l pasado 19 de septiembre falleció, en Cuernavaca, Vicente Silva Lombardo. Mucho hay que contar de este cineasta, promotor y productor de nuestra generación.
Su nombre está asociado al recuerdo del rescate profesional de muchos cineastas que padecieron, en los años 70, a Margarita López Portillo, titular de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía, quien era hermana del presidente en turno, José López Portillo.
Dicha funcionaria se encargó de reducir a cenizas al cine nacional. En algunos casos, incluso literalmente, como el de la Cineteca Nacional.
Durante los años de aquel reinado, Vicente Silva Lombardo recuperó a todos los cineastas mexicanos que habíamos sido expulsados de nuestra actividad, creando un centro de trabajo en el que pudimos sobrevivir dignamente, además de fundar la llamada Unidad de Programas Culturales, la más prestigiosa de la historia de la enseñanza de la cinematografía.
El ejemplo dado por Vicente Silva permitió confirmar a los cineastas y a los técnicos de esta comunidad que el valor y en la entereza de un hombre sin tacha y con visión de un futuro distinto pudo enfrentar a la injusta decisión del poder y devolvernos nuestro derecho al trabajo. Nuestro reconocimiento para siempre.