Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
80 años de Ferreira Gullar
RICARDO BADA
Esencia de paisaje
TASOS DENEGRIS
Niños Héroes de película
JOSÉ ANTONIO VALDÉS PEÑA
La reforma agraria
HERNÁN GÓMEZ BRUERA
Natura morta, arte del bodegón literario
LOREL HERNÁNDEZ
Salvador Allende:
el pasado no pasa
MARCO ANTONIO CAMPOS
La filosofía náhuatl
conquista Rusia
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista CON MIGUEL LEÓN-PORTILLA
Leer
Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Noé Morales
www.twitter.com/noemoralesmunoz
Memorama
Transcurría la tercera década del siglo XX cuando Malcolm Lowry le escribía a un amigo unas letras que se mantienen vigentes al cabo del tiempo: “México es el sitio más apartado de Dios en el que uno puede encontrarse si se padece algún tipo de congoja; es una especie de Moloch que se alimenta de almas sufrientes.”
El paralelismo trazado por el literato inglés entre el estado de cosas de esta nación y la leyenda del antiguo dios semítico, proclive a devorar a sus hijos, no podría ser más oportuno en vista del presente que habitamos. La guerra fratricida que transcurre hoy en día ha detonado naturalmente la conformación de cierto espejo de ficción –sobre todo literaria– que, ceñido por la inmediatez y el horror de los sucesos, no alcanza todavía a constituir una constelación autónoma que revele mucho más de lo que al respecto exponen los medios. Acaso menos que la narrativa, pero la dramaturgia mexicana se ha interesado por temáticas como la violencia y la degradación inherentes a la descomposición social y a la narcocracia. Para muestra una de las últimas obras del regiomontano Mario Cantú: Memorama, que ha sido llevada a escena por la compañía tijuanense Dramared, bajo la dirección de Daniel Serrano.
|
Presentada en Monterrey, dentro del marco del Festival de Teatro Nuevo León 2010, la obra entraña un giro significativo de estilo en la producción del autor, casi siempre caracterizada por un retrato agridulce, no exento de humor, sobre las personalidades de la clase media. En esta ocasión, Cantú se adentra en un universo sin dudas reconocible por lo que encierra de realidad: el policía Acosta (Gregorio Castillo) tiene a su cargo, en lo que se supone un cautiverio forzado, a Martín del Real (Cristóbal Dearie), que funge como su contraparte más desde lo caracterológico que desde la ideología. Mediante ello, Cantú evade la estereotipación de sus personajes y la previsibilidad de su trama, y urde a partir de estos puntos de partida una obra que, entre otras cosas, es una indagación rigurosa en las posibilidades de la peripecia. Acosta pronto olvida el motivo por el cual ha de mantener cautivo a Martín, lo que detona una serie de giros argumentales y de retrocesos temporales que conducen a los personajes al mismo punto de partida pero no al mismo sitio en su propia conciencia. De esa forma, Cantú enhebra un texto plagado de incertidumbres y claroscuros, que lo muestran como un prestidigitador hábil aunque a veces excesivo en el manejo de la tensión, que en otro nivel funge como una alegoría de lo absurdo y arbitrario de la espiral de violencia que atraviesa a la nación de un tiempo a la fecha.
Serrano se subordina a la ficción del texto y entrega una de sus direcciones más sólidas, por lo que conquista en términos de sobriedad y verosimilitud, no sólo en lo que se refiere a los signos de su puesta sino también a su apuntalamiento de los muchos vuelcos en el desarrollo del relato. Con apenas unos cuantos elementos de utilería y el apoyo discreto de la iluminación, Serrano conduce con destreza a sus actores en un auténtico tour de force que, si bien a veces parece violentarse al grado de desmerecer sus intenciones primarias, los muestra como un par de intérpretes oficiosos, versátiles e incluso carismáticos. A saber si Memorama será eventualmente uno de los esfuerzos más logrados por trasladar a las tablas el horror de estos tiempos; en todo caso, sí permite ver la evolución de dos teatreros comprometidos con su entorno social, sin la compulsión por la estridencia y el panfleto, y que además oponen a ese horror un convivio íntimo y reflexivo.
Noticia: al cabo de un tiempo, la rutina puede volverse la trinchera donde se forja mucho de lo que otorga sentido al oficio y a la existencia. Al cabo de casi una década, este espacio ha hecho las veces de ventana, mesa de diálogo y, ante todo, ámbito de exposición e intercambio de ideas en torno a una actividad que me apasiona. Con esta entrega, esta columna quincenal llega a su fin por decisión de los editores. A ellos, y a todo el equipo de La Jornada Semanal en general, agradezco por su colaboración noble y respetuosa, en especial a Hugo Gutiérrez Vega, caballero sabio y generoso como existen y existirán pocos. Y a ti, lector, protagonista de esta historia extendida por tanto tiempo, dedico mi agradecimiento más sincero y el deseo de que pronto volvamos a coincidir. Por lo pronto paz, salud y ¡mucha, mucha mierda!
|