Conforme pasa el tiempo, la figura del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro va engrandeciéndose o, en palabras más precisas, va dejando la sombra en la cual, y sin justicia, ha permanecido a consecuencia del resplandor de otras figuras peruanas de las letras, como es bien sabido sucede con sus paisanos Mario Vargas Llosa y César Vallejo. Aunque autor de tres novelas, es en el género cuentístico donde Ribeyro legó a las letras hispánicas una extensa obra de primerísimo nivel, como lo sabe quien lo ha leído y podrá verificarlo quien se acerque a La palabra del mudo, las Prosas apátridas o La tentación del fracaso, primer tomo de su Diario personal, mismos que vieron la luz en 1992, auténtico annus mirabilis para Ribeyro, quien falleciera solamente dos años más tarde. El artículo de Esther Andradi rememora a este autor fundamental e invita a su gozosa lectura o relectura. Publicamos además un ensayo de Andreas Kurz sobre el austríaco Adalbert Stifter, autor de Verano tardío, novela que “compite con las escritas por Joyce, Musil y Proust”, es decir, las célebres Ulises, El hombre sin atributos y En busca del tiempo perdido.
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