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Tianguis
La palabra, del náhuatl tianquiztli, significa “mercado”, con la peculiaridad de que éste es ambulante y periódico: se instala en las calles de un barrio durante casi todas las horas en que hay luz solar y sólo lo hace durante uno o dos días de la semana. Como durante el mundo prehispánico, los vendedores ofrecen sus productos y los consumidores esperan encontrar mejores ofertas que en los mercados establecidos. Nota lingüística curiosa: en México ocurre que el vendedor y el comprador se llaman mutuamente marchantes, palabra que sugiere que ambos caminan de un lado a otro (para llevar y traer las mercancías, para ir y venir en busca de las compras), que los dos se marchan, que se van, se separan, se despiden por un tiempo. Últimamente, el vendedor le dice cliente al cliente, lo cual me parece un empobrecimiento léxico: si el cliente es, a la vez, quien compra pero, también, quien se vuelve fiel a un establecimiento, adjetivarlo así es darle un trato entre distante y de amarramiento: quédese aquí. Tal vez sea cuestión de un oído epocal: prefiero la palabra marchante, con su insólito femenino: las marchantas.
Cronistas como Hernán Cortés –quien siempre exageró para atraer sobre sí la atención de la Corona –, Bernal Díaz del Castillo y el irremplazable fray Bernardino de Sahagún; además de López de Gómara, Illescas y otros más, que sólo hablaron de oídas, describieron que, desde el siglo xv, los productores se aproximaban a ciudades importantes como Tenochtitlan, Tlaxcala, Huejotzingo, Texcoco, Xochimilco, donde cerca de 50 mil personas (entendida esta contabilización como “muchas personas”) concurrían para comprar o vender diversos frutos agrupados por calles: verduras, hierbas medicinales, frijol, maíz, algodón, aves, peces, obsidiana, loza, hachas y minerales, organización que sigue siendo vigente, pues aunque parezca laberíntico, hay un orden en los tianguis: quien vende jitomate no puede vender plátano; quien ofrece papaya no expende ciruelas; quien hace tlacoyos no tiene verduras para hacer sopas, y así en todo lo demás. En los tianguis también se pueden encontrar telas, ropa, medicamentos tradicionales, flores, animales vivos (para mascotas, para su sacrificio y posterior consumo, o para sementales y cabezas de ganado), además de objetos de plástico y las curiosas tentaciones baratas provenientes de China.
Un tianguis inevitable es el de Chichicastenango, en Guatemala, que se aposenta en esa ciudad los jueves y domingos (los jueves hay menos turistas y los compradores pueden regatear, como en los mercados árabes): es el más importante y pintoresco de toda Guatemala. Se aposenta frente a la iglesia de Santo Tomás, donde se aprecia un sincretismo cultural y religioso, como en la de San Juan Chamula, en Chiapas: los rituales religiosos mayas conviven con los cristianos y, además, media Guate baja a Chichi (lo digo sin albur pues, en Guatemala, las largas palabras toponímicas se cortan a la mitad) para abastecerse.
Otro, tumultuoso pero menos pintoresco, se asienta los viernes en La Magdalena Contreras. Se instala entre dos barrios, el de La Guadalupe y el de Santa Teresa. Resulta tan importante que las señoras ricas de los alrededores (Altavista, San Ángel, Pedregal de San Ángel y San Jerónimo) condescienden a convivir con los sudorosos y prietos mortales con tal de encontrar buenos precios y buenas mercancías, aunque eso no ha conllevado el encarecimiento connatural a la intromisión de la burguesía en las actividades “del pueblo”. De alguna manera, como los tianguis de mayor tradición, el de Contreras es colorido por las mantas plásticas que se emplean para proteger del sol a los puestos y por las flores, frutas y especias que no sólo son coloridas, sino perfumadas. En este tianguis hay dos o tres guitarristas que van tocando y cantando por todo el mercado y, como juglares, solicitan monedas de quienes concurren al mismo.
Recuerdo aquí la existencia de dos tianguis europeos dignos de felicísima memoria: el de Stara Pazova, en Serbia, que se instala en la Pjatsa, junto a los edificios del Ayuntamiento del pueblo, todos los jueves y domingos (como en Chichi, es mejor el del jueves) y el de la Rue Mouffetard , en París, que se establece diariamente, menos los domingos. Este tianguis parisino recorre la calle del 5eme. arrondissement de la ciudad. El mercado, de origen medieval, comienza al sur del Barrio Latino, en la Place de Saint-Médard, presidida por una pequeña iglesia construida entre los siglos xv y XVIII, consagrada al mismo santo; se afamó gracias a la película Amélie.
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