Jair Cortés
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La memoria y sus fisuras
Muchas veces suponemos que la memoria guarda recuerdos invulnerables y que sólo el tiempo puede borrar sus contornos hasta eliminarlos por completo. Pero los recuerdos son organismos que nacen, crecen, se transforman y mueren, al final, con su dueño, o bien, se heredan a otros. Este es el caso de Postales a casa (Publicado por Texere Ediciones) de la escritora zacatecana Yolanda Alonso (1986) una serie de relatos que buscan, con variados recursos, el diálogo, el monólogo, las diversas condiciones del recuerdo como único testigo del instante. Dividido en dos partes, “De ida” y “De vuelta”, que a su vez se subdividen en fragmentos, Postales a casa es un viaje: el distanciamiento, la añoranza y el deseo de volver, aunque sea en imágenes y palabras. Yolanda Alonso trasciende la anécdota usando un lenguaje que le permite explorar estados de ánimo, sentimientos, sensaciones. Su prosa es pausada y descriptiva. Personajes que transitan de un lugar a otro: un piloto que fotografía pedazos de cielo porque ha “perdido la emoción y el vértigo” del viaje. Una Ella que piensa, a veces, desde la cocina: “Dicen que el tamaño del puño es también el del corazón; para endulzar el mole se agregan de tres a cuatro corazonadas.”
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Postales a casa es un transitar, a veces apresurado, con un ritmo que avanza en su condición de prosa y por instantes se detiene, se ralentiza en escenarios poéticos para que su propia sombra no se adelante: “Ella aprieta el tallo de una flor… La arrullan el perfume y el sonido del campo hasta que se queda dormida” o “el viajero a la deriva está expuesto a la picadura de la desolación”. Yolanda Alonso también reconstruye un pasado a partir de la presencia femenina como una trinidad: la abuela, la madre y la hija, esa cadena que no se rompe, aunque a veces se tense, y que permanece no sólo en la memoria sino que sigue desarrollándose más allá de la muerte de cualquiera de sus eslabones: “Hace un mes que murió mi madre y, desde entonces, me preocupan las plantas; al menos una vez al día pienso en la plaga de los rosales, en plantar violetas.” “De ida” es la fuga física, “De vuelta” se convierte en el reencuentro con la madre, acelerado por la muerte, el silencio entre el padre y la hija, y los objetos que, irremediablemente, habrán de convertirse en una “herencia”.
Postales a casa es el primer libro de Yolanda Alonso que concreta sus intenciones: la escritura como un ejercicio en silencio que, en algún momento, encuentra su punto final y que concluye que el tiempo termina por borrarse a sí mismo y se confunde en nuestra mente: un día o seis meses, tiempo y sólo tiempo que “literariamente” llamamos vida. |