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Manuel González Serrano: misterio, carnalidad y espíritu
Ingrid Suckaer
Autorretrato |
Cada detalle del Bodegón con frutas (1948), de Manuel González Serrano el Hechicero (Lagos de Moreno, Jalisco, 1917 –Ciudad de México, 1960), concuerda con la Logique de la Sensation (1982), planteada por el filósofo Gilles Deleuze: un cuerpo vibrante y desmembrado que impacta primero las emociones y luego le da paso a la racionalización de lo que se observa. La enigmática atmósfera en que el Hechicero ubicó la enorme concha marina que devino en frutero, estimula las emociones para luego dar pie a la reflexión de tan particular y misterioso paisaje. En medio de un desierto (Tánatos) abrasador, Eros se desborda en los frutos que semejan cuerpos sensuales buscándose entre sí.
La chirimoya, 1945 |
Todo elemento incluido en este magistral cuadro –proveniente de la Colección Banamex– obliga a una reflexión reposada para así adentrarse en su recóndita erótica, ya que el pintor desvela sutilmente en esta obra un erotismo del cuerpo, pero también un erotismo místico que busca unir lo terreno con lo celestial. La fina erótica que expele de la pintura hace que el conjunto se asimile no como una imagen o representación de un bodegón, sino como un volumen carnal y espiritual que se alimenta de todo segmento, y hace que la sensibilidad erótica del espectador fluya.
Bodegón con frutas está integrada a la muestra La naturaleza herida. Manuel González Serrano, que desde el 25 de julio alberga el Museo Mural Diego Rivera y que podrá visitarse hasta el 27 de octubre del año en curso. Con un muy bien articulado guión curatorial, la exposición fue curada por María Helena González de Noval, experta en la obra de el Hechicero. Por último, cabe también mencionar la atinada y audaz museografía que se diseñó para exhibir tan personalísimas y excéntricas pinturas.
Frutas preludiando amor (Bodegón con alcachofas y pitayas), circa 1944
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