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Los liderazgos de Pakistán
A LA EDAD DE PIEDRA
La pila de escombros de las Torres Gemelas seguía humeante cuando supuestamente Richard Armitage, quien era asistente del entonces secretario de Estado Colin Powell, se comunicó con el presidente golpista paquistaní Pervez Musharraf para advertirle que, de no cooperar con el ataque estadunidense contra Afganistán, su país sería bombardeado hasta dejarlo en la Edad de Piedra. O, por lo menos, eso es lo que entendió Musharraf. Armitage declaró que nunca dijo nada semejante y añadió: “De hecho verifiqué los cables para asegurarme” (como si decir algo semejante pudiera olvidarse fácilmente). Lo que sí dijo fue que “Pakistán debía decidir si estaba con o contra nosotros, que los estadunidenses verían todo en blanco y negro, que la historia comenzaba ese día… Si le interesaba cooperar les presentaríamos una lista de requerimientos no negociables. Musharraf obviamente respondió que sí a esa oferta que no podía rechazar. “Yo nunca hubiera amenazado a alguien si no podía cumplir, por tanto nunca amenacé con el uso de la fuerza.” Sea cual sea la motivación que llevó a Musharraf a apoyar abiertamente al régimen de Bush en la guerra, ese compromiso se tradujo en miles de millones de dólares de apoyo para pelear la “guerra contra el terror” contra Al Qaeda y el talibán (la mayoría de los cuales terminaron invertidos en armas para preparar una guerra futura contra India, y en el arsenal atómico). Por otro lado, el generalísimo fue objeto de un par de serios atentados contra su vida. DERROTA
El partido y los aliados de Musharraf fueron barridos en las recientes elecciones de febrero. Al perder tan estrepitosamente, el general megalómano corre el riesgo de que sus partidos rivales se unan en contra de él, le levanten cargos y tenga que pagar por sus crímenes, su toma del poder, su gusto por encarcelar jueces y abogados opositores, su despilfarro en armas y su incompetencia criminal. No solamente el general se ha convertido en una figura universalmente despreciada en su país, no sólo por su hipocresía (jugar el juego de los estadunidenses al fingir que reprime a los fundamentalistas cuando en realidad los ha tolerado y les ha permitido organizarse), sino también porque es visto por gran parte de los paquistaníes como el autor intelectual del asesinato de Benazir Bhutto.
LA EFÍMERA MATRIARCA
El 27 de diciembre de 2007, Benazir Bhutto pasó oficialmente a convertirse en mártir de su patria. Bhutto fue primera ministro de su país en dos ocasiones, en ambas fue retirada de su puesto acusada de corrupción y de enriquecerse misteriosamente al lado de su marido, Asif Ali Zardari, quien pasó ocho años en la cárcel y tiene un sórdido pasado. La segunda vez Bhutto se autoexilió en Dubai, en 1998, debido a que los cargos de que se le acusaba podían enviarla a prisión por largo tiempo. La señora regresó a su país en octubre de 2007 gracias a que el gobierno de Bush negoció con Musharraf para eliminar los cargos en su contra. El regreso de Bhutto era otro plan genial de los neocons para instalar en el poder a un líder carismático (¿¿??) aliado y en deuda con Estados Unidos, para reemplazar a un Musharraf insostenible. Esta era una más de los muchas exigencias que Estados Unidos consideraba como legítima imposición de la democracia. El mismo día que Bhutto regresó a Pakistán, la recibió un atentado de bomba que mató a más de cien de sus seguidores.
UNA LÍDER CASI PERFECTA
Para alguien completamente ignorante o negligente de la historia de Pakistán (como los integrantes del equipo Bush), Bhutto parecía una buena opción para ser instalada como títere: hablaba bien inglés, estudió en Oxford, era atractiva, de buena familia y conmovía a las amas de casa de Wisconsin y Connecticut cuando hablaba apasionadamente de la democracia, los pobres, la condición de la mujer y el peligro del extremismo. Bhutto fue acusada durante sus gobiernos de reprimir y, en algunos casos, de eliminar opositores; de ser incompetente en materia de política y economía y sobre todo de enriquecerse de manera faraónica. No podemos olvidar que durante su segundo gobierno cobró fuerza e importancia el talibán gracias al apoyo que le brindaban los servicios secretos de Pakistán. Pero entre los cargos menos mencionados de la primera mujer primer ministro de un país musulmán, debería contarse su casi total abandono de la causa femenina, su falta de voluntad para oponerse a los mulas y por lo menos retirar leyes tan brutales como aquella que considera que el adulterio y la violación son en esencia iguales
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