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Quizá en agosto
Una de las cosas que más preocupa a quienes graban un disco es, justo al final del proceso, decidir la mejor manera de organizar las piezas, el orden en que serán escuchadas. Eso es lo primero que llama la atención de Quizá en agosto, trabajo colectivo liderado por el poeta –y colaborador de La Jornada– Ricardo Yáñez. Nos parece notable que abra con un “Trino” de flauta para inmediatamente después internarse en una evolución coral agridulce y atractiva, tanto por el desarrollo de las armonizaciones como por su lírica: “Pinté un pajarito verde.” Desde el principio queda en claro que la apuesta del álbum serán la literatura, los instrumentos acústicos y el diálogo entre voces humanas.
Las siguientes dos composiciones son de Yahir Durán. “Que no es tristeza” presenta una dotación instrumental ligera, vehículo para juegos de guitarras acústica y eléctrica. De buen trazo, su letra es menos afortunada que “Tamo”, especial por su estructura armónica y el complejo entretejido de los cantantes. Viene luego “Giro la perilla abro”, de David Aguilar, un curioso y efectivo canon a dos voces que cumple cabalmente con el sentido de su letra, dedicada al otro lado del espejo. Pese a la juventud de sus intérpretes (el mismo Aguilar y Kevin García), llega a la meta sin caer en la ingenuidad. Tiene un sentido del humor tipo Leo Maslíah.
“Cantor de oficio”, sexto corte del disco, es de Jaime Yáñez. De ritmo ternario, huapangueado, sabe presentar un escalonamiento sabroso al que se van agregando guitarra, contrabajo y jarana. Rueda que gira acrecentando su fuerza, consigue una buena estampa. Por su lado, “Quizá en agosto”, de Kevin García, es un soneto en cuya estructura temática, cordal y melódica reconocemos el espíritu de un compositor que toma en serio su trabajo y que sabe pulir las ocurrencias de la inspiración, aunque aún deba crecer como intérprete. A ello, esperamos, le ayudarán futuros productores.
Regresa así Yahir Durán, ahora con la voz de Denise Montiel. Es “La cajita 1”, que sabiamente nos dice: “Querer es saberse dar en una forma sencilla.” En ella notamos la influencia de esos repentistas que toman pie para abrir y cerrar repitiéndose, cual eco de montaña. “La fuente de la voz”, siguiente canción, es un experimento afortunado. Mireya Aldana, Ernesto Cano Lomelí, Alma Rocío Jiménez, Zindu Cano y los músicos ya mencionados, se dan el gusto de partir el disco a la mitad con una exploración vocal atrayente, justo antes de que vuelva Ricardo Yáñez con “Emborráchate por mí”, una suerte de ranchera jazzeada buena para el encuentro cantinero. “La cajita 2”, de Cano Lomelí, tiene uno de los mejores sujetos melódicos para clarinete. En compás de 6 por 8, viaja de México al Mediterráneo con dulzura.
El arreglo a “Danza y lamento”, de Víctor Martínez, es un acierto, hasta por el violín desafinado. Allí algo de lo que ocurre en la obra completa y que, aunque pudiera criticarse, nos parece sanamente irrelevante: hay problemas de afinación o de ejecución que fueron soslayados, suponemos, en pos de un sonido natural, orgánico, interpretado mayormente en vivo. No hay mejor ejemplo que “Tris tras”, de Alma Rocío Jiménez, en la que se incluyó un coro de niños. Nos gusta el resultado.
Suenan finalmente “La llorona” para arpa y guitarra, “San Pedro Bendito”, del propio Ricardo Yáñez, y “El agua no es el agua (finale)”, de Denise Montiel, una despedida que se nos va rápidamente entre los dedos y a la que se agrega un poema-colofón grabado “en frío”, sin música. Conclusión tan atípica como la apertura, en ella comprobamos nuestras sospechas: Quizá en agosto es la huella de un grupo de amigos que, sin mayores pretensiones que la búsqueda de belleza, hizo familia, taller y obra para compartir su tiempo con nosotros. Se lo agradecemos.
Otra recomendación
Muchos discos llegaron a nuestras manos a lo largo de este año sin que pudiéramos hablar de ellos, por falta de tiempo y espacio. Uno de los más relevantes fue Getho Xa’ñekua ra getho, del mexicano Gabriel Pareyón, compositor e investigador de currículum impresionante con estudios, colaboraciones y estrenos en múltiples ciudades nacionales y europeas. Escuchar estos Cantares de autorreferencia representa una de las más interesantes aproximaciones al mundo contemporáneo, al reflejo que la música puede lograr frente a fenómenos físicos, estéticos y filosóficos relacionados con la generación del Todo “a partir de escasas relaciones iniciales”. Un trabajo extraordinario para melómanos interesados en los mecanismos invisibles de la Creación.
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