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Avistamiento en teutoland
Javier Perucho
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Mythos sirenen. Texte von Homer bis Dieter Wellershoff,
Werner Wunderlich,
Stuttgart, Reclam (Reclam Taschenbuch, 20153),
Alemania, 2007.
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Cuando el almirante Cristóbal Colón navegaba por el ya apacible, ya tormentoso mar surcando la ruta de las especies, uno de sus pilosos marineros vislumbró en el horizonte salino un ejemplar de sirena, la especie marina que luego sería confundida en las crónicas del conquistador con el manatí, extravagante mamífero acuoso, endémico de los trópicos. Como ambos, manatí y sirena, no eran tan “hermosos como los pintan”, por su “forma de hombre en la cara” –dejó anotado el Almirante en su diario de navegaciones–, prosiguió en su carabela surfeando la cresta de las olas hasta arribar a unas costas ignotas, unas tierras sin nombre. El Descubridor estampó en su bitácora una noticia buena de la sirena en la literatura de no ficción, para usar un término ultramoderno.
Un ciudadano de a pie, mientras miraba el por aquí de los anaqueles y el por allá de los pasillos de una librería berlinesa, o en la tienda de un museo, ya no me acuerdo, encontró un ejemplar de Mythos sirenen. Texte von Homer bis Dieter Wellershoff, cuyo lobo de aguas, Werner Wunderlich, rastrea y documenta la presencia de este animal endémico de la literatura en los patrimonios literarios europeos, del rapsoda Homero al ignoto Dieter Wellershoff, como reza el subtítulo, aunque no presumo de conocimientos de alemán, sino de las facilidades que otorgan las transparencias de los cognados. El hallazgo inyectó de adrenalina a este peatón, con el más que suficiente arponazo para volver a transitar por las aguadas y frías calles de Berlín, harto contento con la adquisición libresca, que luego sería presumida y aireada frente a los ojos del colega Lauro Zavala, compinche en las andanzas teutonas. Él pretendió más tarde eclipsar el hallazgo luciéndome sus zapatos del patorce, comprados en una tienda de objetos militares, ofertados a dos euros, pero no le funcionó, pues papel masacra vanidad. Ni modos.
Esta fina antología servirá de base documental para posteriores escolios, elaboración de hipótesis y fundamento de los requeridos prolegómenos de la sirenología, ese nuevo saber literario entrevisto por el peruano José Durán en Ocaso de sirenas, esplendor de manatíes (México, fce, 1983). El índice señala la presencia de la sirena en las literaturas grecorromana, española, inglesa e italiana, acaso sabida para el más interesado, pero el acervo literario que me importa destacar aquí es su honrosa estampa en el ámbito germánico, tal vez menos conocida para el iniciado.
En esta espiga, entre otros autores con sus respectivas obras, los hermanos Grimm aparecen con “Sirene”, luego los sucede el mismísimo Goethe, de cuyo Faust se desprende “Der Tragödie Zweiter Teil” y, sin continuidad cronológica, pero sí temática, sobreviene Richard Wagner, por su Tannhäuser und der Sängerkrieg auf Wartburg. De igual modo, el antologador incluye a Heinrich von Kleist con la ficción breve Wassermänner und Sirenen. Sin embargo, la presencia que me pareció más sorprendente y admirable, fue la de Bertolt Brecht, pues aparte de compurgar dramas sociales y admirables lieder, escribió la narración corta Odysseus und die Sirenen, datado en 1933. Asimismo participan de este banquete Max Horkheimer & Theodor W. Adorno con sus reflexiones sobre Odysseus oder Mythos und Aufklärung. Y para los walserianos, el especialista en medievalismos y germanística incluye de Robert Walser el sirenenleid, Sirene, un poema de 1930, desconozco si escrito previamente a su enclaustramiento y contenida insania, pues la fiebre walseriana aún no se me contagia, a pesar de que tengo reservada en mi mesa la lectura de sendos microgramas. Naturalmente que el sabio profesor Wunderlich atrapó con su red de pescador avezado a más narradores, poetas, dramaturgos y filósofos alemanes, pero los aludidos aquí bastarán para columbrar la persistencia del mito sirénido en el imaginario cultural alemán. Sirenenleid.
Finalmente destaco que en el epílogo, “Die Metamorphosen der Sirenen”, se puntualizan las mutaciones de este animal prodigioso en el acervo literario europeo. Asimismo, la bibliografía recopila información en alemán, mayoritariamente, y francés, sobre este cuerpo caudal de agua cuya presencia ha trasegado la invención humana desde los albores de la escritura hasta la sociedad contemporánea.
Hasta aquí dejo la noticia bibliográfica disfrazada de reseña más por falta de cognados que por ganas de lectura y capacidad de entendedera. Una glosa conclusiva nada más: la sirena es una invención endémica del patrimonio literario.
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Diálogo final,
William Johnston,
Mafia Rosa Ediciones,
México, 2012.
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Séptimo poemario que publica este autor –nacido hace cuarenta y cinco años en Montevideo y doctor en Letras por la mexicana UNAM–, u octavo si se incluye la antología personal titulada Emblema, editada en 2008, antecesora de su primera novela, El cielo imperfecto, de 2009. Casi tres décadas y nueve libros después, Johnston pulsa con seguridad su pluma, la echa al vuelo con total soltura y, ahora, enfatiza su necesidad de dialogar, en y desde la poesía con algunos pares suyos. La primera de las tres partes de este Diálogo (no) final es clara muestra: cada uno de los veintiún poemas que la integran es rematado –y al mismo tiempo redondeado, explicado, ampliado– con una cita textual que lo mismo pertenece a Machado que a Pizarnik, entre otros.
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Luna desmembrada,
Alberto Castillo Pérez,
Ediciones Sin Nombre,
México, 2011.
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“El teatro hoy tiene dos rostros indisolublemente ligados: la página y el foro”: eso afirman los editores de esta obra teatral, firmada por el también autor, entre otras, de El Edipo imaginario, Van a matar al Toño y FATWA. Poco frecuentados, en gran medida por poco editados y difundidos, los textos teatrales han merecido siempre una atención históricamente regateada, tanto más injusta y enojosa cuanto es el nuestro un país prolífico en la materia, de lo cual dan prueba obras muy poco conocidas, lo mismo como texto que como puestas en escena, de autores insoslayables, desde Usigli e Ibargüengoitia hasta Tovar y Rascón Banda, por citar sólo un cuarteto. Encomiable, por lo tanto, el empeño del autor de esta Luna desmembrada y el de sus editores.
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Los mariachis asesinos,
Marcial Fernández,
Ficticia/Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal,
México, 2012.
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Este es el número treinta y siete de la bien nutrida y variada colección Biblioteca de cuento contemporáneo que la editora ha mantenido vigente a lo largo de los últimos años. Toca el turno al artífice tanto del empeño editorial como, por supuesto, de la existencia de la propia colección; y le toca con total justicia, siendo Fernández un narrador no solamente hecho y derecho –dato sabido de antemano–, sino capaz de jugar a placer dentro de las estrictas, que no rígidas, reglas del difícil género cuentístico. Ácido, irónico, malaleche, el autor instaura con estas nueve piezas de factura impecable un mundo propio en el que los hechos más aparentemente inverosímiles toman carta de absoluta naturalidad.
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Oro,
Mario Eraso,
Ediciones Sin Nombre,
México, 2012.
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Con toda seguridad, el colombiano Eraso es uno de esos autores que pueden preciarse, antes que de escribir, de ser buenos lectores, o al menos eso es lo que sugiere la numerosa lista de ensayos a él debidos, en los que aborda la obra literaria de Borges, López Velarde, Lispector, Juarroz, Cadenas y muchos más. Añádase que su nombre figura asimismo en algunas antologías, ora preparadas por él mismo, ora en las que se le ha incluido por ser la suya una voz atendible: Cordón de plata, diez poetas latinoamericanos nacidos en la década de los años cuarenta del siglo XX es ejemplo de lo primero; Quién es quién en la poesía colombiana lo es de lo segundo. Este Oro, trabajado precisamente como lo hacen los orfebres con el metal precioso, muestra clara y brillantemente el timbre poético de su cuidadoso autor.
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