Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de julio de 2010 Num: 803

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Del Café Tortoni
al Café de Flore

ALEJANDRO MICHELENA

Otra hoja en blanco incompleta
JUAN BAJAMAR

Saint-Pol-Roux,
el mago de Bretaña

RODOLFO ALONSO

Saki y la carga de la infancia
GRAHAM GREENE

Saki
Los entrometidos

La potencia de lo real
RICARDO VENEGAS

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 


con Luis Fracchia


Núcleo, óleo sobre lino, 145 × 100 cm

La potencia de lo real

Ricardo Venegas

Oriundo de Asunción, Paraguay (1959), Luis Fracchia se desenvolvió desde muy joven en escuelas italianas donde aprendió la técnica del “fresco sobre muro”, a la antigua manera renacentista, amén de haber incursionado en el grabado en metal. Luego de haber conocido la obra de Siqueiros, Fracchia se sintió atraído por México y estableció su residencia en Cuernavaca, “el lugar cerca del bosque”. Su obra forma parte de importantes colecciones privadas en Europa, Sudamérica y Estados Unidos. Indudablemente Fracchia ocupa un lugar preponderante en la plástica mexicana.

–Pensando en qué tan importante es asumir el inconsciente individual como parte del inconsciente colectivo, ¿el artista sigue siendo sensor, antena de la sociedad?

–Creo que sí, a pesar de nosotros, a pesar de nuestro más o menos compromiso con esa realidad, o sea, en el sentido de asumirlo o no, vivir es ser parte integral de una época, de una contemporaneidad, de una sociedad; lo que escuchamos, lo que sentimos, lo que no nos gusta, en la gente del país creo que sí, uno de los únicos filtros es el artista; el político tiene otra función. Casi nacemos y escogemos esto exactamente por sentirnos un poco fuera de lugar. Querer encontrar ese lugar nos hace filtro de una cantidad de cosas, como portavoces, pero no como cosa premeditada. Sin ser arrogante, con el tiempo te das cuenta de que sí, que ves a ciertos artistas, lees su obra entre líneas y te das cuenta de que van a morir, va a pasar su época y su testimonio va a ser mucho más fino; o adviertes lo que no se logró, lo que no está, lo que no está satisfecho y que ahí se trasluce; no de la perfección o de lo que está bien hecho, eso es académico siempre.

–¿Cuándo consideras que está terminado un cuadro?

–De dos maneras, una muy banal, que es cuando tengo que entregarlo, y la otra, en las obras en las que me doy el lujo, como las que tengo aquí desde hace años, de repente las trabajo un poco y es hasta que siento que el cuadro ha muerto en mí y, por lo tanto, si trabajo encima, lo voy a arruinar, o sea que ya he llegado a ese punto de saturación en que digo no sé si le falta más o menos, pero el cuadro me dice que ya. Es una cuestión que uno va calibrando por pieza, por momento. Cada cuadro además significa algo, un momento en tu vida, un pensamiento, una idea, un concepto mental. Casi siempre, a pesar de que hago un trabajo muy figurativo, creo que es absolutamente mental. De hecho me gustaría llegar a algo más catártico, porque me haría bastante bien. En ese proceso estoy, en soltar un poco más porque lo veo muy mental. El proceso depende de cada cuadro. En estos que tengo el lujo de tener para mí llevan un tiempo esperando su turno, pero cuando trabajo para una exposición, como ahora en Roma, yo ya tengo las veinte obras y las voy trabajando bajo un perfil. Es como agotar eso en mí, como agotar ese perfil en mí.


Cruz de palma, óleo sobre lino, 92 × 160 cm

–Del realismo de tu obra…

–Uno se puede divertir con eso. Yo nunca me he catalogado, y decir que no me he catalogado es caer en un lugar común, por tanto es un poco embarazoso, yo lo dejo libre. Evidentemente es un realismo, no lo puedo dudar; mi curiosidad siempre ha sido la forma, comprender este fenómeno, ir al micro para llegar al macro, y esto ha respondido también a etapas. Tal vez yo había estado muy inquieto con eso; hoy en día te diría otra cosa, quisiera liberar el micro. No estoy ya preocupado, no me interesa mucho, me interesa más un aspecto de orden mental y, evidentemente, he tenido siempre una fascinación y no es ni siquiera el cuerpo ni la figura. Pienso que realmente es la luz, que es un tema muy abstracto. Pero yo en la abstracción me pierdo porque creo que de alguna manera es un monólogo de la mente, porque somos seres abstractos, pero de repente estamos vestidos, tenemos que vestirnos –llevamos una cantidad de protocolos en esta vida– y me parece un poco irreal, y es el abstracto lo que se tiene que filtrar, y es la forma en que yo voy a entender lo que pasa aquí. Esto es hablando a nivel emocional. A mí lo que me interesa es la luz y para traducirlo tengo que tratar, que circundar, porque la luz aparece en los objetos. La luz en sí misma no necesitamos siquiera expresarla; se necesita encontrar un recipiente, como un libro. Al momento de abrir ese libro, cada vez que abres una página ese libro está existiendo, en potencia está siempre ahí. El realismo es eso y va cambiando. Me gusta la forma, la esencia, la luz y lo que sucede alrededor de eso.

–Sobre la obra en potencia, la posibilidad de crear a partir de la realidad misma, ¿todo puede ser material para representar en la obra?

–Sí, la forma es sólo un filtro que encontramos para decir otras cosas, para decirlo entre líneas. Hay épocas en que la pintura puede ser muy objetiva y estructural, pero después no, está en todo, como cuando estás en meditación, quieres descansar la parte mental. Quisiera llegar a lo inmediato y es una idea muy romántica, casi pueril; en este momento de mi vida me gustaría traducir eso, casi traducir qué está pasando de inmediato aquí conmigo. Uno llega a saturarse en un monólogo mental, pero probablemente, traducido eso en arte, es como encontrarse. En eso estoy, en esa revisión.

–¿El artista debe siempre ser introspectivo?

–No necesariamente, yo pensaba antes que sí, porque yo soy introspectivo. Digamos que el punto de contradicción puede ser para qué vas a proponer ser introspectivo si lo eres. Si es irrenunciable está bien, si el arte significa también una expresión con otros intereses también puede ser, por qué no, hay que estar abiertos. Se tiene que traducir a la persona y si la persona tiene otra visión, sus intereses son de otro tipo. Tantos performances que existen hoy en situaciones artísticas yo creo que son válidos, al menos abren un gran abanico. Me parece que la parte crítica de juzgar se la dejamos a otros, yo estoy muy abierto, incluso me parece una gran retroalimentación, pero depende de cada quien.