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JAVIER SICILIA
TOMÁS CALVILLO, LA POESÍA Y EL FUTBOL
El campeonato mundial de futbol ha terminado y, sin embargo, el futbol continúa: cada día, a cualquier hora, en cualquier lugar del mundo, miles de "cáscaras" se organizan. Bastan cuatro amigos, unos metros cuadrados de tierra, cemento o pasto, la pasión por ese "dios redondo", como lo llamó Juan Villoro, y cualquier sitio se vuelve el más grande estadio; cualquier partido una final de campeonato.
Muchos poetas no escapamos a ese influjo. Amamos el futbol antes de empezar a amar la poesía y continuamos jugándolo y gozándolo como ayer. Yo –que hace cinco años me rompí la rodilla izquierda en un espléndido partido– lo compartí con Fabio Morábito y Tomás Calvillo. Los tres, que en ese entonces también empezábamos a compartir la poesía y a escribir nuestros primeros versos– formamos parte de la selección del Inhumyc, donde cursábamos la secundaria y la prepa.
No sólo de los tres, sino de todos los que en ese entonces formábamos el equipo, Calvillo era el mejor. Espléndido centro delantero –nunca, entre todos los muchachos con los que entonces compartí el futbol, vi a nadie que tuviera la visión de cancha, la ambición del gol y el resorteo en el remate de cabeza, que tenía Calvillo– Papadópulos, que además de entrenar equipos profesionales nos entrenaba a nosotros, se lo quiso llevar al Atlante. Calvillo lo ponderó, amaba el futbol tanto como a sus otras cuatro pasiones, la poesía, la política, la historia y la vida espiritual. Después de meditarlo mucho, lo rechazó.
Sé que si hubiera elegido la invitación de Papadópulos, el futbol profesional habría tenido en él a uno de sus mejores delanteros. Sé también que de haberlo aceptado no hubiésemos perdido ni al poeta ni al espiritual, pero sí al historiador y al actual presidente del Colegio de San Luis.
Calvillo, sin embargo, no dejó de amar el futbol, de jugarlo, de apasionarse con los campeonatos nacionales y con los mundiales, de compartirlo con sus amigos como ha compartido con ellos la poesía y las lecturas. La prueba de ello es su más reciente libro que, junto con otro de poesía, recién publicado por el fce, acaba de aparecer: Enseñanzas del futbol, Ediciones del Futbolista, 2006.
Lo espléndido del libro no es tanto el tema –sobre el que se ha hablado y escrito mucho–, sino la manera de abordarlo. A través de la mirada del poeta el futbol se revela por dentro. No es ya un juego, sino un cúmulo de sensaciones, de alegrías, de misterios en donde, por esa especie de magia que habita en la poesía, la experiencia del kairos –el tiempo de la revelación– irrumpe en la temporalidad para dejarnos sentir la armonía del universo.
Si algo revelan las páginas de las Enseñanzas del futbol es esa experiencia de integración con el cosmos que surge del misterio de una jugada; esa experiencia que sólo aparece, como en la poesía, en esos instantes privilegiados en que por el encuentro del en Sí con el en Sí de las cosas el mundo se corresponde para develar la armonía de la belleza.
Todo el libro de Calvillo habla de ella: el aroma a cuero de los balones de ayer, las "cascaritas", las canchas enlodadas, la histórica victoria del Necaxa sobre el Santos de Pelé, las porterías pintadas en los muros o señaladas con piedras y suéteres del colegio, el tiro de castigo, el remate de cabeza, las identificaciones infantiles con los héroes del futbol, la adrenalina frente al adversario; todo aquello que cada niño, cada muchacho, cada adulto hemos vivido cuando nos hemos enfrentado a la alegría de correr tras un balón, surge de esas páginas para hacernos sentir las extrañas correspondencias que hay entre la intuición poética y sus develamientos con lo que el fútbol, en su insólita belleza, devela de ese misterio: "Cuando uno anota un gol [...] aunque sea por unos cuantos segundos se experimenta el sentimiento de plenitud: todo está en su lugar, nada falta [...] se asemeja al milagro [...] el gol es la concreción de la fe."
En cada página de las Enseñanzas del futbol, he vuelto ha sentir la fuerza que me comunica el futbol, y, por ese milagro de la memoria, que es la fuerza de la poesía, he sentido de nuevo mi infancia y el gozo de la eternidad en la carne.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro y liberar a los presos de Atenco.
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