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La revolución
del largometraje |
Ricardo Venegas
Francesco Taboada Tabone (Cuernavaca, México, 1973), cineasta dedicado a la preservación de la memoria oral a través de la cinematografía. Su tríptico compuesto por los largometrajes documentales Los últimos zapatistas (2003), Pancho Villa, La Revolución no ha terminado (2007) y 13 pueblos en defensa del agua, el aire y la tierra (2009) ha obtenido más de treinta premios internacionales. Tin Tan (2010) retrata la figura icónica del comediante Germán Valdés y analiza su trascendencia en las nuevas generaciones. Este cuarto largometraje rinde homenaje a la época de oro del cine mexicano y a varios de sus protagonistas. Francesco ha incursionado en la ficción con los cortos Vámonos a la Revolución, El mensajero y El doctor dentro del género conocido como cine de la Revolución Mexicana. Es ambientalista y ha colaborado estrechamente con el Consejo de Pueblos de Morelos.
–¿Cómo fue recibido tu largometraje Los últimos zapatistas, que mereció muy variados e importantes reconocimientos internacionales?
–Cuando terminé Los últimos zapatistas, en 1999, aún gobernaba el PRI. No había un solo foro público que se arriesgara a estrenar nuestra película. Fue hasta 2000 cuando logré proyectarla. El largometraje tiene una denuncia muy dura por parte de los veteranos revolucionarios, que acusan de traidor a la patria a Salinas de Gortari por haber promovido la reforma al artículo 27 constitucional y alertan sobre la catástrofe social y ecológica que se cernía sobre México si se abandonaba la política de autosuficiencia alimentaria. Estas entrevistas fueron realizadas entre 1998 y 1999; todo lo que vaticinaron se ha cumplido.
–¿Cómo se dio ese contacto con los veteranos revolucionarios? Uno de ellos falleció mientras lo filmaban.
–El capitán Manuel Carranza Corona tenía 101 años. Como a todos los demás veteranos, lo conocí después de varias visitas que se tradujeron en una franca amistad. Murió mientras lo entrevistaba. Siempre pensé que estos hombres y mujeres eran tesoros vivientes a quienes había que tributar justicia. La mayoría de ellos sobrepasaba un siglo en edad, yo apenas tenía veinticinco años. El teniente Galo Pacheco, incluso, me pasó la estafeta del compromiso zapatista en un ritual místico que traté de plasmar en la esencia del filme y me acompaña hasta ahora.
–En tu obra insistes mucho en la justicia social. ¿Qué tan emblemáticas siguen siendo las figuras de Villa y Zapata en este sentido?
–En nuestra sociedad el cine aparece dentro del ámbito del entretenimiento; por el contrario, yo lo veo como un elemento poderoso dentro de la lógica social. El cine que hacemos es una herramienta de identidad. México sigue en una dinámica donde el duopolio de la televisión le arrebata constantemente la dignidad al pueblo y trata de minimizar los logros de la ciudadanía organizada. Por eso creo que los cineastas en México debemos ser parte de un proceso que rompa el cerco informativo y creemos a largo plazo una nueva forma de entender los medios de comunicación y el arte cinematográfico. Las figuras de Villa y Zapata representan la voluntad del pueblo por reinventar el mundo y son un elemento de fraternidad entre los que queremos un México justo.
–Has participado en el Consejo de Pueblos de Morelos y tu activismo al lado de organizaciones sociales en favor de los derechos de los pueblos indígenas y la conservación del medio ambiente ha resultado en la creación del parque público Tlaltenango, que le han arrebatado a Wal-Mart.
–Recibimos la invitación del Consejo de Pueblos precisamente para hacer una película que informara. El gobierno del panista Marco Adame tenía como premisa desinformar a través de los medios. Decía que los 13 Pueblos era un movimiento financiado y asesorado por Colombia y Venezuela, cuando, por el contrario, es la expresión más pura del zapatismo actual; son los pueblos organizados para defender sus recursos naturales arrasados por la política de vivienda de mala calidad del gobierno de Calderón. Fue nuestra labor producir con el CRIM-UNAM un documental que mostrara la voz de los pueblos. La voz del documental la lleva Julia Salazar, líder indígena de habla náhuatl, de claridad impresionante, y el líder indiscutible del Consejo, Saúl Roque. También participan luchadores indígenas históricos, como Armando Soriano y Miguel Ángel Pérez Cazalez, asesinado casi dos años después del estreno del documental, sin que el gobierno panista haya resuelto o atendido el caso. El documental le ha dado la vuelta al mundo, ha sido el más premiado de mis trabajos y definitivamente es una muestra del poder del cine en el ámbito social, pues contribuyó a la cancelación del proyecto urbano que ponía en peligro el histórico manantial de los 13 Pueblos y la clausura del basurero en Loma de Mejía.
–Tin Tan ha tenido una cálida recepción. Háblanos de este documental y de Maguey, tu obra fílmica en preparación.
–Me inicié en el cine viendo las películas mexicanas a blanco y negro. Mi fantasía infantil era dirigir a Tin Tan. Finalmente lo logré. Tin Tan rinde tributo a esa época de oro del cine nacional que tanto me ha inspirado. Maguey será nuestro quinto largometraje. Es una aventura visual hacia la vida ritual en torno a esta planta declarada en vías de extinción por la FAO. Contiene una animación del morelense Felipe Alanís, música de Humberto Álvarez y está basada en las investigaciones de Fernanda Robinson y Aldo Tabone en el Valle del Mezquital y los altos de Morelos. La mayoría de los diálogos son en idioma ñahñú. Hago un cine de carácter social y político, anclado en la investigación relacionada con la memoria oral, para que sea un vehículo de preservación de la misma. Nuestra página es francescotaboada.com.
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