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Trigo trillado para la triste mula
Tristemente
tiene toda la razón el querido colega Javier Betancourt,
cuando en el número 1601de Proceso nos recuerda que
"ni modo, la misma queja y la misma cantaleta cada año:
la cartelera de verano desanima hasta al cinéfilo más
entusiasta". Vayan aquí la cita y la queja reiterada
para dejar constancia una vez más en este espacio como
en el de Javier y otros críticos reacios a ser meros e irreflexivos
actorreflejos de la monotonía que se nos receta a todos los
cineros en general--, de que hay costumbres tan infalibles como
deplorables.
CIFRAS
PARA DOCUMENTAR LA INSANIA
Sin contar los espacios
cuya vocación se supone tendiente al cine de arte o de autor,
la Zona Metropolitana de Ciudad de México cuenta con más
de ciento veinte ubicaciones, repartidas de norte a sur y de este
a oeste, donde puede acudirse a ver el comúnmente llamado
cine comercial; añádase al dato que esos más
de ciento veinte domicilios tienen, en promedio, ocho pantallas,
lo que arroja la bonita cifra, en números redondos, de mil
"cines"; las comillas quieren remarcar el hecho de que
un gran número de esos espacios no merecen tanto apelativo,
pues con trabajos alcanzan las dimensiones de algún viejo
y digno cineclub, para no hablar de las dificultades que tienen
para que uno mire la película y no sienta estar en un local
neoliberalmente improvisado, muy al estilo de esas sucursales bancarias
armadas al vapor en accesorias que alguna vez fueron bodega, colchonería
o minisuper. No sé usted, pero en materia de salas cinematográficas,
y a diferencia de otros proporcionadores de placer, este sumeteclas
está convencido de que el tamaño sí importa.
Fotograma de Inland Empire |
Sea como sea que se les
pueda nombrar, hay mil cines en los cuales puede verificarse que
la cosa está todavía peor que hace dos semanas, cuando
también se habló del tema en este espacio, pues de
las veintiún propuestas lo de "propuestas"
era y sigue siendo sólo un decir-- disponibles entonces,
hemos pasado a la miseria de diecinueve, con todo y los estrenos,
pocos o muchos, ocurridos en los dos últimos fines de semana.
BOTÓN
DE ARRIBA
Felizmente, el único
estreno en cartelera comercial que de verdad vale la pena es la
que acaso pueda considerarse la más compleja, osada en
su exploración temática y conceptual-- y audaz en
términos formales-- de las películas filmadas por
David Lynch, cineasta reconocido precisamente por exhibir, en cada
estación de su célebre filmografía, esas y
otras cualidades. Inland Empire (Francia-Polonia-Estados
Unidos, 2006), al español rebautizada de manera no muy precisa
como El Imperio, es muchas cosas al mismo tiempo. Entre las
más notables no pueden soslayarse las siguientes: para empezar,
de las muchas películas que a lo largo de la historia han
tenido al propio cine como tema principal, El Imperio es
acaso la más incisiva y la que con mayor habilidad lleva
a cabo las infinitas vueltas de tuerca que al respecto pueden aplicarse
tanto a nivel argumental como en el plano icónico. No conforme
con ese logro, Lynch se da el enorme lujo de no hacer que esa mirada
de muy depurado formalismo uroborista sea el punto de arribo sino,
apenas, el de partida para lanzarse, con su habitual energía
alucinante, a la elaboración de círculos concéntricos
que van absorbiendo --como las ondas producidas por una enorme piedra
que cae en vertical a las aguas de un estanque muy profundo-- los
terrenos del sueño; la locura que ignora serlo y se disfraza
de normalidad; la máscara implícita en el hecho de
actuar, lo mismo que la otra implícita en el hecho aparentemente
asequible y cotidiano de no actuar; la naturalización perniciosa
de esa máscara cuando se pega al rostro que la alberga; los
monstruos de la razón de los que hablara Goya, más
un etcétera definitivamente perturbador.
Fiel a sus taras, el
verano de nuestro exhibidor le concede la tacañería
de nueve salas a esta maravilla, con la garantía de que el
antipodismo de Lynch cercene más pronto que tarde la posibilidad
de gozarla.
BOTÓN
DE ABAJO Y DE MÁS ABAJO
Eso sí, sobran
horarios y localidades de donde salir decepcionado luego de ver
que Steven Soderbergh no deja de echar a retozar su manidísimo
gato, cada verano con más vidas, pues Ahora son 13.
Si cuando sumaban once no era gran cosa
Ya en el sótano,
el republicano Bruce Willis dispone de ochenta y tantos espacios
desde horas tan impertinentes como las diez y diez de la mañana,
para tomarle el pelo a quien busque algo interesante o valioso en
su cuarta versión de Duro de matar. En serio que hay
que joderse.
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