Editorial
Ver día anteriorLunes 23 de septiembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Guillermo Almeyra, sembrador de futuro
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ras una vida larga y fértil en muchos terrenos, ayer murió en Marsella, Francia, nuestro colaborador Guillermo Almeyra. Nacido en 1928 en Argentina, desde muy joven dedicó su vida a la transformación revolucionaria del mundo y trabajó para esa causa en cuatro continentes y en todos los aspectos: fue un teórico crítico y lúcido, académico, militante y periodista y en todos esos terrenos dejó una huella perdurable.

En el primero de esos ámbitos Almeyra desarrolló el marxismo como instrumento para comprender los fenómenos de nuestro tiempo y su apego a los clásicos de esa corriente de pensamiento lo condujo a practicar un internacionalismo sin vacilaciones.

Su vida y su trabajo se desarrolló en su natal Argentina, en Brasil, Italia, Yemen, México y Francia, siempre del lado de los trabajadores y los desposeídos y siempre con la construcción de un mundo nuevo como horizonte. Dio su apoyo invariablemente crítico a diversas gestas sociales, sindicales y políticas, y mantuvo siempre como principio la solidaridad con los oprimidos. Guillermo no se guiaba por la esperanza, sino por el sentido del deber. Lo principal en la vida es responderle a la conciencia, independientemente de si se logran o no los objetivos, dijo en entrevista a este diario hace más de cinco años, con motivo de la publicación de su semblanza autobiográfica Militante crítico: una vida de lucha sin concesiones. Y agregó: uno no siembra para hoy, se siembra para mañana.

Entendía ese mañana no necesariamente como un futuro próximo, sino como la sedimentación de experiencias de transformación, de enseñanzas revolucionarias que articulan al sujeto social revolucionario de una generación a otra. En suma, asumía su praxis y su quehacer teórico como un eslabón de la larga cadena de luchas emancipadoras que recorre la historia y se veía a sí mismo como el viejo topo al que se refirió el propio Karl Marx para designar el trabajo revolucionario paciente y acumulador de experiencias que resiste y socava el piso del capitalismo hasta lograr su derrumbe. Se puede estar de acuerdo o no con las posturas políticas y teóricas de Almeyra, pero nadie podría desconocer su consecuencia, su persistencia, su entrega y su compromiso. Más allá de toda duda quedan, asimismo, su solidaridad y su entrega a las causas de los trabajadores, los indígenas y los oprimidos en general y su vasto aporte a una comprensión íntimamente vinculada a la práctica.

Desde la fundación de La Jornada, él fue un integrante resuelto y siempre activo del diario, ya fuera como articulista y editorialista o, durante una época, como corresponsal en Italia. Para el teórico y el luchador social, el periodismo era una vía fundamental para exponer, difundir, explicar y debatir los acontecimientos mundiales y nacionales, y sus escritos enriquecieron el contenido del periódico en forma ininterrumpida a lo largo de 35 años. Los jornaleros estamos de luto por el fallecimiento del entrañable viejo topo sembrador de futuro y lo recordaremos siempre con afecto y agradecimiento.