Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Adalbert Stifter: un Ulises sin atributos en busca del tiempo
Andreas Kurz
La invasión de la irrelevancia, televisión
y mentira
Fabrizio Andreella
Julio Ramón Ribeyro y
la tentación del fracaso
Esther Andradi
El jardín de los
Finzi-Contini
Marco Antonio Campos
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Columnas:
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Raúl Olvera Mijares
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
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Los pasos recobrados
Uno a veces olvida, algún día impreciso, sus pasos. Los deja ahí descalzos a mitad del naufragio, en alguna calle o país, y no los vuelve a ver. Uno cree que esos pasos, como todo en la vida, murieron de inanición o angustia o tal vez algún distraído les pasó las dos llantas de su bicicleta por encima. Lo cree uno ingenuamente: que todas las cosas que nacen, mueren. Pero no: hay cosas, como los pasos (un amor, un recuerdo), que no mueren. Quedan extraviados nomás, rebotando entre las cuatro paredes de un olvido aparente. Yo, por ejemplo, dejé unos extraviados en los pasillos de la Nogales High School, allá en California, donde estudié hace más de veinte años. Hace poco hice un descanso en el camino y pensé que sería bueno ir a buscarlos. Estaba seguro de no encontrar ni un solo rastro de lo que fue alguna vez aquel recorrido, pero no: no sólo estaban mis pasos en pie sino también los mismos pájaros, los árboles, las calles pobladas de hojarasca y, por encima de todo, ese claroscuro que se levantaba como una polvareda entre todo eso que había vivido y todo aquello que me faltaría por vivir. |