Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
A ver qué pasa
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ
Lo pasado
MINÁS DIMÁKIS
Tlayacapan: ruinas
de utopía
CLAUDIO FAVIER ORENDAIN
Tlayacapan
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Guajana y la pasión
sin pausas
LUIS RAFAEL SÁNCHEZ
Robert Capa trabajando
MERRY MACMASTERS
Origen y sentido del Carnaval en Brasil
ANDRÉS ORDÓÑEZ
Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES
Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Distorsiones y rezagos (IV de VI)
Cuando en Ciudad de México arrancaba la quinta edición del Festival Internacional de Cine Contemporáneo, FICCO –inabarcable atracón para cinéfilos, con decenas y decenas de propuestas interesantes–, una de las producciones mexicanas de rezagado estreno mencionadas aquí hace un mes, Llamando a un ángel, finalmente ingresó a la cartelera comercial. Muy pronto, también, se exhibirá La vida inmune. De buena fuente se sabe que Partes usadas ya tiene distribuidor pero que éste ha decidido aguardar hasta dentro de algún tiempo.
Distinta suerte siguen –y muy probablemente seguirán– corriendo cuatro de las referidas diez cintas víctimas de nuestro distorsionado sistema de exhibición fílmica. Pero víctimas también, a qué negarlo, de su inviabilidad, visto el asunto con los ojos de un distribuidor con poca lana o pocas ganas de arriesgarla presintiendo su apuesta perdida de antemano.
CUANDO EL TEMA ES EL PROBLEMA
Hay temas por los cuales nuestro cine y nuestros cineastas manifiestan una no declarada pero no por eso menos evidente –y persistente— renuencia. Uno de ellos es el oscuro, truculentísimo, trágico período conocido como la guerra sucia, durante el cual, de manera similar a como sucedió en toda América Latina, en México la protesta social, así como el activismo y la disidencia política, fueron respondidos gorilescamente desde el flanco gubernamental.
Al respecto, en el último lustro y con resultados de magra fortuna tanto en su planteamiento como en la respuesta del público, sólo se ha producido y exhibido De qué lado estás. Al igual que dicho filme, y como si el tema fuese de suyo abstruso, Cementerio de papel, de Mario Hernández, tampoco logra cuajar completo el cometido, en este caso básico e insoslayable, de ser y hacer una denuncia respecto de un pasado reciente ignominioso. Ya desde el guión, autoría de Xavier Robles a partir de la novela homónima de Fritz Glockner, comienzan los problemas. Si bien es claro que se trata aquí de conferirle su real dimensión e importancia al Archivo General de la Nación –ubicado en lo que fuera la cárcel porfiriana de Lecumberri, el terrible palacio negro–, indicando que en sus anaqueles, sean disponibles o reservados, duermen pruebas y testimonios de conversión perversa de disidentes en delincuentes, fabricación de culpabilidades, desapariciones forzosas, tortura sistemática, asesinato y otras lindezas oficiales; si bien se apunta sin ambages a que en el tiempo presente los métodos de la clase en el poder no han variado gran cosa cuando de solaparse y cubrirse las espaldas se trata, el vehículo narrativo elegido para Cementerio… ofrecía el muy elevado riesgo de no superar ciertos esquematismos –que parecieran consustanciales al tema, e incluso a todo intento fílmico de ficción mexicano por abordar escabrosidades político-policiales–, así como ciertas omisiones y “licencias” que, en este caso, resulta imposible no llamar escamoteos.
La trama misma e inclusive los personajes principales adolecen de graves debilidades: la primera, cuando de manera tan incomprensible como innecesaria se concentra más que otra cosa en despepitar aquello a la manera del más cuadrado de los thriller, y, salvo uno que otro flashback relegado a funciones de algo que parece mero efectismo, olvidando que el verdadero asunto no era la persecución perruna de malos contra buenos, con todo y chica guapa metida con calzador en una trama que no la necesitaba en absoluto. Débiles asimismo tanto ella como los personajes protagónicos, porque a ninguno se le permite casi rasgo alguno de naturalidad. Al proporcionar información casi como si fuesen narradores en off, cuando se supone que están poniendo claras sus pistas entre ellos, lo único que sucede es que lucen esquemáticos, paradójicamente planos cuando se les pudo dar un trazo –dada su condición de periodistas primero aferrados a cumplir bien con su oficio y luego puestos en trance de muerte por ello– mil veces más verosímil, factor que no logran las corretizas, las contusiones que se llevan los protagonistas, ni tampoco ciertas referencias contemporáneas reales, por ejemplo, un innecesario guayabazo a este diario, o la participación de doña Rosario Ibarra de Piedra.
FALTAN TRES
A falta de espacio, quedan pendientes tres filmes de muy distintos registro e intenciones, sin embargo hermanados por la dificultad que entraña ponerlos en circulación fuera de festivales y muestras: Espérame en otro mundo, de Juan Pablo Villaseñor; Ópera , primer largometraje dirigido por Juan Patricio Riveroll, y finalmente Polvo de ángel, de Óscar Blancarte.
(Continuará)
|