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Hugo Gutiérrez Vega
APUNTES SOBRE EL TEATRO EN MÉXICO (VII DE X)
La dictadura porfirista aseguró la tranquilidad social de un régimen que ostentaba el lema de “Poca política y mucha administracion”, fomentando las llamadas tandas de teatro musical de influencia española, la zarzuela y el molodrama del segundo romanticismo. Todo pasado por el infranqueable aparato de censura del victorianismo nacional. La Ciudad de México quería ser cosmopolita y el modelo a seguir era París. El sustantivo “francés” era utilizado de una manera adjetiva, y la buena sociedad se afiliaba al Partido Científico, instrumento político del dictador, e imitaba servilmente las modas y costumbres de Europa, menospreciando lo nacional. En fin... una especie de San Petersburgo criollo. La clase intelectual se había unido al positivismo y los actores seguían las técnicas de don Fernando Díaz de Mendoza y doña María Guerrero. El dictador, cargado de medallas y considerado por Tolstoi, observador demasiado lejano, como gobernante ilustrado, ordenaba la vida del país bajo el lema de “mátalos en caliente”; industrializaba, construía, publicaba gruesos informes, se aliaba con las incipientes transnacionales, administraba, organizaba, modernizaba y mantenía al pueblo en la servidumbre y la ignorancia (“¡Que no se alborote la caballada!” era su lema educativo), mientras intentaba asegurar la independencia negociando con el imperio del norte. Alguna vez dijo: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los eu”, significando así lo que consideraba el principal problema del país.
Los grabados de Posada, las novelas de Rabasa, López Portillo y Frías, y algunas obras de teatro de Gamboa, Othón y Marcelino Dávalos pueden ser consideradas como manifestaciones precursoras del movimiento revolucionario de 1910. Durante los años de la Revolución, la vida teatral queda prácticamente suspendida o limitada a las llamadas tandas de teatro musical.
Terminada la Revolución, se inicia lo que algunos han llamado “boom nacionalista”. Su promotor principal fue José Vasconselos, el filósofo y escritor, nombrado ministro de Educación por el presidente Obregón. El muralismo, la música sinfónica basada en los temas populares, la etapa programada de la novela de la Revolución y el teatro realista de afirmación de los valores nacionales y de defensa de la llamada identidad cultural fueron objetos principales de su preocupación. Esto se inscribe dentro de un gran marco de difusión cultural que obedecía a un claro proyecto educativo del ministro Vasconcelos. Las ediciones populares de los clásicos, los encargos a muralistas y compositores, los generosos premios literarios, las becas a escritores y artistas, la campaña de alfabetización y el trabajo de las misiones culturales, fueron algunos de los aspectos de este gigantesco programa de recuperación de lo nacional y de favorecimiento de la creación artística e intelectual.
En 1923, un pequeño grupo de escritores, El grupo de los 7 autores, integrado por Monterde, J. J. Gamboa, Noriega Hope, Ricardo Parada y Díez Barroso, entre otros, intenta mantener el aliento nacionalista a través de obras como la version del Rabinal Achí, realizada por Monterde y, por otra parte, se asoma tímidamente al teatro europeo, especialmente a la obra de Pirandello.
Lo que podríamos llamar segunda etapa de la Revolución mexicana y la lucha entre los caudillos de las distintas facciones, liquidó el proyecto vasconcelista, encerrando al nacionalismo en un rudimentario proyecto indigenista y en un confuso programa de difusión cultural de tertulia provinciana.
(Continuará)
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