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Arte cubano: mercado, mutación y diversidad
Rafael Acosta de Arriba*
Manuel Mendive, Agbó, 2002 |
En un lustro es muy difícil observar cambios apreciables en la creación de las artes visuales cubanas y de cualquier país. Sin embargo, sí podemos incluir estos últimos cinco años como parte de un proceso que comenzó un tiempo atrás. Me refiero a que la atención preferencial que gozó el arte contemporáneo cubano por las corrientes principales del mercado del arte internacional (y no sólo de mercado sino de eventos, megaexposiciones, bienales, etcétera) ha cedido de manera ostensible y se ha girado hacia el arte de los países asiáticos, especialmente el chino. Esto se puede comprobar, sin ninguna dificultad, en las principales ferias y subastas que se realizan en los polos del mercado del arte. En otras palabras, ha pasado la moda del arte cubano contemporáneo.
Ahora bien, un grupo no pequeño de artistas quedó colocado en dichos segmentos del mainstream del mercado. Pudiera citar nombres que son conocidos: Carlos Garaicoa, Los Carpinteros, Kcho, Manuel Mendive, Roberto Fabelo, Pedro Pablo Oliva, Tania Brugueras, Ernesto Estévez, Roberto Diago, Carlos Quintana, Agustín Bejarano, Arturo Montoto, entre otros, a los que pudieran agregársele jóvenes en ascenso, como los hermanos Iván y Joan Capote y Wilfredo Prieto. Estoy hablando de artistas cuyas obras y exposiciones están muy bien cotizadas y demandadas. Seguramente faltan algunos nombres, pero estoy seguro que no sobra ninguno.
Ivan Capote, Relax, 2002 |
Si atendemos a un espectro mucho más amplio, podríamos resumir el panorama del arte actual con algunos términos: diversidad, asimilación de códigos foráneos, uso de la metáfora y, por supuesto, mercado.
Sin satanizar al mercado, puesto que hacerlo es pura simpleza, ignorancia (y además, los artistas viven de él) y desconocimiento de que es un espacio de transacción que ejerce una función promocional y dinamizadora del consenso cultural tan viejo como la humanidad, hay que admitir que desde que hizo su aparición con la compra de las dos terceras partes de la exposición Cuba ok por Peter Ludwig, en 1990, es el fenómeno que más ha influido y marcado los derroteros del arte cubano. Unas veces para bien y otras para mal. Ha lanzado nombres al estrellato, pero también ha estancado poéticas y reducido la obra de algunos artistas a una o dos imágenes que son las que funcionan comercialmente. Cuando sus reglas y camisas de fuerza comenzaron a operar en Cuba en la década final del pasado siglo, nadie estaba preparado para ello: ni los artistas, ni las instituciones, ni la crítica especializada. Esto hizo que se produjera un verdadero boom comercial que supervaloró obras, fijó nombres, interrumpió algunas carreras y estableció un fenómeno bastante generalizado: la confusión de muchos artistas entre precio y significación.
Aconcha, Chateau Valcros |
Desde luego, el arte y el mercado se producen en un contexto sociopolítico del cual no pueden escapar y sufren, por lo tanto, los avatares del mismo. Así las cosas, con la agudización del diferendo entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos y las medidas y contramedidas de uno y otro, la compra de arte cubano por sus naturales coleccionistas se ha visto afectada notablemente en los últimos años. A esto debe añadirse algo que es sabido por todos, y es que las economías domésticas de la inmensa mayoría de los cubanos residentes en el país hacen prácticamente imposible la existencia de un mercado interno.
Algunas acciones institucionales han tratado de propiciar soluciones, pero se han mostrado insuficientes. El mismo estado de precariedad de los principales centros y galerías de arte del país, la carencia de fondos financieros para coleccionar, promocionar artistas, pagar becas, mover exposiciones, participar en bienales o realizar grandes eventos, conspira con la situación antes mencionada. De tal manera, se ha producido un enorme desfase entre la cantidad de creadores graduados por el sistema de enseñanza artística (diecisiete academias de arte y una facultad de artes visuales en la Universidad del Arte), la demanda de promoción y comercialización que ellos exigen y la capacidad de respuesta institucional.
Manuel Mendive, El vaso de leche, 2001 |
La propia Bienal de La Habana, buque insignia de las estrategias promocionales del arte cubano desde su misma creación, necesita actualmente de urgentes transformaciones estructurales so pena de diluirse en un fracaso general al que ya apuntaron sus últimas ediciones. Su equipo de curadores trabaja ya en reformarla y sacarla a flote. No debe olvidarse que llegó a ser una de las principales bienales del mundo (cuando llegaron a proliferar y a existir medio centenar de ellas), que fijó la atención de la crítica y los principales centros del arte, y del mercado por supuesto, en artistas y obras del sur que anteriormente no poseían esa plataforma de exhibición y lanzamiento. Hoy, hay que reconocerlo sin temor a padecer de inmodestia, muchos artistas que brillan en el panorama del arte mundial tuvieron su primer intento de visualización serio e importante en las ediciones de la Bienal de La Habana.
Arturo Montoto, Epicuro en Luyanó, 2008 Foto: cortesía del autor |
La creación se mantiene viva, nuevas temáticas son abordadas con talento por los artistas, los más jóvenes se mueven hacia una introspección e intimismo minimalista que los aparta de las fuertes motivaciones sociológicas y políticas de finales de los ochenta e inicios de los noventa, aunque hay algunos creadores de generaciones anteriores que mantienen latentes esas preocupaciones: José Toirac, Lázaro Saavedra, René Francisco, Rocío García, Tania Brugueras, Sandra Ceballos, Luis Gómez, entre otros.
Por último, la crítica especializada ha crecido y numerosas publicaciones sobre el arte cubano de las últimas tres décadas ven la luz con una frecuencia no existente años atrás. Firmas jóvenes publican en revistas de artes visuales de diversos países y en la única cubana (Artecubano), aportando interesantes juicios sobre obras, procesos y tendencias de la creación.
Tania Bruguera, El peso de la culpa I, (performance),1997 |
Quizás una buena pregunta para estos momentos, y los años que vienen, es la de saber si el hecho de haber pasado de moda podrá significar, en última instancia, algo beneficioso para la creación de las artes visuales cubanas.
Estas son algunas observaciones e ideas sobre un panorama rico, complejo y en plena mutación de códigos, referentes y morfologías. El tiempo seguirá aportando la última palabra.
*Investigador y poeta, su más reciente obra es Caminos de la mirada, ensayos, artículos y entrevistas sobre arte cubano e internacional, Ediciones Unión, 2007.
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