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Foto: archivo de la familia Batis
Fernando Curiel
Al tocayo Tola de Habich
1
Os digo que a algunos toca el nacimiento de una nueva época y, a otros, su extinción. Aunque suene pedante (palabra que saco del desuso), a mí me tocó el arranque y el frenazo de la que se dilata entre 1959 y 2014. De la víspera del Cincuentenario de la Revolución Mexicana, acontecimiento fundacional del siglo pasado (¿y también a la postre, decisivo de éste, todo grilla electoral pero des-ideologizado?)…
Decía: de la víspera de las Bodas de Plata de “La Bola” a 2014, annus horribilis, dado al catre. Época hipercultural al comienzo e hiperpolitizada al final. In, pop, vanguardista hasta el ’68, dizque democrática, dizque de apoderamiento ciudadano, de burocratización cultural, de ímpetu iconoclasta, de alternancia sin transición y regreso del PRI, y del infierno de Iguala, 26/27 de septiembre. Telón que baja entre llamas.
Pero no soy el único que puede dar fe. Lo mismo le pasa a quienes, en 1959-1960, andaban entre los quince y los veinte años de su edad.
2
En esa época, en la onda explosiva de Fernando Benítez, Emmanuel Carballo y Luis Guillermo Piazza (el primero, para mí, de lejitos; los otros dos, entrañables); de gente del Medio Siglo, de Casa del Lago y Onderos y Demás Yerbas; del Monsi y José Emilio; de etcétera; la gira, a paso vivo, sentimental pero neuras, Huberto Batis.
3
El jalisquillo de origen y, en el origen, una escala seminarista (¿o se la inventó?); crítico, algún día becario de El Colegio de México (cuando Reyes sembró a Arreola, a Segovia y otros); editor de raza, profesor, erotómano, fotógrafo, heredero del diván de Freud; lector de tiempo completo y horas extras; atraído por la ciencia; mi jefe en Sábado. (Él le dio el banderazo de salida a mi Tren subterráneo, con un recuadro que me recordaba los carteles de las estaciones ferroviarias). Impulsadebutantes, abrepáginas, pródigo y generoso a más no poder.
4
Larguísima sería la crónica de su impronta y gozo, que comparto, por la provocación. El canon al caño. Que por cierto tanto hace falta en la actual República de las Letras, feudal, adocenada, facciosa, políticamente correcta, becaria, crepuscular; y con un cementerio de Plumas Ilustres que crece día a día (y no hay semana que falle).
5
Autor, Batis, entre otros títulos, de Lo que Cuadernos del Viento nos dejó; adelantado aporte a la Historia Intelectual a la que, acabada la imperial Haute Couture Français (Barthes, Foucault, Deleuze, Derrida y colegas), nos aferramos unos cuantos ávidos de los contextos de los textos, el panorama humano (luces y sombras, fulgores y miserias) de la literatura. Pieza clave, su tenaz y No Alineada rev., en el rompecabezas de los sesenta que, ya setenta, declaró una Guerra Sucia, so pretexto de Mala Conducta en el ’68, a Guzmán, Novo, Yáñez, Torres Bodet, Luis Spota, Solana y paro de contar; y borró del mapa a las patrias letras del XIX. Él, no. Crítico implacable pero de lectura abierta, juiciosa, de perspectiva histórica. No de balde estudió y editó El Renacimiento, de mi paisa Altamirano.
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¡Uf, se me acaban espacio y tiempo! Acelero. Sin tacha son sus fervores por los Laquenses: los tres Juanes, García Ponce, Gurrola y Melo. Por su siempre amada (opino) Inés Arredondo. Las puertas de cuyo departamento en la Condesa me abrió Batis para lograr la factura de un texto autobiográfico que terminó en las buenas manos de Claudia Albarrán.
7
Ni modo, una anécdota, sal fina o gruesa de la Kultur. En Práctica de vuelo, colección benemérita que, tiempos de la Delegación Venustiano Carranza mudada venusnam, le expropiamos al inba, le publiqué Aquiles trágico. Negociación complicada para un ensayo en verdad sobresaliente. Gracia le hacía (y con esto termino) el reporte que un colaborador administrativo me hacía de la circulación del cuaderno: “Aquí les traigo, va lento, pero va.”
Y no pocos fines de año tertuliamos en Santa Rita Tlahuapan, huéspedes de mi tocayo Fernando Tola. A quien (lo hemos conversado Huberto y yo) debemos el sobreprecio del libro de las Librerías de Viejo. Ya nada es como antes.
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