Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Campbell y La era
de la criminalidad
José María Espinasa
El quehacer editorial: adrenalina pura
Edgar Aguilar entrevista
con Noemí Luna García
Batis para neófitos
Fernando Curiel
En el Sábado de
Huberto Batis
Marco Antonio Campos
Recuerdo, Huberto
Bernardo Ruiz
El multifacético
Huberto Batis
Luis Chumacero
Batis y el amor
a la palabra
Mariana Domínguez
Leer
Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Perfiles
Ricardo Guzmán Wolffer
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal
|
|
Miguel Ángel Quemain
[email protected]
Cabaret, de Tito Vasconcelos a César Enríquez
Debe aparecer aquí el nombre de Tito Vasconcelos como una forma de anclaje referencial para valorar el trabajo innovador y vanguardista de César Enríquez, porque sin el trabajo pionero, subversivo y crítico de este poderoso hombre de teatro (que dirige, actúa, escribe, viste, maquilla, musicaliza, adapta, polemiza, por decir lo menos) no se entendería un espectáculo (trans)fronterizo, (trans)genérico y (trans)formativo como Eunucos, Castratis y Cobardis, codirigido con Paola Izquierdo, que mira desde la geydad, y no sólo a partir de ahí desconstruye los arquetipos desde los que parodia estereotipos y lugares comunes.
Su legibilidad crece gracias a los aportes brindados por la lucidez, la valentía y la honestidad académica de Antonio Marquet (El coloquio de las perras, principalmente, pero no prescinde de Que se quede el infinito sin estrellas, Crepúsculo de heterolandia, Mester de jotería y esa actualidad que lleva a sus blogs). En 2014 publicó un texto sobre la situación actual del cabaret mexicano y eso que llama “escena elegebetera” por las siglas LGBTTTI en la revista electrónica Tiempo y escritura (núm. 27) de la UAM Azcapotzalco.
Marquet ha propuesto un discurso polivalente y heterodoxo para entender la multiplicidad performativa de un conjunto de artistas que han irrumpido en la escena del teatro, de la noche y del performance con un poder transgresor, crítico y paródico que coloca a la escena mexicana que ellos han posibilitado en el concierto internacional más exigente.
Tito Vasconcelos |
La propuesta estética, política y ética de César Enríquez tiene más de una década de desarrollarse, reescribirse y reelaborar una textualidad novedosa en los territorios del cabaret. Enríquez se somete a las operaciones escénicas que propone el cabaret: una pista por lo general circular, con luces cenitales y/o seguidores; aquí, una escenografía de gran movilidad, corredores entre las mesas para interactuar con los bebedores que se desinhiben conforme avanza la noche y se abre ese umbral que entonces deja fluir el autoescarnio, la autoparodia y la autocrítica.
Si se trata de describir el trabajo de Enríquez y quiere prescindirse del adjetivo para valorar la belleza verbal, vale decir que se trata de una poética delirante de asociaciones, comparaciones, exhibición de contigüidades, semejanzas, oposiciones, paraíso para el oído lacaniano que se solazaría en las sorpresivas salidas del lugar común, de la frase hecha, del supuesto básico.
Politizado, molesto, profundamente herido por el México atroz que se acumuló en nuestros días, César Enríquez dejó atrás el albur barato y estúpido que terminó por castrar a la carpa, al burlesque y llegó absolutamente podrido a la televisión (tal vez el Loco Valdés fue el último absurdo coherente), que va de la imbecilidad importada de Raúl Astor a la nacional de Sergio Corona y Ortiz de Pinedo, hasta la abyecta de Adal Ramones y toda la corte de albureros eunucos y cobardis.
Pero no sólo son estas grandes oleadas de lo masivo lo que trata en sus elaboraciones, también parodia al sujeto bulleado (¿así se dice del escarnio, la burla, el insulto?), el acobardado, el confuso, el valiente, el idealista, una lotería de referencias a la música popular, a los estados emocionales que nos remiten a canciones, poemas, personajes, escenas de telenovela, frases que todos podemos completar por una especie de reconocimiento según nuestros niveles de castración y cobardía nacionales, personales, intersubjetivas, intradocilizadas.
El recorrido por los objetos de nuestra cultura es un bordado interpretativo de gran valor antológico, que no sólo se sostiene en la memoria y el reconocimiento de un público mixto en la docilidad de un discurso que mira lo mismo el perreo que las certezas heteronormadas.
Si el lector se ha preguntado por qué estamos como estamos, por qué la docilidad, el disimulo servil, la delación institucionalizada; si se pregunta cómo se ha castrado, sin tijeras, a gran parte de los mexicanos, encontrará aquí una posible respuesta.
El espectáculo unipersonal (como ahora llaman a un monólogo musical) propone a un querubín indígena (“recuerden que soy un ángel, pariente de las palomas, no volteen pa arriba, no los vaya yo a cagar”); un castrati del siglo xvi que ha regresado para montar una ópera en “veinte minutos” y la monja pacheca que aparece en los billetes de 200 pesos que todo mundo cita y que muy pocos han leído. Todo esto los dos próximos jueves en el Foro Shakespeare. Y sigue.
|