Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 3 de mayo de 2015 Num: 1052

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

En memoria de Ramón Martínez Ocaranza
Evodio Escalante

FINI: Festival
Internacional
de la Imagen

Wendy Selene Pérez

Un encuentro entre
la idea y la imagen

Francisco García Noriega

Helena Araújo, una
Scherezada en el trópico

Esther Andradi

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos Aguilar
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Cabezalcubo
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Hugo Gutiérrez Vega

Hace cincuenta y cinco años fundamos en la barroca ciudad de Querétaro un grupo de teatro al que dimos el nombre de Cómicos de la Lengua de la Universidad Autónoma de Querétaro. En varias ocasiones he hablado sobre la fundación, la vida y el trabajo de este grupo que, al contar los cincuenta y cinco años de edad, se convierte, junto con los entremeses cervantinos de Guanajuato, en un decano del teatro universitario de provincia.

Desde la primera función nos acercamos al género de la poesía en voz alta. En el atrio de Santa Rosa de Viterbo, prodigio de eclecticismo y de barroquismo geométrico, se escucharon las voces de don Jorge Manrique y de San Juan de la Cruz, alfa y omega de la poesía en lengua castellana. Muchos pensaron que el experimento era pedante y elitista, puesto que era inaccesible para una población iletrada. Los campesinos y los obreros de distintos rumbos del estado de Querétaro dieron un rotundo mentis a los críticos “realistas”. Con recogimiento y entusiasmo escucharon las “Coplas a la muerte de mi padre”, de Jorge Manrique, y el “Cántico espiritual”, del frailuco carmelita. Tal vez perdieron algunas palabras, pero su inteligencia natural, su sensibilidad y su amor por el rito les permitieron vivir un momento de intensidad espiritual y gozar de la belleza de las palabras, de los ritmos y de la “música callada” del poema.

Hace muchos años, el secretario de Educación del gobierno obregonista, José Vasconcelos, inició una campaña en pro de la lectura. En las librerías de viejo todavía pueden encontrarse los libros verdes que contenían tragedias griegas, La iliada, La odisea, Platón, Aristóteles, Tagore... Los tirajes eran amplios y generosos, y los libros se repartían entre los estudiantes y las personas que los solicitaban. Uno de los críticos pesimistas, después de asegurar que era una tontería regalar obras de Eurípides a los iletrados, se acercó a un anciano campesino que llevaba bajo el brazo el ejemplar de los Diálogos de Platón. Le preguntó: ¿Para qué quiere ese libro si ni siquiera sabe leer? El anciano campesino se ajustó el pantalón de manta y contestó escuetamente: “Lo quero para mi nieto.”

Las “Coplas…”, de Manrique; el “Cántico espiritual”, de San Juan de la Cruz; “La égloga segunda”, de Garcilaso, “La suave patria”, de López Velarde, “El llanto por Sánchez Mejías”, de García Lorca; “La tierra baldía”, de Eliot; “El lebrel del cielo”, de Thompson y “El viacrucis”, de Claudel fueron algunos de los poemas que se escenificaron. Fueron sujetos a un escrutinio severo y objetivo, se consideró que los que debían permanecer en el repertorio eran los textos de Manrique, San Juan, López Velarde y García Lorca.

Los Cómicos empezaron a recorrer la República y a actuar en toda clase de escenarios, desde el Degollado de Guadalajara hasta la polvorienta placita de un ejido hidalguense. Los entremeses, de Cervantes, Los pasos, de Lope de Rueda, Entremeses, de Quevedo, Quiñones de Benavente, algunos textos escogidos de Juan Ruiz de Alarcón, Los villancicos de Sor Juana Inés de la Cruz, Tres farsas francesas de la Edad Media (una de ellas fue el excelente Micer Pathelin), La cantante calva de Ionesco, obras de García Lorca y Pío Baroja, de Azuela, de Novo, y de Mendoza (con Las cosas simples el grupo ganó el concurso nacional de teatro) y con las escenificaciones de poesía en voz alta, los Cómicos cerraron su repertorio inicial que con el paso de los años han ido ampliando y enriqueciendo. Extraño los trabajos de poesía en voz alta que, además de su valor intrínseco, son una inmejorable escuela de vocalización y de templanza actoral.

Recientemente, la Universidad de Guadalajara inició una colección de publicaciones para promover la lectura. El que esto escribe es responsable de los libros de poesía. Iniciamos la campaña con una antología de don Jorge Manrique. El día del lanzamiento del libro, estando presentes el rector Tonatiuh Bravo Padilla, las autoridades universitarias y mi querido amigo Fernando del Paso, firmé más de 250 libros. Los jóvenes formaron largas filas en espera de la firma que no era la mía sino la de don Jorge Manrique que yo inmerecidamente representaba. Eso fue realmente sobrecogedor y desmiente los vaticinios de los realistas y de los pesimistas. Las entusiastas promotoras de: “Letras para volar”, Patricia Rosas y Margarita Franco Gordo, lograron que don Jorge Manrique les hablara a los jóvenes de las prepas de Guadalajara.

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