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Me agarra la bruja, me lleva a su casa…
Buscando información sobre el precioso son jarocho “La bruja”, escuché numerosas versiones y me perdí en su inquieta armonía menor, en sus inusuales cambios métricos y en el serpenteo melódico de arpa y jaranas. Pensé, además, en lo inusual de su letra. Algunos dicen que es una canción de “cuna” que juega con el miedo de los niños, pero su poética también tiene que ver con las mujeres solitarias que cazan el amor y con los peligros del trabajo en el campo y el mar.
Andaba en esa búsqueda porque mi amiga Denise Gutiérrez –magnífica cantante– me llamó para un asunto cualquiera y, como siempre nos pasa, se nos fue el tiempo imaginando posibilidades sonorosas. Apenas colgué y en plena inercia pensé en “La bruja”, ese clásico del Sotavento veracruzano que se ha hecho famoso por abordajes como los de Eugenia León y Lila Downs (incluso hay uno con las dos), y por otros anteriores, como los de Mono Blanco, Son de Madera, Los Utrera, Tlen Huicani o Los Vega (quienes presumen su interpretación con Salma Hayek en la película Frida).
Sí, ya sé: meter a Tlen Huicani en ese grupo le sacará ronchas a más de uno porque es un proyecto residente de la Universidad Veracruzana considerado, desde hace mucho tiempo, una estampa ligera, oficialista, casi de marisquería, con respecto a conjuntos más arraigados a la historia del son. En parte cierto, el asunto es también injusto pensando en la trayectoria que poseen sus integrantes. Además, para ser sinceros, varias de las agrupaciones de mayor abolengo se comportan mucho peor en términos de competencia, purismo y menoscabo hacia los colegas.
Por otro lado, es verdad que las ejecuciones de la Negra Graciana –o en plan urbano de Óscar Chávez– tienen rasgos de realidad y fuerza irremplazables y que voces auténticas como la de Tereso Vega (Son de Madera) transmiten con amplitud el mensaje de un sol que rompe tamarindos y mangos… pero hay veces… hay días en que preferiría ver a estas canciones volar sin las afectaciones de unos y otros, libres de forma distinta, como extraídas de la partitura por un autómata alemán, por una garganta japonesa lejana a sus raíces. Asunto imposible, creo que en ese estado mostrarían otros valores ajenos a quienes las cantan.
Fue por ello que me puse a buscar partituras, cifrados y análisis de “La bruja”. Aparecieron pocos. Destacó, empero, un libro editado en 2011 por un tal Mario Guillermo Bernal Maza, becado por Fonca/Conaculta. El título: Compendio de sones jarochos, método, partituras y canciones. Junto se mostraba un teléfono. Lo llamé. Respondió. Platicamos. Mario estudió guitarra en la Escuela Nacional de Música y ahora está en el último semestre de su segunda carrera: Etnomusicología. O sea que va por su décimo segundo año estudiando (contando los propedéuticos), trasladándose de su patria chica, Nezahualcóyotl, a Coyoacán, donde lo citamos para tomar un café y conocer sus textos.
Es un tipo amable y apasionado. De manera generosa compartió su experiencia investigando los sones de México, las sutilezas y hermandades que ostentan. De hecho, el libro que mencioné es el segundo en una serie de tres. El primero es Compendio de sones huastecos, método, partituras y canciones. El último, salido el año pasado, es aún más ambicioso: Compendio: sones de México, música, poesía y danza. Como los anteriores, se trata de otro ejemplar de gran formato cuyo índice –reflejo de un plan ordenado– va desde la definición del son y su notación musical, hasta bibliografías, discografías y anexos con tímbricas y rasgueos, pasando por la ubicación, contexto e instrumentación de los sones huastecos, arribeños, abajeños, de arpa grande, de mariachi, calentanos, tixtlecos, de artesa, de Costa Chica, del Istmo y jarochos. Además, el volumen tiene cien transcripciones en partitura, todas las letras con acompañamiento (acordes) y, por si fuera poco, los pasos de danza. Esto merece un comentario aparte, pues las notaciones para el zapateado son magníficas y meticulosas. A su cargo estuvo Elizabeth Karina Galván Sánchez.
Ambos libros nos dejaron impresionados (el de sones huastecos está agotado temporalmente), pero también entristecidos, pues su tiraje fue pequeño y poco promovido. La ventaja es que Mario los vende directamente y lo pueden contactar en este correo: [email protected]. Créanme, no se trata de algo sólo para músicos. Son textos atractivos para cualquier melómano que desee acercarse y aprender más sobre nuestra música. (Ahora debo comprarle otros ejemplares a mi amiga Denise, quien provocó todo.) Por cierto, ¿recuerdas ya el son de “La bruja” querida lectora, lector de este último domingo marziano? “Ay, qué bonito es volar a las dos de la mañana. A las dos de la mañana, ay, qué bonito es volar, ay mamá.” Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.
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