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Ars magna combinatoria (III Y ÚLTIMA)
¿Hace falta enumerar los demás azares dispuestos en “El jardín de senderos que se bifurcan”?: también están los de contar con un antepasado que construyó un nunca encontrado laberinto, al que dedicó trece años de su vida, abandonando el poder temporal: Ts'ui Pên; escuchar el sonido de una flauta que el protagonista no advierte, porque toca música china; descubrir que el laberinto de Ts'ui Pên no es físico, sino metafísico, que se encuentra fundado en el tiempo y su cifra se encuentra dentro de los límites de una novela caótica: El jardín de senderos que se bifurcan; confrontar la casi inverosímil situación de que el descendiente del constructor de un laberinto, catedrático universitario que trabaja como espía, se encuentre en Ashgrove con el único hombre, un occidental, que ha hallado el laberinto y descifrado el caos de la novela; conversar durante una apacible hora acerca de ese laberinto hecho de tiempo y tener que matar, antes de la llegada de Madden a la casa del sinólogo, a quien ha sido un Goethe, el desvelador del misterio…
Todo en el cuento es de tan precisa exactitud que pasan desapercibidas sus inverosimilitudes y absurdos: lo más extraño siempre coincide, tal como no ocurre en la realidad. El lector avisado podría advertir, en el punto dicho, que existe una misteriosa simetría entre el laberíntico cuento de Borges con la enloquecida novela de Ts'ui Pên, hasta que Stephen Albert expresa el despejamiento del misterio: “ Me remitieron, de Oxford, el manuscrito que usted ha examinado. Me detuve, como es natural, en la frase: Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan. Casi en el acto comprendí; el jardín de senderos que se bifurcan era la novela caótica; la frase varios porvenires (no a todos) me sugirió la imagen de la bifurcación en el tiempo, no en el espacio. La relectura general de la obra confirmó esa teoría. En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta a diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts'ui Pên, opta –simultáneamente – por todas. Crea , así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones de la novela.”
En ese punto, ocurre una doble anagnórisis: Yu Tsun descubre el sentido de la aparente insensatez de su antepasado por la intermediación de un bárbaro (un inglés); el lector, que el cuento de Borges reproduce formalmente su propio contenido, pues describe un laberinto temporal y narrativo desde un sutil laberinto temporal y narrativo en el cual se explican todas las posibles contradicciones, rarezas y coincidencias del texto: “ A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma.”
No en balde, Calvino dijo en “Multiplicidad”, uno de sus últimos ensayos: “Su ensayo [ sic ] sobre el tiempo, ‘El jardín de senderos que se bifurcan' […] se presenta como un cuento de espionaje, que incluye un cuento lógico-metafísico, que incluye a su vez la descripción de una interminable novela china, todo concentrado en una docena de páginas.”
Una vez con las claves esenciales del cuento, el lector puede darse cuenta de que “El jardín de senderos que se bifurcan” no sólo es un texto que enuncia una interesante tesis acerca de las permanentes bifurcaciones en que se desenvuelven la libertad y el libre albedrío, sino que adquiere la forma narrativa de la materia contada: su importancia no sólo radica en la expresión conceptual de una provocadora visión del tiempo, sino en reproducir en el significante cuanto se dice en el significado, en un doble nivel: el cronológico y el laberíntico. De ahí que, para ciertos lectores, la respuesta frente al cuento de Borges sea la misma perplejidad con que Yu Tsun miraba la obra de su antepasado, incapaces de apreciar el exacto cristal que tienen ante sus ojos; de ahí que en esa bifurcación del tiempo ocurran tan “inverosímiles” coincidencias.
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