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Felipe Garrido
Un escrito
La nota apareció entre otros papeles. Tal vez no supo qué hacer con ella. Pudo olvidar que la había escrito:
“Debo contártelo, por lo que pueda suceder. Sé que alguno se sorprenderá. Yo no lo sabía; no estoy seguro de cómo comenzó. Una mujer muy delgada, muy pálida, busto pequeño, piernas largas. Largas también las faldas de terciopelo; sombrilla, guantes, estola, un sombrero que le disimula el rostro... Un día me quedé solo, fumando un puro, tomando mezcal. No advertí que se acercaba; de pronto allí estaba, y eso me sobresaltó. Cuando la tuve cerca supe que me había acompañado toda la vida, desde antes de que lo supiera. Me tomó de la mano, me llevó por un callejón mal iluminado que llegaba a un jardín. Se apoyó en un muro de hiedra y ladrillo, puso mis manos en sus pechos, me mordió una oreja y con eso sentí que sus labios estaban muy fríos. Se alzó de puntas para ofrecerme su boca y eso me permitió verle el rostro, las cuencas vacías...” |