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¿Israel o Irán ante una amenaza existencial? (I DE II)
Demagogos
El New York Times (NYT), el diario del registro histórico, tiene la tradición de ser usado con fines propagandísticos. Recientemente la venerable Dama gris fue usada de forma descarada para promocionar la guerra estadunidense en Irak. En ese caso la reportera Judith Miller participó como cómplice entusiasta del gobierno de Bush al publicar, sin cuestionarlas, todas las falsificaciones que le proporcionaban con la intención de crear el consenso bélico. Cuando eventualmente quedó en evidencia su papel en la conspiración, el NYT sacrificó a Miller, la responsabilizó del fraude, a pesar de que no fue ella la única involucrada, y se disculpó con algunas justificaciones poco convincentes. Ahora el NYT está de vuelta en su papel propagandista bélico y su nueva misión es promover una guerra israelí. Al ritmo en que va la campaña quizás cuando aparezca este artículo publicado ya hayan caído las primeras bombas. El cuento es el mismo: un demagogo, tiránico, criminal y peligroso para el mundo entero (y en especial para Israel) está a punto de producir armas de destrucción masiva. Entonces era Irak y Saddam, hoy se trata de Irán y Ahmadinejad. En ambos casos los demagogos occidentales e israelíes han debido contar con la amnesia y la desinformación del público, así como con medios prestigiosos que se encarguen de difundir y dar legitimidad a la propaganda.
Átomos para la paz
El gran amigo y aliado estadunidense e israelí en Teherán, el shah Mohamed Reza Pahlevi (un monarca que fue reinstalado en el poder por un golpe de Estado de la CIA ordenado por Dwight Eisenhower) no tenía pudor al expresar que quería tener sus propias bombas atómicas. En 1974, EU, Alemania, Francia y Suecia lo auxiliaron a construir su primera planta nuclear, Bushehr, de veintitrés planeadas en el programa Átomos para la Paz. En 1976, el presidente Gerald Ford ofreció al shah una planta para procesar uranio (que el shah intercambiaría por petróleo con la Sudáfrica de la era del apartheid) usado en la planta y convertirlo en plutonio, un proceso necesario para fabricar armas nucleares. Tras la revolución de 1979, el ayatola Khomeini cerró la planta, ya que la consideraba una obra satánica occidental. Sin embargo, cuando Irak lanzó su guerra de agresión contra el joven régimen iraní, Khomeini aceptó reabrir el programa nuclear, especialmente porque Saddam Hussein empleó armas químicas en el frente de combate suministradas por EU y otras potencias occidentales, además de que corría el rumor de que los iraquíes trabajaban en un arma atómica bajo patrocinio occidental.
Los obstáculos
Desde la revolución iraní, Israel y Estados Unidos han gastado millones de dólares tratando de obstaculizar el programa atómico iraní, el cual pensaban sería patrocinado por la Unión Soviética. Pero los soviéticos y luego los rusos abandonaron a los iraníes, y su programa no progresó gran cosa sino hasta que contrataron los servicios de Abdul Qadeer Khan, el padre de la bomba atómica paquistaní, con quien montaron una planta de enriquecimiento de uranio en Natanz, en 2002. Esto en sí no es evidencia definitiva de que la intención era fabricar armas nucleares; no obstante Estados Unidos impuso una serie de sanciones contra Teherán y el gobierno de Ariel Sharon lanzó, en 2004, una estrategia de “cinco frentes” para detener a los iraníes, que incluía presión política, medidas secretas, contra proliferación, sanciones y cambio de régimen. Las medidas secretas, como bien sabemos, incluyen explosiones que han destruido plantas de enriquecimiento, aviones misteriosamente derribados, el virus computacional Stuxnet (comentado en esta sección) que destruyó un gran número de centrífugas y, por supuesto, una serie de asesinatos de científicos que comenzó en 2007.
La estratagema
Este es sólo un episodio más en la historia de las periódicas denuncias en contra de Irán por su presunto programa nuclear. El propio Benjamín Netanyahu aseguraba en 1992 que para 1999 Irán tendría una bomba atómica, y Shamir Peres dijo, en 1996, que eso mismo sucedería en unos pocos meses. Hoy Netanyahu y Ehud Barak cuentan con que esta vez nadie recuerde sus anteriores predicciones, que crean que el peligro contra la humanidad ahora sí va en serio y que todo mundo ignore al exjefe de la Mossad, Meir Dagan, y a otros políticos de alto nivel que han dicho que la amenaza iraní no es inminente (estiman que, de querer una bomba, necesitarían por lo menos tres años más), y que un ataque contra esa nación tendría consecuencias catastróficas. Dagan no es el único que ha denunciado esta campaña como una vil estrategia electorera de políticos sin escrúpulos; muchos otros políticos y comentaristas dentro y fuera de Israel han opinado lo mismo. En su editorial del 29 de enero de 2012, el diario israelí Haaretz señaló: “Netanyahu, con la ayuda de Barak, ha convertido la amenaza nuclear iraní en una impresionante estratagema para distraer la atención del público de la política de los asentamientos y la perpetuación de la ocupación. Se ha aprovechado de la preocupación del presidente Barack Obama con las elecciones presidenciales en EU y del miedo que le tiene Obama a la derecha judía”
(Continuará)
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