Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 11 de agosto de 2013 Num: 962

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

De sueños, puertas
y bolas de cristal

Adriana Cortés Koloffon entrevista
con Cristina Fernández Cubas

Jaime Gil de Biedma: homosexualidad,
disidencia y poesía

Gerardo Bustamante Bermúdez

Manuel González
Serrano: misterio,
carnalidad y espíritu

Ingrid Suckaer

Un sueño de Strindberg
Estela Ruiz Milán

Un Ibsen desconocido
Víctor Grovas Hajj

Casandra, de Christa
Wolf, 30 años después

Esther Andradi

El río sin orillas: la fundación imaginaria
Cuauhtémoc Arista

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


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Documentos conversados

Cuauhtémoc Arista


Las grandes entrevistas de la historia,
Christopher Silvester,
Aguilar,
México.

Aunque este libro se titula en español Las grandes entrevistas de la historia, mal haría quien lo lea con esa expectativa. Se presenta como la primera edición, y lo es en México, pero se publicó originalmente en 1993 como Penguin Book of Interviews y en 1997 lo difundieron en España el sello Aguilar y el diario El País, adecuadamente porque ante todo tiene valor periodístico.

No son las “grandes entrevistas de la historia” ni siquiera por su extensión. Las más llamativas pretenden trazar un perfil de protagonistas de la política y la cultura entre 1859 y 1992, pero la selección de Christopher Silvester resultó de un cruce de criterios: ya sea que se trate de personajes históricos (Marx, Bismarck, Mussolini, Roosevelt, Clemenceau, Mao, Hitler, Stalin, Gandhi, Picasso, Marconi, Marilyn Monroe), importantes en cierta coyuntura (Jruschov, J. F. Kennedy, Thatcher, el líder mormón Brigham Young, la sufragista británica Christabel Pankhurst, el jockey Lester Piggott, el topo nazi Royal Scott Gulden), o de que el entrevistador consiguiera un texto revelador sólo a partir de un diálogo (William Burroughs, F. S. Fitzgerald, Hemingway, Gertrude Stein, el jefe indio Two Moon, que masacró a Custer, Sigmund Freud, Bernard Shaw, Tolstói, Eugene O’Neill, Ibsen y Zola).

Quizá el más discutible de los criterios sea el de compartir los fracasos del entrevistador, que terminó por caricaturizar a los famosos que lo desdeñaron: Kipling, Paul Johnson. Sin embargo, esta inclusión se explica porque no se trata de una antología de “grandes” entrevistas, sino una muestra de las posibilidades del diálogo periodístico. La fama de los entrevistados permite que el gran público disponga de referencias para valorar los textos. Siempre habrá sorpresas para cualquier lector.

Otro de los valores de este libro es que muestra a varios escritores en su faceta de reporteros. Me decepcionaron H. G. Wells ante Stalin; Emil Ludwig ante el propio Stalin y Mussolini; Djuna Barnes con Frank Harris y, sobre todo, Oscar Wilde con él mismo.

Estoy seguro de que, ya preparado el cuerpo del libro, Silvester se dio licencia para insertar caprichos suyos. Eso parecen los ejercicios de admiración (Mark Twain por Rudyard Kipling, así como los gratos perfiles de Hitchcock, Nabokov, Arthur Miller y las divas Greta Garbo, Bette Davis y Mae West, y John Lennon), las miradas compasivas como el breve testimonio de Dylan Thomas y los esputos reveladores de Al Capone y Jimmy Hoffa.

Editor concienzudo, Silvester anota que Playboy rompió su récord de ventas con el número donde apareció la entrevista con Hoffa en 1975. Para evaluar la seriedad del dato hay que averiguar quién fue la conejita correspondiente, sin cuestionar por eso que la revista se ha vendido siempre por la calidad de sus textos.

La introducción de Silvester es un ensayo muy instructivo sobre el surgimiento y la evolución de la entrevista como herramienta periodística y, digo yo, de sus posibilidades reales como género.


La hipérbole y su divertimento

Ricardo Guzmán Wolffer


Latinas candentes 6,
Fernando Lobo,
Almadía,
México, 2013.

Abordar uno de los negocios legales más productivos, como narrador, es un reto del que no es fácil salir librado. No importa, el porno es una actividad humana que tiene sus peculiaridades y que permite una aproximación paródica, desenfrenada y lograda, como en la novela de Lobo.

Bajo una narrativa circular, donde hasta la última hoja entendemos la narración en primera persona, el pornodirector de una empresa exitosa que trabaja en Estados Unidos, pero que suena muy mexicano en sus diálogos y actitudes (es de ascendencia poblana), cuenta cómo enfrenta el abandono de su esposa, con todo e hijo y medio departamento: poniéndose creativo en la película que está grabando: Latinas candentes 6. El lector podrá asumir al autor como un usuario del porno y tal vez tenga razón, pero lo que no hay duda es que, para escribir este libro, Lobo se ha documentado con toda una serie de datos y formatos de guión sobre esa industria, que aderezan este relato sobre un negocio despiadado donde las estrellas apenas tienen unos años de vida útil: ¿el condón sirve o no a la industria?, ¿el sida es real para los usuarios?, ¿cómo apreciar a estos actores que viven al borde del contagio mortal?

Los personajes de Lobo son, de pronto, caricaturas unidimensionales, pero difícilmente podría reprochársele, pues es evidente que el texto es una exageración hilarante, apropiada para quienes se divierten con ciertas películas extremas como el gore, los zombis que estallan y los montajes de nulo presupuesto, pero que entretienen por el ingenio para resolver situaciones (hay un guiño al Santo y sus monstruos de cartón, con la cámara moviéndose para simular terremotos y explosiones). No puede mencionarse como una dificultad de la trama que ese director trabaje con actores porno que para concentrarse en su chamba citan a Shakespeare, o que laven dinero del tráfico de obras de arte, o que arrojen un coche por el techo, o que la policía swat irrumpa en la filmación. Visto como un divertimento que pretende tener una aproximación seria a la fibra sensible de estos maquiladores de la carne y su breve utilidad, la novela funciona.

Bajo el discurso de devolver la mirada inquisidora a sus censores, el director convence de que este negocio millonario no es fácil y que, como todo aquello que toca lo indefendible, aquí mediante la exposición del sexo hechizo, puede tornar la voluntad de los usuarios. Habla de los adictos al porno, los que ocultan películas en todos lados de su casa: los fanáticos. En una trama desternillante, entremete reflexiones que pueden o no ser convincentes, pero que ayudan a que la acción tome consistencia: sin esa mirada “analítica”, los pornoactores y productores enloquecidos por las “novedades conceptuales” del director-narrador se volverían payasos bufos y la novela decaería.

Una hipérbole que, en apariencia, sólo pretende divertir. Y lo logra.



Cuaderno de Chihuahua,
Jeannette l. Clariond,
Fondo de Cultura Económica,
México, 2013.

"Memoria y poesía", "El destino de la sed", "Paleografía del humo", "Las líneas de la arena", "Testimonio y silencio" y "El espíritu y el sueño" son los apartados que conforman este volumen híbrido que combina, apacible y armoniosamente, la prosa con el relato y a éste con la memoria y a ésta con la crónica y, finalmente, a esta última con la historia. Narradora, poeta y traductora, Clariond abre aquí, de par en par, las puertas a un torrente de palabras para entender, al explicarlas, cuáles y cómo son las raíces propias.