Hugo Gutiérrez Vega
Discurso para el obispo Vera (II Y ÚLTIMA)
Foto: archivo La Jornada/
Guillermo Sologuren |
Don Raúl Vera apoyó en todo a don Samuel y, con valentía, pleno conocimiento de causa y firme vocación sacerdotal, el fraile obispo inició su lucha a favor de los pobres y su opción por los indígenas. Pienso en el cura rural de Bernanos, que decía: “Los monjes sufren por las almas. Nosotros, en cambio, sufrimos con ellas. Este pensamiento que se me ocurrió ayer al anochecer ha pasado toda la velada a mi lado como un ángel.” En el caso del obispo que ahora premiamos, sabemos que sufre por las almas y sufre con ellas, pues es fraile y cura rural al mismo tiempo.
En 1999 fue nombrado obispo de Saltillo, en donde ha defendido a todos los excluidos de esta sociedad injusta, de manera muy especial a los mineros y a los migrantes. Por otra parte y, adelantándose a la postura del actual papa Francisco, avanzó en el terreno de la modernización de la Iglesia al proponer una pastoral integral dedicada a la atención a los grupos de homosexuales. Vale decir que en otros aspectos de la vida humana, don Raúl se ha adelantado muchos pasos a los que, así lo esperamos, dará la Iglesia católica contemporánea.
Don Raúl ha sido amenazado por el Yunque, por la derecha laica y por la derecha eclesiástica. Roma lo llamó en septiembre de 2011 para que aclarara su posición frente a la comunidad gay y frente a la espesa problemática de la justicia y de la libertad en nuestro país. Don Raúl aclaró y continuó. Esa es la mejor de sus virtudes: la tenacidad a prueba de todas las formas del desaliento y del desencanto.
Humanista integral, nuestro premiado ejerce la crítica sin aceptar limitaciones y lo hace con inteligencia y con sensatez. Los poderes públicos lo ven con recelo y desconfianza. Esta es la mejor prueba de su talante humanístico y de su parentesco con los mejores obispos postconciliares de nuestro continente, como Hélder Cámara y Óscar Arnulfo Romero. Dice Bernardo Barranco que el obispo de Saltillo es el mejor que tiene la Iglesia mexicana de nuestros días. Nosotros pensamos que es un humanista que finca sus raíces en lo mejor del Antiguo Testamento y en el mensaje renovado de los Evangelios. Su defensa de los desposeídos y su actitud justiciera y generosa, así como la claridad y la transparencia de su prosa y el poder de su oratoria, vienen a confirmar su firme vocación humanística.
No insistamos más en sus méritos, en sus luchas y en sus proyectos. Pensemos que el Premio que hoy recibe fortalecerá las virtudes teologales, especialmente la de la esperanza, en nuestro país desasosegado. En última instancia, como decía Bernanos, “todo es gracia”. Todo: el pecado y el perdón, la justicia, la libertad, la vida y la muerte. Todo es gracia, señor obispo de Saltillo, todo es gracia, señor ingeniero químico, todo es gracia, Raúl, el hombre.
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