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Presencia de Clarice Lispector
Harold Alvarado Tenorio
Clarice Lispector (Tchetchelnik, 1925-1977) es quizás la narradora que mayores cambios, de estilo y asuntos, introdujo en la literatura brasileña de los años sesentas y luego, cuando fue traducida, una década más tarde, en las literaturas latinoamericanas. Nacida en Ucrania, a los tres meses de vida la familia Lispector ya se encontraba instalada en Alagoas, pero luego se mudaron a Recife, donde Clarice inicia sus estudios hasta que, en 1937, se mudó a Rio de Janeiro para estudiar derecho. En 1943 casa con su compañero de universidad, Maury Gurgel Valente y, al año siguiente, luego de hacer recibido sus respectivos títulos académicos, se establecen en Nápoles, donde su marido fue nombrado en un cargo diplomático. Allí escribe su primera novela. El matrimonio se muda a Berna. En 1959 se separa de su marido y regresa al Brasil con sus hijos. A finales de la década de los sesenta comienza a escribir literatura para niños. En 1967 sufre quemaduras en los brazos y las piernas en un incendio causado por una colilla de cigarrillo al quedarse dormida. En 1976 recibe el Premio Nacional de la Fundación Cultural del Distrito Federal.
Cuando apareció Perto do Coração Selvagem (1944), la primera de sus novelas, los regionalismos llegaban a su fin con la publicación de las obras de Borges, Ramos, Onetti y Amado. En su caso puede hablarse de una narrativa antes y después de Clarice Lispector. La ciudad fue el decorado de las lucubraciones de sus personajes, y el lenguaje la única realidad de su existencia. Los protagonistas van a asumir ahora sus destinos, se hacen personas que cuestionan sus formas de vida y sus relaciones con el poder y las instituciones, pero han de fracasar inexorablemente al encontrar como mayor obstáculo de sus vidas la imposibilidad de comunicación. La existencia irá por un camino y el lenguaje por otro.
Perto do Coração Selvagem es un arquetipo narrativo que Lispector usó para varias de sus otras novelas y cuentos. En ésta tiene como personaje a Joana, que repasa desde adentro el pasado y presente, intercalando recuerdos memorables al acaso. El narrador omnisciente resume de manera sucinta esas divagaciones mentales: la vida al lado del padre, los días que pasó junto a su tía, un profesor que le enseña a vivir, los avances y estragos de la pubertad, el internado, el matrimonio con Otávio. La odisea mental de Joana, saturada de desencanto y de esperanzas sin futuro, le lleva al adulterio y a la separación de su marido sin saber por qué lo hace: “Es curioso cómo no sé decir quién soy –piensa Joana–. Quiero decir, lo sé bien, pero no lo puedo decir. Sobre todo tengo miedo de decirlo porque en el momento en que intento hablar no sólo expreso lo que siento, sino que lo que siento se transforma lentamente en lo que digo. O, al menos, lo que me hace actuar no es lo que siento, sino lo que digo.” Las palabras son ilusorias, no pueden decir o dicen demasiado sobre el ser, apenas dejan una imagen provisional e ilusoria de la vida.
La última de sus novelas con protagonistas y asuntos es Uma aprendizagem ou O livro dos prazeres (1969). Publicada veinte años después de A cidade sitiada , se ocupa de las dudas y ansiedades de Lóri, una profesora que siente por primera vez placer en una relación amorosa, pero al mismo tiempo tiene miedo de perder su identidad, o la que ha ganado ante los otros. El desenvolvimiento de esta lucha es un lento y extraño aprendizaje a través del cual logra unir los extremos, antes irreconciliables, de su independencia (su vida personal) y la dependencia que ineludiblemente establece el matrimonio o el amor.
Sus otras tres novelas, como muchos de sus cuentos, se ocupan de la condición humana como un todo no escindido en sexos. Ahora la tesis central es la lucha del individuo contra la sociedad, salpicando los argumentos con raciocinios en apariencia contradictorios. A maçã no escuro (1961), A paixão segundo G. H. (1964) y Agua viva (1973) analizan, las tres, la historia de seres hondamente preocupados con su relación con el cosmos. Personajes que parecen modelados en las figuras de la novela francesa existencialista, abocados a elegir un destino tras otro en el decurso de su existencia para poder creer que están vivos, encontrando todo lo que les rodea sin sentido, produciendo en ellos una náusea metafísica, intangible y nebulosa.
Agua viva , la última de sus novelas, continua la búsqueda expresiva de A paixão segundo G.H., intentando una ruptura total con lo que resta de convenciones narrativas. Tal es el esfuerzo de la anónima narradora y protagonista por hacerse más una pintora que una novelista, que uno termina por creer que se trata de una obra de tesis contra la escritura. Lispector quiere ahora captar el instante, el momento en que una cosa se relaciona con otra, el momento intangible de la existencia. Agua viva es el río continuo de la escritura, la mano que ya no puede detenerse, la acción misma de escribir por escribir, la escritura como ser autónomo en el mundo.
Laços de familia (1960) es una de sus más prestigiosas colecciones de cuentos. Son trece historias que interpretan algunos de los problemas psicológicos del hombre contemporáneo. Libertad, desesperanza, soledad, incapacidad de comunicación son algunos de sus asuntos, atados por la pesimista visión de la existencia de Lispector. Sus personajes se encuentran siempre en el filo de la navaja, en ese punto donde tratan de mantener un equilibrio, entre lo que se cree que es la realidad y sus poderosas fuerzas imaginativas, que los desvían del curso normal de la existencia rutinaria de los otros, la sociedad, y así son los arrinconados, los separados, los apartados, los alienados por excelencia. Otra vez el centro de sus luchas es la imposibilidad de comunicación: la sociedad (el lenguaje) es una barrera artificial que no debe ni puede vencerse. Estamos condenados a vivir nuestros pequeños mundos, exiliados del resto de la humanidad, incapaces de ser libres, incapacitados para dar y recibir.
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