Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 6 de julio de 2014 Num: 1009

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La balada de
Gary Cooper

Guillermo García Oropeza

El cuento español actual
Antonio Rodríguez Jiménez

Vista de la Plaza
Río de Janeiro

Leandro Arellano

Querido Prometeo
Fabrizio Andreella

El Canal de Panamá:
una historia literaria

Luis Pulido Ritter

Borges y Pacheco
Marco Antonio Campos

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Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
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La Jornada Semanal

 

Gary Cooper en The Westerner

La balada de
Gary Cooper

Guillermo García Oropeza

Toma 1

Cabalga Gary Cooper. El desierto naranja, los montes: una vieja arquitectura erosionada. El polvo ensaya en el viento galaxias elementales, el caballo corre y su jinete es Martín Fierro Cooper, Cid Campeador Cooper, el caballo corre cuando el cielo ya se pintó de magentas. close up: Rostro de Gary Cooper. Rostro no de piel, no de carne, de corteza, piedra rugosa: quemadura. Rostro máscara, rostro yelmo. Gary Cooper lleva a América en la cara. Ha grabado en su cara todas las heridas del viento, todos, todos los soles. ¡ Oh, tener un rostro propio! Nosotros que llevamos una cara borrada e irreconocible. Tener un rostro espejo que ha reflejado cada uno de los días, donde hay recuerdos de todas las lluvias irrecuperables. Un rostro que sea epítome de una vida, que sea un breve cuento que lo cuente todo. Llevar a América en la cara.

Toma 2
desierto y pueblo

El desierto es tan amplio y palpable, tan inconteniblemente real que los pueblos ahí tienen incongruencia de espejismo. Las casas, el saloon, el templo, el banco que honorablemente es robado una vez a la semana, se sostienen a lo largo de la calle con dificultad de bambalinas. Los hombres y las mujeres que parecen tan sanos son en realidad enfermos crónicos de irrealidad, por las ventanas se asoman rostros de muñecos que nos saludan con sus movimientos atolondrados de guiñol. En el pueblo sólo están vivos plenamente los villanos solemnes y trágicos y las prostitutas rojizas y biológicas.

Los villanos se agrupan en el saloon como un coro de eríneas, acentúan los días largos y polvosos con sus voces y las descargas de sus pistolas. Tienen la misión de salvar al pueblo de los peligros de la sobrepoblación y la cumplen con la obstinación metódica de unos burócratas del mal. Saben, sin embargo, que su vida no será gris totalmente, que ya vendrá Cooper y habrá un duelo y con inquietud laurina lo esperan. No tardará mucho, hace unos días pasó ya por Carson City.

Toma 3
Gary Cooper al galope

Gary Cooper cabalga haciendo sonar la tierra como un instrumento inmemorial. Se apresura, pues tiene una cita con la violencia. Cita a la que ya han acudido los villanos negros, las casas de utilería y los árboles de paja. Llega al pueblo y su entrada por el final de la larga calle tiene un aire preciso de liturgia. Entra solemnemente, porque como héroe está condenado al yugo de todas las virtudes.

Ama sin placer y sin pecado, trabaja con la infinita fatiga y formalidad de un dios que amasa mundos inútiles, y sus peleas son de severa coreografía.

Toma 4

El héroe ha llegado. Y por un momento las gentes despiertan de su siesta de irrealidad, y los cobardes tienen tiempo de acomodarse en sus ventanas entreabiertas, plateas al escenario de la calle.

Toma 5
hombre silencioso

Para comenzar la pelea no será menester prólogo alguno, tanto el héroe como los villanos, estadunidenses auténticos, son viciosamente lacónicos. A la pelea no precederá ninguno de aquellos encuentros que hacían los combatientes de Homero, no habrá invectivas ni palinodias. Qué extraño se oiría en tierra americana algo de este tenor: “¡Funesto Paris, célebre por la gran belleza y por tu afán de mujeres!” “Pérfido, seductor, ¡si Zeus nos hubiera ya concedido tu deseada muerte! ¡si ya moraras en el oscuro averno!” Afortunadamente, los hombres del oeste no tienen talentos literarios. Estamos en la comarca del silencio. Sólo antes de morir bailarán un poco su danza elemental con los puños y con movimientos atolondrados, como niños torpes que jugaran a la ronda.

Toma 6
el encuentro

El pueblo ha enloquecido en perspectivas desencajadas, el cielo ha asumido apresuradamente su aspecto de mortaja. La calle se ha hecho larga como una desesperanza, se han colocado los combatientes.

Todo ha enmudecido y sólo en el saloon que es insensible hasta a los funerales, suena impertinente una música prostibularia, obsesionada.

Los dos hombres avanzan, y como quien ha ensayado una obra muchas veces ya no se equivocan. Sus pies van atados al polvo de la calle, sus hombros al alto cielo amarillento, sus manos al “revólver” que es una bestia pequeña, negra y repulsiva. El tiempo ha quedado en el cautiverio de una angustia.

Close up: Revólver, ametralladora diminuta, símbolo de lo que es malo en América, sin gracia, sin gallardía, sólo vulgarmente eficiente.

Pequeña máquina. Pequeño gadget. Frente a la galanura de las espadas o de las ballestas, o ante el prestigio de los venenos, el revólver tiene la sordidez y eficacia de las fábricas. Espanta con su grito súbito (recordemos que las espadas sonaban noblemente, algunas, como Excalibur, o la Tizona del Cid ¡hasta lograban cantar canciones de gesta medieval!). Las flechas dibujaban trayectorias de precisa geometría. Las balas, en cambio, entran en el cuerpo tan de improviso que no nos permiten adoptar alguna expresión respetable.

Son los revólveres bajamente serviles. Desatinadamente democráticos, igualan a los héroes con los cobardes e ineptos. a éstos les permiten parapetarse tras un muro de lejanía. Sin embargo aquí, en el oeste, en el duelo de los dos hombres, el revólver que está a la vista se dignifica.

Como los hombres están uno junto al otro, sin que los separe ninguna cobardía, los revólveres son casi espadas, casi manos golpeadoras.

La lucha a quemarropa es ya una esgrima, una lucha de cuerpos.

Toma 7
balacera

Una última mirada, un último paso, un silencio final, los hombres se convierten en estatuaria y repentinamente se disparan.

El villano caerá ejemplarmente.

Su sangre se mostrará.

Sus ojos se convertirán en vacío.

Morirá. Y alguno del pueblo citará la Biblia. Gary Cooper sabe que todo ha terminado, su puritanismo le impide llevarse el botín; su caridad, sentir alguna euforia de triunfo.

En el Estados Unidos pragmático, él tiene su misión precisa de ángel exterminador y ya la ha cumplido. Sólo queda irse, hay que seguir corriendo con los ojos brillantes de virtudes.

Close up: Las prostitutas lo ven marcharse por la calle-carretera. En sus caras hay un desencanto, una frustración en su conciencia de mujeres sólidas y vivas, saben que el ángel exterminador no les puede pertenecer. Saben que en vano desearán su cuerpo consagrado.

Cuadro final: Cooper se ha ido. El pueblo regresó a la irrealidad.

En las calles las mujeres-muñecas siguen haciendo sus compras inútiles e interminables. Hay un sentimiento vago e incomprendido del tiempo. Y en el aire, el verano incontenible ya se raptó a la tarde.