Los libros y el siglo de Picasso
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Miguel Ángel Muñoz
Los libros y el siglo de Picasso
La presencia no sólo pictórica sino individual de Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, Francia, 1973) es, sin duda, uno de los escasos puntos estables que han marcado el arte del siglo XX. Idolatrado, discutido y desde luego "disimuladamente" mal envidiado, el arte de Picasso ha roto toda innovación estética de su tiempo. Incluso movimientos alejados de las creencias figurativas y formalizadoras del artista –como lo fueron el surrealismo o la abstracción temprana–, se nutrieron del despliegue imaginativo de Picasso.
En los últimos años se ha publicado una cantidad increíble de estudios sobre Picasso, algunos son sorprendentes como los de Sabartés (1946), Penrose (1958), Pierre Cabanne (1961) –sus cuatro tomos El siglo de Picasso–, Pierre Daix (1966), Palau i Fabre (1980), la biografía Vida de Picasso, de John Richard, hasta el extraordinario libro de John Berger The Success and Failure of Picasso (1993).
Recuerdo todos estos estudios pues este año se celebra el 125 aniversario del nacimiento de Picasso, los setenta años del nombramiento del artista como director del Museo del Prado y los veinticinco años de la llegada a España de Guernica, cuadro encargado por la República para el pabellón español de la Exposición Internacional de París de 1937 que tardó cuarenta y cuatro años en llegar a España, y que se ha convertido en un "símbolo universal", con elementos plásticos de la tragedia griega y el mundo mediterráneo.
En este marco, la obra de Picasso siempre confirma la curiosidad por épocas específicas en su evolución, mismas que demuestran la severa recapitulación de la visión occidental del arte. Una presencia apabullante que la disolución del arte por vericuetos "gestuales –dice Calvo Serraller– y performativos, en el umbral de un nuevo siglo, no hace sino acentuar como una manera contundente de ser artista moderno".
El libro Picasso. Style and Meaning, de Elizabeth Cowling, desglosa en setecientas certeras páginas y más de seiscientas ilustraciones, lo que podría calificar "el momento Picasso" del arte; esto es, la autora demuestra que la carencias de una voluntad de estilo coherente, reproche constante a Picasso es, nada más y nada menos, el argumento visual de la versatilidad inédita de un artista. Picasso se formó en las estéticas de la fragmentación y del sincretismo, entendió como nadie el peso de la tradición sobre las percepciones de la cultura artística contemporánea y, desde luego, descubrió un arte cuyas formas discrepan y conviven dentro del mundo del arte, por elocuentes que sean las determinaciones políticas, psicológicas o narrativas. Guernica es un claro ejemplo.
En el total de la obra de Picasso el gran problema se llama "pintura", como argumento clave de su arte, y la investigación de Cowling lo aclara: "El estilo no es para Picasso la caracterización formalizada de su manera particular de construir la pintura, sino un repertorio abierto de acreditadas soluciones plásticas, cuajadas en el tiempo y siempre al alcance del artista capaz de someterlas a su proyecto figurativo." Ya lo decía Picasso: "El único paisaje y el único estilo que me interesa es la pintura."
Sabartés es el primer gran desconcertado por la infidelidad de Picasso. Matisse lo denunció como "oportunista depredador". En 1901 Celicien Fogus atribuía el desprejuiciado eclecticismo de Picasso a su inmadurez y "detectaba" claras influencias: Delacroix, Degas, Monet. El mismo John Berger entiende la carencia de estilo como el soporte de su fracaso: "Incapaz de establecer un lenguaje propio, el artista se desintegra en discutibles apropiaciones figurativas licuadas por una facilidad artística casi patológica. No hay duda de que es difícil disecar el genio de Picasso."
Rosalind Krauss propone el año de 1914, cubista, como el más importante en el desarrollo de una lógica formal de su obra. En 1907 ya había pintado Les Demoiselles dAvignon (The Philadelphia Museum of Art) y le faltaban algunos años para pintar Guernica (Museo Reina Sofía, Madrid). Quizás por ello muchos coinciden en que el período cubista sea el juicio contrafáctico de la actividad entera de Picasso. El cubismo, nos dice el crítico e historiador J. F. Ivars adopta una sintaxis "visual coherente impulsada por la saturación naturalista de los ismos es verdad, pero también por la progresiva demagogia que el expresionismo impuso al arte nuevo: mera estrategia de la publicística artística".
El trabajo de Elizabeth Cowling llega hasta 1940. Y es una lástima, pues mucho se ha argumentado que la "decadencia" de Picasso comienza en los cincuenta, y ésta no se puede explicar por su rechazo casi total a la hegemonía de la abstracción, ni mucho menos por su inversión comercial, o por el objetualismo postdadá de los sesenta. Picasso siempre fue un artista de artistas, y esa "decadencia" no fue más que una nueva ruptura radical en su evolución estética. Las grandes y bruscas pinceladas de Hombre y mujer (1969), sus interpretaciones de Las Meninas, según Velásquez. Conjunto sin Velázquez (1957), El pintor y su modelo (1953) y El almuerzo campestre, según Manet (1961), agrupan algunos de los grandes temas que le apasionaron a lo largo de su dilatada trayectoria (el taller, el artista y la modelo, la pintura). La pequeña serie de las palomas, pintada a modo de válvula de escape, funciona como contrapunto exterior a este obsesivo mundo interior del artista, y nos habla de una transformación constante. Picasso abarcó, devoró y cambió al siglo xx, como nos propone Cowling en su riguroso estudio.
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