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La divinidad se ancló en Machu Picchu
Rosa Nissán
Ríos, lagos, océanos de nubes, los cielos en que se navega hasta llegar a Machu Picchu. Nubes espuma. Capuchino sin canela. Montañas, naufragios: ballenas hundidas. ¿Cuánto medirá de largo la cordillera de los Andes?
Tu cámara capta fragmentos de paisaje.
Majestuosas montañas que desmienten cualquier ateísmo. En este centro ceremonial se mira hacia arriba, muy arriba, hasta donde asome un pedazo de cielo. Presencia de la divinidad. Coincidieron todos los pueblos primitivos, adorando la grandiosidad de la naturaleza. Reconocieron dioses en el sol, en la luna, en los vientos, montañas, volcanes. El ser humano, apenas un alfiler al lado de esto, qué va, la cabeza de un minúsculo alfiler, qué lucha han dado con su milimétrico tamaño y en tan breve espacio de vida, creando autobuses, trenes, aviones para alcanzar estas montañas y disimular su pequeñez.
Tu cámara capta fragmentos de paisaje.
Ya no estás en aquellas montañas del Himalaya, ahora estás donde los incas construyeron un mundo para vivir en estado permanente de adoración. Vives la presencia de lo sagrado. ¿Viniste acaso a Machu Picchu, por si alguna duda cabía en tu corazón, a reconocer en esta planicie la presencia divina? El humano necesita crear espacios de adoración. Noé construyó su barca como si fuera su templo. La sinagoga que te vio crecer es el equivalente urbano de estos templos erigidos para adorar al todopoderoso, para estar de hinojos ante Él en todo momento.
Tu cámara capta fragmentos de paisaje.
Siglos y más siglos han pasado para llegar a lo mismo: adorar a la naturaleza, el sol, la lluvia, el viento, las montañas, el mar, los terremotos. Son las divinidades sus enviados. Con la lluvia la tierra da, produce, pero también inunda poblados, arrasa. Machu Picchu te arrojó a la cara la presencia de lo divino, y te dio también el más fuerte dolor de cabeza de tu vida.
Tu cámara ha tomado fragmentos de paisaje.
Lugares sagrados, cargados de la energía de la tierra: en el Templo Mayor de tu amada tierra, en el Muro de los Lamentos, en nuestras pirámides. El valle de Machu Picchu, paraje escondido, valle limpio de montañas que esperó hasta que el pueblo inca se instalara a vivir frente a un templo natural.
Tu tobillo dañado te ancló en un lugar estratégico para asegurarte una vista panorámica de los templos construidos a los pies de Dios.
Cuántos años tuvieron que pasar para que entendieras por qué la palabra Dios tiene que ser escrita con mayúscula.
Tu cámara capta fragmentos de paisaje.
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