Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 30 de diciembre de 2012 Num: 930

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Poetas de los cincuenta
en Guanajuato:
la generación vigente

Ricardo Yáñez entrevista con Benjamín Valdivia

El México de
Iván Oropeza

Ana Paula Pintado

Diez cuentwitters
Enrique Héctor González

Strindberg,
psique y pasión

Miguel Ángel Quemain

El infierno según Strindberg
Omar Alain Rodrigo

Insurgentes: cine y
política en Bolivia

Hugo José Suárez

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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El infierno según
Strindberg

Omar Alain Rodrigo

Nacido con la nostalgia del cielo, ya de niño derramé
lágrimas por la suciedad de esta cochina existencia,
sintiéndome extraño y sin patria en medio de mi
familia y de la sociedad en que vivía. Desde mi
niñez he buscado a Dios, pero sólo he
encontrado al diablo.

Strindberg

Strindberg, autorretrato, entre 1892 y 1893.
Foto: Biblioteca Nacional de Suecia, colección de manuscritos

August Strindberg muere de cáncer un 14 de mayo, reconciliado con la vida y adorado por toda su nación. Más que una despedida, su sepelio fue un encuentro multitudinario de 60 mil almas unidas para rendir homenaje y reconocer la genialidad creadora del más grande de los escritores suecos. De sensibilidad extrema y aguda inteligencia, incomprendido, rebelde frente a las injusticias y poseído desde niño por ideas alucinantes, su sufrimiento prematuro atiza el fuego que iluminará la creación de una obra descarnada, corrosiva, tenebrosa, brutal, lúcida y reveladora. Impresionante legado que ya forma parte de la literatura universal. En su obra dramática resplandecen todo tipo de géneros y estilos; tragedias naturalistas, obras poéticas, teatro fantástico, comedias de boulevard, obras oníricas y expresionistas, simbolistas, dramas históricos y obras de cámara para un teatro íntimo. Es en este teatro íntimo e intimidatorio donde Strindberg despliega su máximo potencial dramático, utilizando como arsenal sus propias vivencias; encrucijadas, nudos y torceduras de una existencia azotada por angustias, combates, delirios, traiciones y venganzas. Su obra autobiográfica es un compendio que incluye su teatro más famoso y representado como Señorita Julia, Acreedores, La sonata de los espectros, El padre, El pelícano y La más fuerte; abarca también las novelas que dan cuenta de su historia, su dolor constante y su supuesta locura, desde Hijo de sirvienta hasta Alegato de un loco e Infierno. Diagnosticado como esquizofrénico, padecimiento equiparado a la locura en aquella época, el autor explora su propia enfermedad con manifestaciones más o menos diferentes en los personajes más emblemáticos de sus obras; la neurosis en Señorita Julia, la paranoia en La más fuerte, el delirio de persecución de la madre en El pelícano, hasta la supuesta locura del capitán en El padre. La enfermedad mental es una marca distintiva en la construcción de sus personajes protagonistas y por eso serán castigados, confinados y orillados a la muerte.

Infierno y Alegato de un loco, sus novelas más terribles, son el alarido de un ser torturado que se retuerce tratando de encontrar sentido a su dolor. Infierno fue escrita en 1896 en medio de una de sus peores crisis después del divorcio de su segunda mujer, en ella quedan al descubierto todas sus fobias, obsesiones y delirios; “potencias indeterminadas” que lo acosan, “enemigos electricistas” que intentan asesinarlo, diablos con cabeza de macho cabrío caminando como transeúntes y demás creaciones y transfiguraciones. El infierno de Strindberg tan temido y tan deseado, es su propia conciencia imponiendo penitencias y castigos a diestra y siniestra, como un ritual purificador para lavar sus culpas y alcanzar así la paz y el consuelo de su alma atormentada. “Este libro es el del gran desorden y el de la coherencia infinita. He aquí mi Universo, como yo lo he creado, como se me ha manifestado.” En el lapso de un año (1887-1888), Strindberg escribe El padre, Alegato de un loco, Señorita Julia, Acreedores y La más fuerte, cinco de sus más grandes obras, las cuales le darían fama y reconocimiento mundial. La crisis de su primer matrimonio fue el motor que impulsó la creación de estas obras intimistas que planteaban una lucha encarnizada por el poder entre el hombre y la mujer. Su primera esposa, Siri Von Essen, había intentado conseguir de un médico una declaración de incapacidad mental y Strindberg estaba convencido de que ella quería eliminarlo recluyéndolo en un manicomio. El padre, obra de construcción dramática impecable y poética terrible, narra esta etapa de su vida: el personaje es derrotado por su mujer y condenado por toda la familia; su demencia es avalada por un médico especialista y un religioso de siniestra moral. Mientras tanto el autor se libraba del manicomio gracias al apoyo de los artistas e intelectuales más encumbrados de toda Europa. Alegato de un loco, conocida como Autodefensa, es también una denuncia de la agresión de la que fue objeto, e instrumento para defenderse de la “locura” de los otros: “La justa necesidad de lavar mi cadáver antes de que fuese encerrado para siempre en el ataúd.” En Genio artístico y locura, Karl Jaspers concluye que el enfermo es artista en virtud de su talento y no de su enfermedad, en otras palabras: Strindberg no fue genial por ser esquizofrénico.


Escenas de El infierno de Strindberg

El “universo strindberiano”, los conflictos de su vida convertidos en literatura, es un catálogo de temas obsesivos y personajes femeninos empeñados en la destrucción del hombre: el matrimonio como un escenario de locura donde se entabla una guerra sucia por el poder; lucha de clases, de sexos y de cerebros atormentados, seres humanos transfigurados en fantasmas, vampiros o demonios que provocan muerte y destrucción. Crímenes perfectos y “asesinatos psíquicos” como el de Laura en El padre, el de Tekla en Acreedores o el de la madre en El pelícano. Grandes personajes cuya señalada misoginia se hace patente. Él mismo se representa atrapado en una camisa de fuerza en El padre; es ahí donde la genialidad y el ímpetu de su espíritu se manifiestan con mayor intensidad. Este es su mejor personaje. El hombre, martirizado, buscando su propia redención.

La importancia de Strindberg no radica solamente en la indiscutible calidad de una dramaturgia renovadora, insolente y desgarrada; es también un revolucionario de la escena y con sus compañías Teatro Experimental de Strindberg y Teatro Íntimo, combate las formas desgastadas de representación y propone una actoralidad basada en la verdad y en la intimidad entre el público y el actor. Artista completo, pintor y fotógrafo, estudioso de la música, las ciencias políticas y la estética, emprende incursiones en el ámbito de la medicina, la química, la alquimia y el ocultismo, intentando con fervor develar los misterios de la vida y de su propia existencia. En 1895 conoce a Paul Gauguin en los círculos artísticos de París y un año después disfruta de una larga temporada en compañía de Edvard Munch –tiempo atrás este afamado pintor había retratado al controvertido dramaturgo. Con su amigo y promotor, Friedrich Nietzsche, mantiene una intensa correspondencia y comparte la idea del “superhombre” y el desprecio hacia la mujer. El filósofo fue el primero en celebrar la grandeza contenida en El padre: “La guerra como motivo y el odio profundo entre los sexos como ley fundamental hacen de este texto una obra espléndida.” August Strindberg es considerado padre del teatro moderno, su influencia en el teatro del siglo XX es determinante. O’Neill, Pirandello y O’Casey reconocen su delirante talento. Tennessee Williams fue su más ferviente admirador, lo estudia desde el colegio, durante su vida y de manera muy intensa antes de morir. Es posible que la neurosis y la supuesta locura de Blanche du Bois hayan sido alimentadas por Señorita Julia y El padre. Frank Kafka afirmó que Strindberg había ganado la genialidad de su obra a “fuerza de puñetazos”. Transformar su sufrimiento en arte fue su mejor remedio para espantar la locura y alcanzar la paz.

Sean O’Casey, escribió: “Strindberg, Strindberg, Strindberg, el más grande de los dramaturgos, trae llamas de los planetas vivos y las estrellas fijas.” O’Neill lo llamó “precursor de toda modernidad en nuestro teatro actual”. Ibsen dijo a un visitante: “He ahí a alguien que será más grande que yo: August Strindberg.”

Las edades de oro del teatro. Macgowan y Melnitz

A finales de 1907, Strindberg inaugura su Teatro Íntimo con El pelícano, la puesta en escena no tuvo el éxito esperado y las dificultades se hicieron presentes en este nuevo intento por tener un espacio donde representar sus obras. Estos últimos años de su vida, para su fortuna, habita una pensión atendida por los padres de una joven actriz llamada Fanny Falkner, quien le brinda compañía y esmerada atención. En 1910 recibe un gran homenaje nacional. Sin embargo, el 11 de diciembre del siguiente año tiene que cerrar las puertas de su teatro y lo hace con las obras que le dieron fama en toda Europa: El padre y Señorita Julia. Ese mismo año logra vender los derechos de sus obras completas y reparte esa fortuna entre sus tres hijos y su odiada y admirada Siri Von Essen. Un año después muere de cáncer en el estómago.

August Strindberg nació en Estocolmo un 22 de enero y se partió en dos pedazos al tomar conciencia de su origen; hijo de un noble arruinado y su sirvienta, no pudo asimilar la diferencia de clases entre sus progenitores y eso provocó una profunda incisión en su personalidad. La severidad del padre y la religiosidad desmedida de su madre fueron estructurando su noción de pecado-culpa y castigo. El niño vivió fragmentado, como la geografía de su natal Estocolmo, y las rupturas subsecuentes en su vida convirtieron al hombre en pedacería de un rompecabezas imposible de armar. Hijo de sirvienta es su novela más conmovedora; en ella comparte el dolor de su infancia, la sensación de no pertenecer a nada y a nadie, el sentimiento de ser él un solo universo, la incomprensión del mundo que lo rodea y la necesidad de encontrar un Dios que lo proteja y brinde consuelo a su alma lastimada. El hombre continuará su viacrucis buscando a Dios en forma desesperada, involucrándose en distintos credos y religiones, renegando también como un ateo, desafiando a Dios y tentando al diablo. Antes de morir pidió que en su tumba lo acompañara una leyenda de Crímenes y crímenes. Sobre una cruz negra de madera se lee una inscripción dorada en latín: O crux ave Spes unica. “Salve, oh Cruz, única esperanza.”

En Camino real, su última obra, Strindberg hace una reflexión final: “Aquí descansa Ismael, hijo de Agar,/ cuyo nombre fue alguna vez llamado Israel,/ porque sostuvo una lucha con Dios,/ y no cesó de luchar hasta caer/ derrotado por su Dios omnipotente./ ¡Oh Eterno! No dejaré escapar tu mano,/ tu dura mano, hasta que me bendigas./ Bendíceme, tu criatura sufre./ ¡Sufre tu regalo de la vida!/ Yo, que soy el que más sufre,/ cuyo tormento más penoso es éste:/ ¡No pude ser lo que anhelé!”