Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 11 de agosto de 2013 Num: 962

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

De sueños, puertas
y bolas de cristal

Adriana Cortés Koloffon entrevista
con Cristina Fernández Cubas

Jaime Gil de Biedma: homosexualidad,
disidencia y poesía

Gerardo Bustamante Bermúdez

Manuel González
Serrano: misterio,
carnalidad y espíritu

Ingrid Suckaer

Un sueño de Strindberg
Estela Ruiz Milán

Un Ibsen desconocido
Víctor Grovas Hajj

Casandra, de Christa
Wolf, 30 años después

Esther Andradi

El río sin orillas: la fundación imaginaria
Cuauhtémoc Arista

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Columnas:
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Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
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Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
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Cinexcusas
Luis Tovar


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Jaime Gil de Biedma: homosexualidad,
disidencia y poesía

Gerardo Bustamante Bermúdez

A Santiago Reyes, Ulises que naufragó en Ítaca

En el panorama de la poesía española del siglo XX hay tres poetas cuya obra y contexto se emparentan: Federico García Lorca, Luis Cernuda y Jaime Gil de Biedma. Los tres fueron disidentes políticos, homosexuales y escritores que al paso del tiempo han sido revisitados por la crítica literaria y el cine. Los tres tuvieron también importantes amores en sus vidas que quedaron significados en sendos poemas (“Oda a Salvador Dalí, de García Lorca; “Salvador”, de Cernuda y “París, postal del cielo”, de Gil de Biedma).

Jaime Gil de Biedma nació en 1929 y murió de sida en el frío enero de 1990, en su departamento de Barcelona. Perteneciente a una familia aristócrata, la presencia del poeta fue siempre un tanto extraña para el núcleo familiar. Estudió Derecho en las universidades de Barcelona y Salamanca. Como poeta se le ha ubicado en la Generación del ʼ50, al lado de Gabriel Ferrater y Carlos Barral, dos grandes poetas españoles de la postguerra. Por la obra poética de Jaime Gil se advierte la personalísima experiencia de un hombre viajero, del amante buscando encuentros eróticos en ciudades europeas, en calles y suburbios marginales, aun a sabiendas de lo efímero del momento y su ulterior sentimiento de soledad.

Constante lector de autores como Nerval, Baudelaire, Rimbaud, Whitman, Eliot y Byron, Gil de Biedma conversa con algunos tópicos de estos poetas, particularmente en lo referente a la experiencia amorosa, al deseo, a la contemplación y experiencia de vida muchas veces incomprensible desde la dimensión cotidiana de la vida.


Parte de la llamada Escuela de Barcelona: Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo y Josep Maria Castellet

Leer la poesía de Gil de Biedma supone asistir a la madurez literaria y de edad de un yo lírico que comienza a tener conflictos con el paso del tiempo. Si en poemarios como Compañeros de viaje (1959) podemos notar ampliamente el tópico del carpe diem del joven escritor que experimenta la libertad de la vida, en libros como Moralidades (1966), o bien, en sus Poemas póstumos (1968), Gil de Biedma escribe su depresión, la renuncia hacia los cuerpos jóvenes y los viajes. Se trata de una poesía desoladora porque hace escarnio de sí mismo. El poema “Contra Jaime Gil de Biedma” lo atestigua: “Podría recordarte que ya no tienes gracia./ Que tu estilo casual y que tu desenfado/ resultan truculentos/ cuando se tienen más de treinta años,/ y que tu encantadora/ sonrisa de muchacho soñoliento/ ‒seguro de gustar‒ es un resto penoso/ un intento patético.” El recurso del desdoblamiento de la voz le permite hablarse a sí mismo para censurarse, marcar la vejez en relación con la juventud que pasea por las calles; el poeta considera que es tiempo de recogimiento; de recuerdo y contemplación dolorosa. A Jaime Gil lo lacera la renuncia, la terrible soledad y la depresión que en momentos no puede controlar sino sólo mitigar a través de la poesía. Por lo anterior, varios de sus poemas se convierten en el testamento de un hombre que siente que al paso del tiempo la vida es más monótona y pausada. En “No volveré a ser joven”, la voz lírica advierte: “Que la vida iba en serio/uno lo empieza a comprender más tarde/ ‒como todos los jóvenes, yo vine/ a llevarme la vida por delante.” El poeta siente que las utopías y los proyectos juveniles de ensueño se desvanecen con los años; el cuerpo se desgasta y se cansa de las experiencias pretéritas. La realidad presente es adversa, se lamentan las pérdidas y sólo se recurre a las evocaciones de la memoria de un tiempo mejor. De cualquier forma, en la poesía de Gil de Biedma el recuerdo es doloroso y el presente frustrante. En varios de sus poemas compromete al lector de su época, lo desafía como interlocutor moralizante. En su poema “Pandémica y celeste” recurre a su amplio conocimiento de la cultura latina para, desde ahí, replicar y actualizar sus derroches sexuales, los gozos corporales y eróticos: “Imagínatelo,/ en una de esas noches memorables/ de rara comunión, con la botella/ medio vacía/ los ceniceros sucios,/ y después de agotado el tema de la vida./ Que te voy a enseñar un corazón,/ un corazón infernal,/ desnudo de cintura para abajo,/ hipócrita lector –mon semblable –mon frère!”

La familia Gil de Biedma trató de cuidar la reputación del poeta licencioso a lo largo de su vida, pues el mote de “señorito español” se contradice no sólo con su escritura, sino con sus ideas comunistas. Firmó manifiestos antifranquistas, por lo que constantemente fue vigilado por la dictadura, quien se encargó de censurar varias de sus composiciones y obstaculizar la publicación en España de Moralidades. A Gil de Biedma le molestan las ideologías políticas sobre la educación de los individuos, ideologías aceptadas y reproducidas por la sociedad. En el fondo, su disidencia surge desde el momento en que tiene conciencia de clase, de ahí que su filiación comunista postule la idea de que sean los pobres los que gobiernen España, pues si se equivocan, serán ellos los responsables del desastre.


Foto: biblioteca Virgen Soterrano

Varias composiciones poéticas de este autor tienen un cariz eminentemente político, pues el contexto nacional convulso, dictatorial y caótico se traduce en la rabia que el poeta escupe al régimen. Su poema “Por lo visto” alude a la Guerra civil española, a la muerte, al silencio y la memoria que en el presente deben sostenerse: “Será preciso no olvidar la lección:/ saber, a cada instante, que en el gesto que hacemos/ hay un arma escondida,/saber que estamos vivos/ aún. Y que la vida/ todavía es posible, por lo visto.” Un arma poderosa en este caso es la palabra y la evocación de la lucha. Su palabra contestataria es letal y comprometida, como la de otros poetas como Rafael Alberti, quien también escribió la historia nacional con sus respectivas batallas. En “Apología y petición”, Gil de Biedma, dice: “De todas las historias de la Historia/ sin duda la más triste es la de España,/ porque termina mal./ Como si el hombre,/ harto ya de luchar con sus demonios,/ decidiese encargarles el gobierno/ y la administración de su pobreza.” Son los hombres los que hacen la tragedia del hombre, sostiene el poeta, los que generan la pobreza y las desigualdades; por eso, el autor hace una petición al pueblo: “que España expulse a esos demonios./ Que la pobreza suba hasta el gobierno./ Que sea el hombre el dueño de su historia”.

Con pocos libros de poesía en su haber, compilados por el propio poeta bajo el título Las personas del verbo (1975), Gil de Biedma traza una apología de su intensa pero desolada vida. Por momentos el hombre promiscuo que va en busca del cuerpo joven y perfecto se encuentra con una conciencia que lo reprende, lo coloca en su lugar y le muestra una realidad cruda en la que sólo se contempla desde la soledad. La transgresión a las reglas del orden heterosexual son también el resultado de una eterna búsqueda de lo que no existe y causa angustia: el anhelado encuentro definitivo con un amor idealizado. Ninguno de los amores de Gil de Biedma pudo amarlo y permanecer fiel a ese amor; siempre hay una insatisfacción en el poeta, una ausencia y un dolor que se queda en la memoria, cuando espera al Ulises náufrago: “A veces me pregunto qué habrá sido de ti./ Y si ahora en tus noches frente a un cuerpo/ vuelve la vieja escena/ y todavía espías nuestros besos.”