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TELE PARA ANTOJOS
¿Qué ver, a dónde voltear para descansar un poco del estercolero político en que vive sumergido este país? Yo no sé a usted, pero a este gordo aporreateclas, sin duda comedor compulsivo –pero sibarita, eso sí– las circunstancias tensas, la incertidumbre, le provocan hambre. Soy un consuetudinario tragón. De modo que –¡terrible terna adjetival y cardiológica, nervioso, glotón y sedentario!– buscando en la tele algo que no fuera pasto para la úlcera del duodeno que son la hipocresía y el bicéfalo discurso de la derecha gobernante, su atorrante delfín y enrachados alecuijes que le acompañan, o sea, buscando atenuar la rabia que me da que los panistas se pretendiesen ganadores impolutos de un proceso electoral manoseado, sucio, acuerpado con las viejas formas que antaño criticaban aunque con el maquillaje de los nuevos tiempos pintarrajeados de azul agüevo, me entregué una vez más a la gimnasia del dedo pulgar, control remoto en mano. No quería ver, por nada del mundo, más futbol. Tampoco películas. Menos todavía los programas para tarados de Televisa y tv Azteca como Muévete o la enésima, previsible, aburrida, cursi, guanguísima emisión de La Academia (seguro dentro de poco Endemol y Televisa se avientan otra vez a matarnos del aburrimiento con otro lanzamiento de Big Bored, digo, Big Brother). Así que estaba a dale y dale con la cambiadera cuando zap, recalé en las plácidas playas de Canal Once, el de los cuarenta y cinco años hace poco felizmente cumplidos. Aterricé en un suculento programa de cocina.
Es vieja la tradición de los programas o segmentos de cocina en la televisión, aunque son pocas las producciones de buena calidad que ha cobijado el medio. Cómo olvidar, sin embargo, a Chepina Peralta y su cálido desenfado en Imevisión, o las confusas recetas de la inmensa Señora Zárate en el anecdotario de la televisión tapatía... Hoy, sin embargo, la cocina es apenas un segmentito en programas para señoras fodongas en las televisoras del duopolio privado mexicano.
Pero en el Once, del Instituto Politécnico Nacional, la historia es afortunadamente muy otra. Hay al menos dos programas de cocina que incorporan la gastronomía mexicana, la tradicional y la heterodoxa, al quehacer cultural, porque sencillamente reconocen la cocina mexicana, y glotones que la procuramos, como elemento importantísimo, venal de nuestra idiosincrasia. Me refiero desde luego a los magníficos El rincón de los sabores (los miércoles, a las 20:30 horas) y La ruta del sabor (fechas variables, usualmente tres veces por semana; se puede consultar la cartelera del canal en su sitio de internet: http://oncetv-ipn.net/index.php).
El rincón de los sabores es conducido por el chef mexicano Paulino Cruz, quien dirige de nuevo su reconocido programa desde marzo (ahora se llama El nuevo rincón de los sabores). En este espacio Paulino ofrece y confecciona suculentas recetas que incorporan lo mejor de la tradición gastronómica con la nueva cocina mexicana, sin caer en estridentismos de moda. ¿Dónde más sino bajo la creativa y generosa batuta de Cruz nos vamos a enterar de cómo preparar un sustancioso pato en salsa de orégano, unos rollos de ternera rellenos de higo en salsa de camote, una ensalada de flor de calabaza rellena de jaiba o un arco iris de fruta con granizado de hoja santa?
Por su parte es el actor Miguel Conde quien nos lleva de viaje por la compleja geografía de este país y de visita por su microhistoria culinaria. Al volante de La ruta del sabor, Conde visita los más distantes rincones de México, y materialmente se mete hasta la cocina tradicional, para deleitarse, y matarnos de la envidia, con recetas como el tamal de mojarra en Coatetelco, Morelos, la tlacotalpeña minilla de sábalo con acuyo y los toritos de coco que embrujaron a Agustín Lara, la atápacua de nopal, cocinada en los fogones purépechas de Cherán o la alquimia queretana del pan de pulque en Tolimán.
De la barroca preparación de un jugoso costillar de cordero con melón asado y vinagreta de hinojo a la exquisita sencillez de un guacamole preparado con, diría el sevillano Juan de Valera, El aguacate a Venus consagrado, los programas de gastronomía de Canal Once son un sabroso entremés en el tráfago, un oasis en el pantano, y por qué no, una oportunidad de ensuciar manteles, ollas y sartenes para entretener los cinco, hoy tan machacados, sentidos. Mírelos, tome nota de sus delicadas recetas y consiéntase tantito. Buen provecho.
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