Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de julio de 2010 Num: 803

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Del Café Tortoni
al Café de Flore

ALEJANDRO MICHELENA

Otra hoja en blanco incompleta
JUAN BAJAMAR

Saint-Pol-Roux,
el mago de Bretaña

RODOLFO ALONSO

Saki y la carga de la infancia
GRAHAM GREENE

Saki
Los entrometidos

La potencia de lo real
RICARDO VENEGAS

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Verónica Murguía

Mexicanos, calmémonos todos

El día del Mundial de futbol en el que México jugó contra Francia –y ganó, como recordaremos siempre– tuve la suerte de escuchar la más estrafalaria interpretación del himno nacional que he oído en la vida.

Estaba en el coche buscando un lugar para estacionarme, con la radio encendida por supuesto, desesperada por bajarme y correr a ver la tele. Y nada, todos los lugares ocupados.

Mientras, en la radio, los cronistas describían la salida de los equipos a la cancha: el color de los uniformes, la facha y el nombre del árbitro, las alineaciones, sus fortalezas y debilidades. Tocaron el himno de Francia. Los locutores tuvieron una conversación más o menos predecible: “La marsellesa es el himno más bello”, “recuérdese que los primeros acordes de La marsellesa fueron usados por Los Beatles”, etcétera. Terminó el himno francés, los cronistas describieron el estadio, hablaron del clima sudafricano, de cuántos aficionados abarrotaban las gradas. Retumbaron los primeros acordes del himno mexicano. Entonces el entusiasmo patrio le ganó a un locutor quien dijo:  “Pues sí, dicen que La marsellesa es el más hermoso, pero el mexicano no se queda atrás” y zás, se pone a cantar con una pasión que nos dejó estupefactos a todos los que estábamos oyendo y, de forma casi palpable, a los que estaban en la cabina con él. Pérfidos, lo dejaron morir solo, cantando a grito pelado en cadena nacional.

Me pregunté si el audaz cantante se había fijado en la letra de ambos himnos, tan preciosos y sanguinarios. De niños repetimos mecánicamente “el acero aprestad y el bridón” y muchos dijimos en la más pura inocencia “el acero apestad y el bidón” porque un niño no sabe qué es eso de “aprestad el acero” y menos “el bridón”. Es más, el otro día hice una encuesta y pocos de los adultos a los que entrevisté saben que el bridón es un caballo enorme, de mal carácter y valiente, al que no asustaban los cañonazos, ni el olor a sangre.


Francisco González Bocanegra

No sé si sea verdad que hay personas que se llaman Masiosare, por lo del extraño enemigo, pero puedo asegurar que “profanar con su planta tu suelo” me hacía pensar en un malévolo geranio sembrado por el enemigo nomás para fregar. La versión completa del himno, en la que se habla de campiñas regadas con sangre, yugos que doblegan los cuellos, bridones que pisotean banderas vencidas y cañones horrísonos era todavía más indescifrable. La escuchábamos con una serenidad absoluta, confiados en que algún día comprenderíamos. El día llegó y nos llevamos un susto.

La marsellesa, campeona mundial de belleza hímnica, es igualmente encarnizada: se incita a los ciudadanos a tomar las armas porque ahí vienen “a degollar a nuestros hijos y compañeras” y hay que marchar para “que una sangre impura /empape nuestros surcos”.

¿Y el himno de Estados Unidos? Por supuesto, tan feroz como el francés o el nuestro. Tiene unos versos que describen la bandera que persiste y ondea sobre una muralla y se le puede ver a la luz de los bombazos, “rojo fulgor de cohetes, las bombas estallando en el aire”. Luego dice que “su sangre [la del enemigo, claro] ha limpiado la contaminación de sus sucios pasos /ningún refugio podría salvar a los mercenarios y los esclavos/ del terror de la huida o la tristeza de la tumba”.

Me temo que casi todos los himnos son así: dale duro, que se vaya, por acá no tiene nada que hacer y si pasa la frontera, lo matamos entre todos. Deprimentísimos.

Busqué la letra del himno nacional japonés. Me llevé una agradable sorpresa: es poético y misterioso. Lo único que podría resultar alarmante es que recomienda que el imperio dure más de mil años.

Averigüé cuál era la letra del himno nacional de Mongolia y me volví a sorprender: el himno del lugar donde nació Genghis Khan, el más feroz conquistador y guerrero que la Historia ha visto, es muy moderado. Dice que “Mongolia será amiga de las naciones rectas y honradas” y cosas por el estilo.

Desde ese día me dio por escribir una letra alternativa para nuestro himno. Está peliagudo, porque el verso, un decasílabo dactílico, ha resultado difícil de copiar. Apenas llevo el primero:  “Mexicanos, calmémonos todos”, en lugar de “Mexicanos al grito de guerra.” Pero si no me sale, me conformo con que los versos:  “Ya no más de tus hijos la sangre/ se derrame en contienda de hermanos” vayan en la estrofa primera, en lugar de la tercera.

Es necesario escuchar esos versos. Dicen algo justo y urgente.