Miguel Ángel Quemain
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Cartaphilus Teatro, 20 años
de soñar despiertos
Movimientos Oculares Rápidos de 3 a 5 hz, idea y dirección de Luis Ibar, es la puesta en escena con la que Cartaphilus Teatro celebra sus veinte años como una compañía estable y una escuela de teatro (Foto Taller 7A) que funciona a partir de seminarios y talleres de diversas especialidades.
Han montado un trabajo cuyo sentido profundo expresa lo que significa soñar despierto, o soñar a media res entre un sentido de la realidad, su testigo opresivo y el sueño como una tarea que conecta con lo corporal como función y como vínculo con un sujeto expuesto a su biografía y a la autobiografía de su deseo.
Herederos de la más rica tradición que oficiaron entre nosotros desde los años setenta y ochenta Grotoswski y Eugenio Barba, lo que ponen en escena es una meditación organizada, profunda, cargada de ideas teatrales sobre el origen de las cosas, los sentimientos, la subjetividad y esa masa ígnea que nos habita y se llama colectividad.
Se acogen a líneas teóricas y experiencias teatrales, porque los integrantes de esta compañía de apasionadas entregas vienen de una formación académica estricta que, sin embargo, han cuestionado y enriquecido con un trabajo práctico en la actuación, la dirección y esas materias que desarrollan el apetito intelectual: dramaturgia, cine, análisis de textos.
Aquí hay un techo teórico-práctico que asimila la experiencia del contar. Para muchas personas, la carencia de un texto orientador representa una gran dificultad. Hay espectadores que necesitan saber de antemano qué deben sentir y entender en algunas escenas.
Aquí, parte de la dificultad consiste en crear identificaciones y empatía con la vida emocional que establece los vínculos escénicos que propone el director, y que cada actor trabaja profundamente para mantener el contacto consigo mismo y para religarse con los otros.
Es de gran riesgo y belleza su cercanía con la danza; mucho de coreográfico está expresado en el conjunto que se mueve como si fuesen a emprender el vuelo hacia la danza. En la compañía, el poder expresivo y la fuerza corporal siempre están en juego, son una tensión que recuerda los límites sensibles entre los espacios coreográfico y dramatúrgico: coreografía dramatúrgica, dramaturgia coreográfica.
Los cuerpos que circulan en el escenario rectangular de la compañía no representan, a pesar de su silencio y la calidad de su movimiento, personajes en un sentido estricto. La carga emocional aparece en relación con el espacio y las contigüidades simbólicas que Ibar ha trazado.
Hay temas difíciles en la obra: las historias, los hechos, quiero decir, y el perfil de los personajes. Aunque todos expresan coherencia, legibilidad y rigor con lo que son sobre la escena, hay algo de abstracto en unas emociones sin motivo aparente en varios momentos de la obra, en cuyo transcurso los actores logran establecer un pacto de credibilidad con el público, que urde una historia para cada uno de esos seres que le apuestan todo al cuerpo y ahí establecen su mesa de operaciones sentimental, perceptiva.
Como a muchos, me gusta que en el escenario pasen cosas, tal vez porque no estamos tan entrenados para vivirlas, como si fueran hechos, auténticas cadenas de emociones, sentimientos, preocupaciones que trenzan el sentimiento con las ideas que lo sostienen o lo provocan.
Una de las posibles respuestas a ese diapasón emocional que se juega entre todos los que estamos encerrados ahí durante 100 minutos, se completa con una serie de pantallas de plasma donde transcurre una obra cargada de efectos visuales, sonoros y físicos (humo), con momentos de una plasticidad poética llena de sugerencias.
También veremos a los actores que salieron del teatro para traer un conjunto de imágenes que conmueven y sorprenden: sus cuerpos desnudos, son testigos mudos entre grandes rocas y el agua que fluye entre ellas; es un paisaje sin edad en el que vivimos todos a la espera de encontrarnos.
Son personajes que no renuncian a ceñirse a las coordenadas cartesianas, con las que se comunican con un público que busca explicaciones para todo lo que ve y oye; un tipo de público que está muy acostumbrado a contar lo que vio en los mismos términos con los que refiere un capítulo de telenovela. Una manera de luchar contra eso es la petición que se le hace, de leer el programa de mano para luego dejarlo o guardarlo y no se distraiga con ese mapa de lo que pasa en XV escenas; más que recordar, se trata de entender.
Sábados, 19 horas en Tenis 88, Col. Country Club. Es obligado reservar, sólo hay veinte lugares.
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