Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 16 de agosto de 2015 Num: 1067

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Elogio de lo inútil
Fabrizio Andreella

La mujer en la ciudad
Leonardo Cazes entrevista
con Antonio Risério

Trans-lúcido:
tres estaciones

Ingrid Suckaer

Teilhard de Chardin y el
sentido de la evolución

Sergio A. López Rivera

Vigencia de Teilhard
de Chardin

Hugo Gutiérrez Vega

Cartas de viaje
Teilhard de Chardin

Dos poemas

“Las ideas cristianas
se han vuelto locas”
De Teilhard a Francisco

José Steinsleger

ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Poema
Stelios Yeranis
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 


Carta de Teilhard de Chardin a George Barbour Fuente: teilhard.com

Mi querido Max Bégouën:

Veo en mi cuaderno que no le he escrito desde fines de abril. Durante estos seis meses de silencio he estado casi ininterrumpidamente por los caminos: del 10 de mayo al 10 de junio en Manchuria (hasta el límite de la Transbaikalia); del 20 de junio al 20 de septiembre en el Chansi occidental y en Chensi septentrional, en pleno país del gran Loes. Estos dos viajes, realizados en calidad de miembros del Servicio Geológico Nacional de China, con un chino, han estado llenos de un trabajo duro, pero con buenos resultados: Paleolítico (en piezas aisladas) sobre una gran área nueva y una contribución importante a la estratigrafía del Terciario superior de China. Todo el mes de octubre lo he pasado en Peiping (Pekín) en el “Survey”, en donde ahora tengo mi office (sin estar ligado por ningún contrato). Con un chino he preparado allí el primer informe geológico y paleontológico que se haya hecho sobre el famoso yacimiento de los sinántropos de Chu-Ku-Tien. Todo esto es muy interesante. Ahora descanso un poco en Tientsin por necesidad de reposo moral y para ayudar a Licent en su museo. Pero preveo un invierno en el “labo” (Tientsin y Pekín) y algunos viajes al oeste en primavera. ¿Veré París en 1930? Todavía no lo sé. Pero intentaré aparecer por Occidente, al menos por un poco tiempo. Ya ve usted que sigo sin saber a dónde me lleva mi vida. Empiezo a creer que siempre sucederá lo mismo y que me cogerá la muerte errando, como siempre he vivido. En el fondo creo que prefiero esto a terminar anclado. Pero acaso sea vanidad de mi parte.

Su larga carta del 20 de septiembre (recibida sólo hace pocos días) me ha dado una alegría grande y le estoy muy agradecido. Naturalmente hay una cosa que me fastidia, saber que siempre lleva tras sí a b. Pero, en el fondo, bien poco significa esta incomodidad en comparación de la plenitud interior a la que está usted llegando; en parte, ¡probablemente por haber sido herido! En usted mismo tiene la verdadera riqueza: un alma engrandecida y nueva. Vele por ella y, para esto, confíe plenamente en la Gran Presencia superior que le ha dado. Es natural que esta fuerza quiera que tenga a toda costa prolongaciones en usted y una aplicación. Deseo que la vida le reserve la gran alegría de caer en una zarza como una chispa (sicut scintilla in arundineto, dice en algún lugar la Escritura). Pero si quiere conservar la plenitud de su paz y de sus fuerzas, recuerde que su existencia ya está justificada, aun cuando no llegue a expandir el fuego que hay en usted hasta donde usted mismo querría. Todos nos pasamos la vida esperando el gran día y la gran batalla o la acción poderosa. Esta consumación exterior no está dada a muchos. Tampoco es necesaria. Que nuestro ser se halle tenso y ardiente hacia lo que en todo es el espíritu, y este espíritu se manifestará bajo nuestro esfuerzo oscuro y anónimo. Esta es la confianza tenaz que ha de dominar y cubrir las fuerzas que usted siente y aun cuando estuvieran destinadas a permanecer por siempre encerradas en usted mismo o en un círculo restringido, ya es mucho –es esencial– que hayan nacido en usted y que lleven a Dios el homenaje del mundo.

(A Max Bégouën)
A bordo del Aramis, 6 de marzo de 1933

Llegamos mañana a Saigón. Es el momento de preparar la carta que les lleve noticias mías a usted y a mi querida Simone. Los diez primeros días de travesía los alegró para mí la presencia de Breuil que estaba en su mejor forma. Y me ha dejado un vacío al quedarse con Vernert al cuidado de Monfreid, que se acercó al Aramis en su barco con su tripulación de somalíes, para regocijo de todo el paisaje. Espero que la caza sea significativa para Breuil.

Océano Índico, liso como un lago; Ceilán, Penang, Singapur, radiantes en las noches calientes, bajo sus cúpulas de flamboyants en flor, claro es que he acabado por casi no mirar estos paisajes, pero los siento siempre intensamente en torno a mí. Pasajeros poco numerosos, pero interesantes o curiosos: hasta Port-Said, Doumergue y su esposa, familiares y comunicativos; hasta Yibuti, un ministro abisinio y su prole; hasta Singapur, un grupo de parisinos en trip de placer camino a Java, entre los que he hecho algunas amistades buenas. En Saigón nos quedamos casi en blanco. Quedaría, sin embargo, la familia del almirante Berthelot, unos belgas muy simpáticos y, en fin, un importante político chino extremista, el honorable X, que vuelve, no se sabe por qué.

Como todas estas gentes brillantes ocupan la primera clase, a donde no paso sino con discreción, me queda tiempo para trabajar en mi cabina, fresca, espaciosa y en donde viajo siempre solo. He aprovechado para redactar algunas páginas, bajo el título La estructura del espíritu, de ideas que me habían sugerido las conversaciones de este otoño [...] Ahora empiezo a mirar con curiosidad hacia Pekín. ¿Qué situación voy a encontrarme, con la amenaza de que caigan Jehol y el dólar americano? ¿Sería posible trabajar? Este es el momento de “pegarse” al propio destino o, si se prefiere, a la mano de Dios, para no fallar ante la invitación de las cosas.

6 de marzo de 1933

La travesía ha continuado en perfecta calma. Aguas índigo del Océano Índico. Aguas verde jade del estrecho de Malaca. Paisajes para mí tan familiares, que apenas los miro, pero me gustan hondamente. Llegamos a Penang al final de la tarde, bajo un cielo tormentoso, cobre y tinta. Es la primera vez que he podido observar cómodamente este lugar paradisíaco. Con Lejay y dos amigos belgas hemos recorrido en auto las bellas carreteras rojas, entre bosques de cocoteros, cabañas sobre pilotes y grandes árboles en sombrilla, cubiertos de flor púrpura, más apretadas que sobre un parterre. La noche llegó antes de lo que deseábamos.

Ayer, escala en Singapur, con peregrinación al Jardín Botánico, centelleante de colores y poblado de monos en libertad. La caída de Jehol y la otra caída del dólar es posible que modifiquen singularmente mis planes futuros, pero confío en mi destino.

10 de marzo

... Salimos mañana por la mañana de Saigón. Esta noche, cena con el gobernador general Pasquier y conferencia a los saigoneses con Lejay. De buena gana no iría. Empieza a hacer calor, pero siempre me dejaré seducir por las flores, ¡y hay tantas aquí!

Pekín, 26 de marzo de 1933

Desde anteayer estoy, por fin, en Pekín. El final del viaje no ha sido divertido: barco vacío, ascensión hacia el frío... Lo he abreviado lo más posible: dos días en Shangái, dos días en Tiensin. Aquí me siento al término del viaje. ¿Qué decir de la situación general? Políticamente el país parece bastante desconcertado y muy dividido. En Pekín no se ven cambios, salvo una ley marcial que obliga a encerrarse en casa antes de las once de la noche (lo que me viene divinamente). Pero el temor, probablemente infundado de que los japoneses entren en la ciudad, asusta a los poderes. Las colecciones de los museos han sido encerradas en cajas y enviadas a las concesiones de Shanghái.

(A Joseph Teilhard de Chardin)
Tientsin, 5 de septiembre de 1936

El golpe de la muerte de Guite me llegó amortiguado por el hecho de que ya se preveía, y de que hacía meses que no tenía noticias directas suyas. Pero siento que en mi vida se ha producido –o más bien en el mundo en torno a mí– un vacío grande del que cada vez tendré más conciencia [...] El único modo de hacer tolerable la vida es amar y adorar lo que la anima y la dirige en el fondo.

Invitado a participar en el symposium sobre el Early man (el hombre fósil), que deberá celebrarse en marzo de 1937 en Filadelfia, el P. Teilhard envía su adhesión, después de consultar a sus superiores y sabiéndoles conformes.

Desde el punto de vista estrictamente personal, 1937 se me ofrece como un año pesado y complicado, y mi vida en general, como un peregrinaje sin fin. Pero claramente veo que sería por mi parte una infidelidad no tomar el bordón y no aceptar el régimen de separaciones perpetuas.

Pekín, 23 de octubre de 1936

A pesar de todo, siempre el presente y el futuro humanos son en el fondo mi verdadera preocupación y mi interés verdadero. Desde este punto de vista, lamento a veces hallarme hundido en Extremo Oriente cuando la partida se está jugando en el Oeste. Lo que me sorprende es cómo los acontecimientos develan el fondo de las almas: no hay uno de mis corresponsales que no manifieste con claridad en sus cartas en qué sentido se inclina, si hacia adelante o hacia atrás. Se elige. Para disimular mi inacción, voy a intentar plasmar mis impresiones en unas páginas que ofreceré a Etudes. Me parece que, por encima de las corrientes confusas de la democracia que termina, del comunismo y de los fascismos nacientes, y también de un viejo cristianismo desarraigado, se podría agrupar a los “elegidos” que están decididos a construir la tierra sobre las tres “columnas” siguientes: universalismo, futurismo y personalismo. La concentración ya se ha realizado entre los fragmentos de la religión que se rozan. En el sentido del conflicto social se podría considerar eficazmente el problema de los medios técnicos más adecuados al fin que se desea conseguir. Esta conversación puede parecer una utopía. No obstante, parece ser la condición sine qua non de una supervivencia de la humanidad. Ahora bien, no me parece que la humanidad pueda perecer.