son la poesía, la literatura y el arte, cada uno de nosotros tiene alguna respuesta y alguna posición ante estos dominios del espíritu humano. Hay quienes crean, investigan y gozan de la literatura y el arte, y hay quienes no leen nada. El arte y, particularmente, la literatura, nos hablan de esos dos tipos de persona: en las imágenes contadas (re)conocemos y comprendemos al otro.
Monasterio Ljubostini donde vivió Monja Yefimia |
Las últimas destrucciones de las iglesias y monasterios –cometidas por los albaneses (sin que siquiera fueran “molestados” por las fuerzas “pacificadoras” de la otan desde 1999 hasta 2008)–, sumadas al destierro de los serbios y el robo del territorio que histórica y legalmente siempre fue parte de Serbia, aniquilaron y borraron las fuentes de un hermoso cuento que podía contarse desde un pueblo hacia otros pueblos: las fuentes del (re)conocer y comprender las personas que somos.
En aquellos lejanos tiempos vivía una mujer, la Duquesa Jelena, hija de un señor en el Imperio del zar Dušan. Fue esposa del paladín serbio Uglieša Mrniavcevic y madre del hijo de ambos. Después, su marido pereció en una batalla contra los turcos y el hijo falleció a la edad de cuatro años. Según la costumbre de aquel tiempo, la viuda pasó a ser monja: Yefimia. Ante la invasión de los turcos, el Islam y la esclavitud, tuvo que abandonar Ser, su ciudad, dejar las tierras del sur de Serbia y, como los demás serbios, refugiarse en el norte. Pasó su vida en el seno de la familia del duque Lázaro Hreblianovic y su esposa Militsa. El duque Lázaro heredó el trono después del último Nemanic, el zar Uroš. A él le tocó llevar al ejército serbio hacia el encuentro sangriento con los turcos, en el Campo de Kósovo. Ahí luchó, mató al sultán Murat i y perdió la vida en nombre del cristianismo y la libertad.
Una de las más hermosas imágenes del duque Lázaro y de la situación en la Serbia ocupada fue creada por la monja Yefimia en su Alabanza al santo duque Lázaro. En este texto, bordado de palabras –bordadas también con la hebra de plata en la tela que cubría el ataúd del duque Lázaro–, podemos leer cómo, después de la muerte del duque, su familia y su pueblo fueron ocupados por los turcos y cómo sus hijos tuvieron que participar en guerras ajenas. En el final de la Alabanza... radica la revelación insospechada de la delicadeza humana, la sensibilidad y la inteligencia de la monja Yefimia.
Estamos profundamente tristes por la destrucción de las iglesias y los monasterios en Kósovo –corazón de Serbia–, de las fuentes culturales y las historias acerca de lo que alguna vez fue.
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