Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de julio de 2010 Num: 803

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Del Café Tortoni
al Café de Flore

ALEJANDRO MICHELENA

Otra hoja en blanco incompleta
JUAN BAJAMAR

Saint-Pol-Roux,
el mago de Bretaña

RODOLFO ALONSO

Saki y la carga de la infancia
GRAHAM GREENE

Saki
Los entrometidos

La potencia de lo real
RICARDO VENEGAS

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Del Café Tortoni al Café de Flore

Alejandro Michelena

En 1925, Baldomero Fernández Moreno –por entonces aquel joven poeta que tuvo la audacia de poetizar lo más cotidiano y mínimo de la vida urbana de Buenos Aires– escribió un sentido poema, evocando un día de lluvia en la terraza del Tortoni, a su padre fallecido, quien también había sido visitante habitual de ese lugar. Recordemos que a esas fechas el emblemático café era ya un recinto cargado de historia, que estaba por alcanzar sus sesenta años de vida, y en su bodega comenzaba a reunirse una peña de artistas y escritores destinada a marcar toda una época (de la que Fernández Moreno sería un protagonista destacado).

La lluvia y la soledad en medio de la multitud –la que pasa por la calle y la del café– estimulan en el poeta la evocación de su padre, llegado muchos años antes a esas mismas mesas: “A fumar un habano, perfumado/ y a jugar al tresillo consabido.” Baldomero se distancia sutilmente de esa lejana imagen paterna nimbada de satisfacción y prosperidad. Él, hombre de tiempos nuevos y más complejos, se retrata a sí mismo como: “Melancólico, pobre, descubierto.”

El texto refleja, desde su intimismo, los radicales cambios ocurridos en la ciudad desde el período de aquella gran aldea, de finales del siglo XIX, hasta llegar a la trepidante urbe de mitad de los años veinte.

Cincuenta años después de la creación de este texto, el hijo de Baldomero, César, poeta como su padre, escribe una variación del soneto. Estaba residiendo en París en ese momento y decide seguir en su glosa paso a paso lo escrito en el año 1925 por su padre.

El nuevo poema, si bien depende del original, mantiene su autonomía. Sin pretensiones de originalidad, logra sí marcar –con el texto paterno– elementos diferenciales. Hay uno, obvio, que tiene que ver con la geografía: César escribe instalado en el Café de Flore, y los “grandes autobuses rojos” se transforman en “los grandes autobuses verdes”. Pero otros son menos evidentes: a Cuántas veces, oh padre, habrás venido”, del original, contrapone este verso: “Pero tú nunca, padre, habrás venido” (aludiendo a que Baldomero Fernández Moreno nunca estuvo en París).

El primer terceto comienza igualmente con la palabra “Melancólico”, pero ahora acompañada de la frase: “acaso más abierto”. Sin duda: los años no habían transcurrido en vano, y hubo un cambio generacional.