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AJUSTE
DE CUENTAS
JOSÉ
ÁNGEL LEYVA
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Eduardo Moshes,
Susurros de la memoria,
Conaculta, Práctica mortal,
México, 2006.
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Si algo mueven los recuerdos en el
terreno sensorial de un texto poético son las sinestesias.
Vemos sonidos, escuchamos aromas, olemos voces, tocamos luces y
colores, degustamos atmósferas y movimientos temporales.
Esa inmensa red sensitiva que se teje para atraer el tiempo perdido,
historia que se toca con la honda navegación del inconsciente.
El poeta se planta en los dominios de la palabra, en su capacidad
de nombrar y de reinventar la realidad. Eso que para Lacan es por
definición insoportable, lo mismo que para el rey Edipo,
quien prefiere sacarse los ojos para no ver el escenario de los
hechos. Claro, los ojos podrán estar apagados, pero no la
mente.
Eduardo Mosches tira
una hebra que lo conduce al otro Mosches, al hijo y al padre, al
ayer y al devenir constante. Jorge Eduardo es su propio ancestro
y su descendiente, conversa con ambos, persuadido de que se pone
en su lugar, en sus zapatos. Juega con la intertextualidad para
dar la impresión de que en el diálogo entre el padre
y el hijo hay una presencia impersonal que no se ruboriza, el poeta,
no el hombre. Pero no puede impedir que brote del alma esa voz que
habla en primera persona del singular: "Los alisios hogareños
quebraron/ no pocas veces mis jarcias infantiles [...] La voz susurra
una canción hecha milonga/ pedazos de vida hacen reunión/
en el deseo de lo no realizado."
Foto: Luis Humberto González/archivo La Jornada |
El miedo emerge como
cáscara del pasado, como eco de la desolación y el
vacío de una familia sometida al Holocausto, al exterminio.
El niño del poeta, hijo de sí mismo, se reconoce en
la verbalización del espanto. Mosches, el niño, no
deja de jugar con los huesos y las glándulas de Eros y Tanatos:
"Es posible que cierto lejano familiar/ mordiese muslos que
bajaban de los trenes/ en Treblinka o Auschwitz [...] Todo eso fue
antes/ que creciera la sombra de un bigote/ y enfrentase otros dientes
amenazantes/ en alguna manifestación en contra o a favor/
calidez y nostalgia/ cariño de niñez perdida por la
obligación de las pesadillas."
El hilo de la memoria
no son sólo recuerdos de imágenes vividas sin la historia
vívida del hombre y sus antecedentes, la historia a lo grande,
con sus revoluciones, sus utopías, sus desastres, de la mano
de esa otra historia personal en el cambio de la voz y los deseos.
Luego esa memoria, esa noción del abismo en el laberinto
del tiempo donde: "algunos amigos de la infancia/ han quedado
por siempre en los túneles de los desaparecidos". Hay
pendientes que no dejan dormir o reposar en un sofá y quizás
tampoco en el diván de las confesiones, sino en la agitación
de los sentidos, en el hervor de imágenes que se vuelven
letra, signo, conjuro para que nadie olvide, más allá
de las genealogías, la experiencia humana.
Así llegamos al
ajuste de cuentas, donde no hay edad para el dolor y la catarsis.
Conmueve, sí, porque no es llanto y alarido, sino pasión
que se comparte, voz que canta su destino, su verdad. El poema "Reconocer"
es un botón de muestra: "Llegó el momento de
tomar/ mi pasado familiar/ roerlo entre dientes/ desgarrarlo con
uñas/ abrirlo como lata de sardina/ para concluir como en
noticia de periódico/ con dolorosa certeza:/ mi madre fue
mujer golpeada."
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Los años con Laura Díaz,
Carlos Fuentes,
Punto de Lectura,
España, 2006.
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Reedición de bolsillo de la
conocida novela que Fuentes entregó a la imprenta en las
postrimerías del siglo XX, en la que da cuenta de sinnúmero
de acontecimientos mexicanos e internacionales que marcaron a dicha
centuria. Es, también y cálidamente, uno de los libros
más cercanos a la autobiografía del autor de La
región más transparente.
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El edificio de la razón,
Jaime Labastida,
Siglo XXI Editores/UNAM,
México, 2007.
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Amén de editor, Labastida
es doctor en filosofía por la UNAM, tesitura en la cual ha
publicado, entre otros títulos, Producción, ciencia
y sociedad: de Descartes a Marx. En sus propias palabras, este
volumen busca "mostrar cómo los filósofos y científicos
han construido el edificio de la razón, es decir,
el sujeto científico mismo".
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El machismo invisible,
Marina Castañeda,
Taurus,
México, 2007.
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Edición "ampliada y actualizada"
del libro publicado hace cinco años por la también
autora de La experiencia homosexual, psicoterapeuta de profesión
y asidua de espacios radiofónicos y televisivos. Entre otros,
aborda temas tan acuciantes como los mitos y trampas del machismo,
éste en la comunicación, en el hogar, su relación
con el dinero e inclusive sus costos económicos.
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