Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 11 de agosto de 2013 Num: 962

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

De sueños, puertas
y bolas de cristal

Adriana Cortés Koloffon entrevista
con Cristina Fernández Cubas

Jaime Gil de Biedma: homosexualidad,
disidencia y poesía

Gerardo Bustamante Bermúdez

Manuel González
Serrano: misterio,
carnalidad y espíritu

Ingrid Suckaer

Un sueño de Strindberg
Estela Ruiz Milán

Un Ibsen desconocido
Víctor Grovas Hajj

Casandra, de Christa
Wolf, 30 años después

Esther Andradi

El río sin orillas: la fundación imaginaria
Cuauhtémoc Arista

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Un Ibsen desconocido


Estatua de Henrik Ibsen por Nils Aas en Bergen, Noruega

Víctor Grovas Hajj

El pasado 23 de mayo se cumplieron 107 años de la muerte de Henrik Ibsen, y el 20 de mayo también 131 años del estreno mundial de Espectros, que no pudo presentarse en Europa por la censura y se escenificó en el Aurora Turner Hall Theater de Chicago el 20 de mayo de 1882. Ibsen (Skien, 1828-Cristianía, hoy Oslo, 1906) es considerado por muchos el padre del teatro moderno. Es el autor más representado después de Shakespeare. Ha sido llevado a escena desde que escribió su primer drama, Catilina, con casi 9 mil 500 montajes en los cinco continentes. Lamentablemente, menos de sesenta en la historia del teatro mexicano. Sólo en Bangladesh, en los últimos veinte años, se han montado más obras de Ibsen que en México en toda nuestra historia. Hay que leer y escenificar más a Ibsen en México por ciertas razones que quisiera presentar aquí.

Ibsen denuncia problemas vigentes aún hoy en el mundo hispano, como la corrupción, la hipocresía social, la ambición de los poderosos y la situación de la mujer en una sociedad machista (expuesta en Casa de muñecas, pero también en otras muchas obras suyas, pues hay en cada pieza de Ibsen una mujer admirable). Se ocupó de los excesos de la modernidad y los primeros apuntes sobre la ecología en el teatro en Un enemigo del pueblo; criticó a los medios de comunicación en La sociedad de los jóvenes; le dio material a Freud para ilustrar sus recién descubiertas teorías. Es conocido el análisis que hizo Freud de su Rebecca West en La casa de Rosmer, pero también el interés de Freud en La dama del mar, Hedda Gabler y otros dramas; incursionó en la creación de un teatro simbolista (El niño Eyolf, El constructor Solness y otras obras); escribió comedias románticas de fina ironía que han sido poco estudiadas (La comedia del amor, La noche de San Juan); ensayó un teatro histórico nacional de gran vigor que no había existido en la historia literaria noruega (Los vikingos en Helgeland, Olaf Liljekrans, Inger de Ostraat); incluso atacó a la política de su tiempo a través de alusiones “antihistóricas” (Catilina, Emperador y Galileo, Brand, Los pretendientes a la corona) o directamente (Las columnas de la sociedad) y dibujó al líder autoritario que lleva a la ruina a sus semejantes (el protagonista de Brand y Juliano, de Emperador y Galileo, predecesores de Hitler y Bush en nuestros tiempos, como un par de ejemplos solamente).

Para considerar en detalle este necesario análisis de la multifacética obra ibseniana, los estudios mundiales sobre Ibsen pasaban de 25 mil en 2012, según el Center for Ibsen Studies, y menos del 0.2 por ciento (poco más o menos cincuenta) son estudios publicados por nuestros veinte países hispanohablantes desde 1890, además de algunas memorias de contados congresos sobre el autor en nuestras latitudes.

Ibsen fascinó a Anton Chéjov, a George Bernard Shaw, a James Joyce, que estudió noruego sólo para leer a Ibsen en su idioma, o a Konstantin Stanislavsky, el creador de uno de los más famosos métodos de formación actoral modernos. André Antoine se ayudó para publicitar sus montajes de Ibsen con los carteles teatrales hechos por Toulouse Lautrec y Edvard Munch –el pintor de El grito–, quien también fue escenógrafo y retratista del dramaturgo. Ibsen importa en África y en el mundo árabe. En China es el autor extranjero más representado, incluso por encima de Shakespeare.

Miguel de Unamuno, Angel Ganivet y Rubén Darío, que escribieron algunos de los primeros ensayos sobre Ibsen en lengua española, fueron admiradores del autor de Casa de muñecas. También le rindieron homenaje después de su muerte Eugene O’Neill y Arthur Miller –al que le decían el Ibsen estadunidense–, quien hizo una adaptación de gran fama de Un enemigo del pueblo, que se utilizó en un montaje mexicano. Ibsen fue tomado como modelo por Lee Strasberg, así como por los dos Bergmans famosos de Suecia (la hermosa actriz de nombre Ingrid, que hizo una magnífica Hedda Gabler para la televisión, y el genial director cinematográfico y teatral de nombre Ingmar, quien también recurrió a él en más de una ocasión). Destacan escritores como Rabindranath Tagore, Thomas Mann (que escribió su ensayo “Ibsen y Wagner” en 1928) y Hugo von Hofmanstahl, que escribió en 1891 su texto “La gente en los dramas de Ibsen”. Recientemente, Eugenio Barba, Harold Clurman, Susan Sontag o Robert Wilson han trabajado a Ibsen en sus proyectos creativos.

En nuestro país, Ibsen fue comentado por Manuel Gutiérrez Nájera en sus famosas crónicas teatrales. Amado Nervo, Luis g. Urbina y Enrique de Olavarría y Ferrari –autor de una inabarcable y pionera historia del teatro en México– reseñan con admiración a Ibsen  en sus primeros estrenos mexicanos, pues asistieron a los mismos y escribieron artículos sobre el estreno de Espectros, la primera obra de Ibsen que se vio en nuestros escenarios, en 1896. El poeta del haikú, José Juan Tablada, escribe también sobre “Los aparecidos” (Espectros) en el periódico El Universal.

Los editores de la paradigmática revista mexicana Savia Moderna proyectaron un sentido homenaje a Ibsen. Díaz Mirón le escribe un poema. En El Imparcial, Rafael Pérez Espíndola pontifica: “Ha muerto el más grande de los dramaturgos de nuestro tiempo.” El mismísimo Porfirio Díaz, acompañado de Justo Sierra y el Tout Mexique, asistieron el primero de febrero de 1910 a la lectura dramatizada de escenas de Peer Gynt con música de Grieg en el Casino Español. Las turbulencias revolucionarias no vencieron al belicoso Ibsen, que se dejó ver en 1912, 1916 y 1929, ya sea en el teatro Colón, el Ideal o el Principal. José Vasconcelos, Alfonso Reyes y Enrique González Martínez lo citan con tesón.

A Rodolfo Usigli, uno de los grandes exégetas de Ibsen en nuestro país, se le llamó “el Ibsen mexicano”. Usigli culminó su carrera diplomática, como en una de sus tragedias, en su “osledad”, como nos lo cuenta magníficamente Hugo Gutiérrez Vega en La Jornada Semanal del 10 de abril de 2005. Actuaron a Ibsen en México, Dolores del Río, Clementina Otero, Pita Amor (como Nora, en el Palacio de Bellas Artes), Carlos López Moctezuma, Ernesto Alonso, Katy Jurado, Augusto Benedico, Emma Teresa Armendáriz, Julián Soler, Adriana Roel, José Gálvez, María Tereza Montoya, Claudio Brook, Ricardo Blume, Roberto Cañedo, Julio Alemán, José Baviera y actores de la nueva generación como Álvaro Tarcisio, Joaquín Cossío, Montserrat Ontiveros o Lisa Owen, e incluso Bruno Bichir niño y Nailea Norvind hacen su debut en montajes ibsenianos.

Ibsen por todas partes

En el ámbito internacional no se puede apartar a las obras ibsenianas de la carrera profesional de actrices y actores, como Sarah Bernhardt, Eleonora Duse, Ethel Barrymore, Ingrid Bergman, Lawrence Olivier, Kenneth Branagh o Ian McKellan. Pero también nos sorprenderá encontrar ahí a personajes como Anthony Hopkins (que hizo un memorable Torvaldo en Casa de muñecas para la bbc); Charlton Heston, como Peer Gynt en uno de sus primeros papeles fílmicos; Jane Fonda, con su peculiar Nora; Liv Ullman como la Dama del Mar; Peter Ustinov como Peer Gynt; Claire Bloom, Judi Dench, o Patrick McGoogan como Brand.

Entre los directores ibsenianos destacan el duque de Saxe-Meiningen, inventor de la composición escénica, que conoció a Ibsen personalmente; Georges Pitöeff y Max Reinhardt; Rainer Werner Fassbinder hizo en 1974 su versión fílmica muy particular de Casa de muñecas, llamada Nora Helmer, e Ingmar Bergman hizo una adaptación de la misma obra que tuvo exitosas temporadas en Nueva York. Se dice incluso que Steven Spielberg se inspiró en la historia de Un enemigo del pueblo para trazar las líneas generales de su blockbuster, Tiburón. En México dirigen a Ibsen Seki Sano, Rafael López Miarnau, José Solé, Enrique Singer, Nicolás Núñez, Xavier Rojas, Raquel Seoane, Felipe Santander, Carlos Corona y hasta Germán Dehesa, en una versión de Hedda Gabler de 1984 en la capilla del Instituto Cultural Helénico.

Ibsen ha tenido sesenta y tres adaptaciones cinematográficas y más de un centenar de versiones de sus obras para la televisión. Cuando el conjunto de la juvenilia de Ibsen (sólo diez obras, las más desconocidas de sus veintiséis producciones) alcanzan más de trescientos montajes en televisión y cine, ¿dónde están las primeras diez obras de Ibsen en los escenarios mexicanos que nunca las han visto? ¿Cuándo tendremos el primer montaje profesional de estas obras de fantasía y de historias y sagas, de duendes y vikingos, ahora que han pasado 160 años desde sus estrenos fuera de Noruega?

Cuando llegamos a los llamados “dramas épicos”, que son la trilogía –así pueden ser considerados– Brand, Peer Gynt y Emperador y Galileo, Ibsen extiende el escenario con su imaginación; luego de esta experimentación tuvo una transformación impresionante. Sus obras se volvieron minimalistas. Los personajes apenas sugieren las cosas con parlamentos lacónicos. Nada vuelve a suceder en Egipto, Helgoland, en el Mediterráneo, en Mesopotamia, la Noruega Medieval o en alguna otra localidad exótica, sino que el pequeño pueblo del fiordo será el escenario de todas las obras posteriores, y sin embargo, todas referirán como una metáfora a los grandes conflictos de la humanidad.

Poco conocemos en México el teatro de Ibsen antes de Casa de muñecas, y poco también sabemos de aquellos magníficos, sobrios y espléndidos dramas que vienen después de Hedda Gabler y que casi no han visto nuestros escenarios, mientras que en el mundo se han representado en más de dos mil ocasiones. Esto puede ser también porque no tenemos una versión buena y actualizada de las obras completas de Ibsen en Latinoamérica. Nunca la hemos tenido. La antigua, de Aguilar, tiene tres faltas: primera: la impresión de dicha versión es de 1952 –hace sesenta y un años–, pero la factura del estudio preliminar y la traducción es anterior, según mis pesquisas, a 1926 –o sea que en menos de cuatro años cumplirá noventa años de antigüedad. El estudio, fuente casi única en español de Ibsen, abreva prioritariamente en estudios decimonónicos y no incorpora un siglo de nueva bibliografía sobre Ibsen. La segunda falta: Gómez de la Mata no sabía noruego, nunca tradujo teatro y los traductores nativos que le ayudaban murieron antes de la segunda guerra mundial, por lo que tradujo mucho de la obra por su cuenta; la traducción también tiende a ser más literaria de lo adecuado para la escena.


Escena de La casa de muñecas

Una nueva edición de las obras completas deberá incluir sus cartas, su poesía completa y sus ensayos –todo esto no lo hace el “teatro completo” de Aguilar, al que le faltan tres obras no incluidas y descubiertas después. Yo he traducido su trabajo sobre las sagas y el teatro al español y son fascinantes: ahí refiere a Calderón y al mundo latino, para nuestro interés, y este es sólo un ejemplo.

Esta edición en español proyectada sería la definitiva. Podría tener un estudio preliminar de ochenta o cien páginas para cada obra y costaría, según un proyecto que se me pidió hacer, el tres por ciento de lo que invirtió el gobierno noruego en la última edición crítica de las obras completas de Ibsen (17 millones de dólares) y tomaría seis años, en vez de los quince que tomó la edición que comentamos. ¿Quién fomentará, con una buena y actualizada traducción de las obras completas, un proyecto que inmortalizará al menos por cien años a su mecenas en el ámbito literario y universitario? Es factible sólo con el sueldo de un año de un magistrado o de un diputado mexicanos... ¿Quién hará con un sello mexicano y los nombres de los patrocinadores inmortalizados, que se lea a Ibsen en cualquier universidad de lengua hispana o en Estados Unidos, donde hay 20 millones de hispanohablantes? Dejémoslo al tiempo y al presupuesto, amplio y generoso para otros asuntos como la corriente del Golfo.

Ibsen comenzó su obra con las palabras: “¡Debo, debo hacerlo!...” ¿Cuál será la última palabra de los que pueden hacer que las cosas sucedan? ¿Podrán hacerlo posible?