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Poesía y juego
Últimamente, para apaciguar la ansiedad, me ha dado por jugar un juego en el que se debe liberar un trozo de madera bloqueado por otros. Con el afán de hacer los mínimos movimientos intenté muchas veces realizarlo primero mentalmente, pero fue imposible. Lo mejor era hacerlo sobre el camino, atisbando las jugadas precisas sin perder la visión de conjunto. Poco tiempo después supe que al responderme esto también resolvía un problema técnico relacionado con la escritura de la poesía. Un día antes, incluso, había intentado escribir un poema que no terminaba de formarse en mi interior. Lo veía incompleto, y eso me angustiaba. Fue hasta que, asido a un tono aún endeble, ciertas imágenes borrosas, empecé a escribirlo. Mientras avanzaba en el poema todo se iba concretando y, al final, fue como ver el paisaje en toda su plenitud. Quizá por ello ahora he llegado a una conclusión menos vulgar: que la mejor forma de llevar la vida es viviéndola en su mero presente, sin que nos angustien las incertidumbres de mañana o las pesadillas de ayer, como en el juego de los bloques de madera o la poesía, que se resuelven mientras los escribimos o, en todo caso, los jugamos. |